El fascismo avanza, como el desierto crece en el corazón del hombre contemporáneo, de acuerdo con la metáfora nietzscheana, llevándolo a un espacio existencial vacío, sin vida ni esperanza, reinando la apatía, la indiferencia y la perdición. De ese modo, el fascismo avanza en el mundo y particularmente en el cono sur de América Latina; ¿cómo detener su violenta irrupción?

Para resolver esta encrucijada, es necesario crear, como un imperativo categórico, escudos políticos de contención sobre la base de la siguientes claves.

Fortalecimiento de la democracia, garantizando un sistema electoral transparente, libre y justo, sobre poderosos cimientos que garanticen la independencia del poder judicial y de las instituciones democráticas, promoviendo la participación ciudadana activa en todos los niveles de gobierno.

Combatir la desinformación fomentando la educación mediática para que los ciudadanos puedan identificar información falsa, apoyando medios de comunicación independientes que investiguen y expongan prácticas antidemocráticas.

Desarrollar una vigorosa educación en derechos humanos, incluyendo en los currículos escolares programas sobre democracia, justicia social y diversidad cultural, difundiendo las lecciones del pasado sobre regímenes autoritarios y sus consecuencias.

Fomentar la justicia social, reduciendo la desigualdad económica mediante políticas redistributivas y programas sociales, todo ello, promoviendo el acceso universal a la educación, la salud y oportunidades laborales.

Fortalecer los movimientos sociales, sobre la base del apoyo a organizaciones que defienden los derechos humanos, igualdad de género, diversidad étnica y derechos laborales, en el marco del fomento y facilitación del trabajo conjunto entre movimientos progresistas para la creación de redes de resistencia.

Deslegitimar los discursos de odio, penalizando y combatiendo legalmente la violencia política, promoviendo narrativas inclusivas que enaltezcan la diversidad cultural y social de América Latina.

Fortalecer la cooperación regional, estableciendo alianzas entre países hermanos para defender la democracia y los derechos humanos, promoviendo la creación de redes de vigilancia y acción para identificar y detener la articulación de movimientos que difundan discursos de odio.

Fomentar la responsabilidad de las etites económicas y políticas que impulsen y alimenten compromisos explícitos por parte de empresarios y líderes políticos para rechazar el apoyo a regímenes autoritarios, implementando regulaciones para evitar el financiamiento de organizaciones antidemocráticas.

La historia de América Latina ha demostrado que la resistencia a regímenes autoritarios requiere de una sociedad civil fuerte y vigorosa, comprometida y educada. Combinar acciones institucionales con el fortalecimiento de la conciencia ciudadana es clave para frenar el avance de tendencias fascistas en la región.