En el contexto de pandemia que vivimos, hay razones para ser pesimistas si uno así lo escoge, pero pienso que la mayoría de los centroamericanos somos optimistas y aspiramos a un futuro de paz y bienestar para todas y cada una de las naciones que integramos el Istmo.
No se trata de dar la espalda a la historia sino de encontrar en ella la experiencia que por vivida, sea la senda más aconsejada para seguir intentando construir, hacer de Centro América, una zona de paz y de progreso para sus pueblos.
Inmediatamente después de aquel septiembre victorioso de 1821, cuando los centroamericanos decidieron liberarse del yugo colonial español en decadencia, no terminaba de secarse la tinta de las firmas en el Acta de la Independencia, cuando las marcadas diferencias entre lo que hoy podríamos llamar “la clase política” de la época, sea entre liberales y conservadores para sintetizar, condujeron a estos últimos a incorporar, a la anexión, de Centro América al imperio mexicano de Iturbide.
En México, el proceso de revolución independentista se había iniciado en 1810 con el levantamiento del cura Miguel Hidalgo que avanzó entre incontables peripecias hasta 1821, año en el que Agustín de Iturbide, criollo mexicano y Coronel de las tropas virreinales se rebeló contra España y proclamó la independencia del país al amparo de los postulados del llamado Plan de Iguala. Agustín Iturbide abdica el 19 de marzo de 1823.
En Junio de 1823, se reunió en Guatemala la Asamblea Nacional Constituyente convocada para proceder a la reorganización política del Istmo y se asumió el nombre de “Provincias Unidas de Centro América” constituidas en una república federal libre e independiente de España, de México y de cualquier otra potencia, dejando a cada Estado libre en su administración interior y su gobierno.
En Centro América el sistema federal no tuvo plena vigencia, pues los intereses locales y el espíritu caudillista de sus dirigentes políticos socavaron desde un principio sus bases hasta terminar completamente con él en 1838.
El más insigne integracionista de la época derivado de este esfuerzo, el General Francisco Morazán, pese a su claridad política y haber sido exitoso militarmente, cayó fusilado en San José, Costa Rica paradójicamente un 15 de Septiembre de 1842.
En síntesis pues, lo que devino después de 1821 año de la independencia fue un lapso de anarquía, crisis económica y crisis política entre 1823 a 1857.
Mientras en otro ámbito histórico internacional muy cercano, ocurría que desde 1630 en lo que hoy son los Estados Unidos, la colonización avanzó y un pastor llamado John Cotton había plantado la visión de corte religioso que daría configuración a la llamada doctrina del “Destino Manifiesto” mediante la cual ellos estarían llamados por la providencia divina a poblar de este a oeste y de norte a sur no solo esos territorios, sino más allá…así en 1845 el influyente columnista de la época John L. Sullivan retoma y esgrime ese planteamiento que viene a constituirse en uno de los pilares de la política exterior de los Estados Unidos. Al amparo de esta concepción político-ideológica los territorios de Oregón y Texas dejaron de ser como eran: mexicanos.
Y vaya que en 1823, cuando Centro América como decíamos era una zona de inestabilidad política, económica y social, aparece la “Doctrina Monroe”, como pilar principal de la política exterior de los ya poderosos Estados Unidos, cuyo fundamento es no permitir la intervención de las potencias europeas en los asuntos internos de los países del hemisferio americano. Este planteamiento es derivado de un mensaje dirigido al Congreso de Estados Unidos por el presidente James Monroe el 2 de diciembre de 1823. De ahí ese designio de patio trasero que ha tenido para la región nefastos resultados…
Y vea que interesante dato histórico, el 12 de septiembre de 1502 Cristóbal Colón descubre Nicaragua, cuando después de venir navegando, bordeando, la costa anterior, una tormenta lo obliga a refugiarse en un accidente de la misma y exclamó “Gracias a Dios…que salimos de esas Honduras” así aquello pasó a llamarse Honduras y Nicaragua comienza en Cabo Gracias a Dios…
Pues en Honduras, un doce de septiembre de 1860, en Puerto Trujillo es fusilado el filibustero William Walker (36), que había nacido en Nashville, Estados Unidos, un 8 de Mayo de 1824, un año después de que se promulgara la Doctrina Monroe.
William Walker había incursionado en Centro América, contratado por los liberales de Nicaragua para que con su falange, Walker les ayudase a vencer a los conservadores., el filibustero que venía de querer hacerse con el territorio de Sonora, en México, observó la inestabilidad política interna y terminó autonombrándose Presidente de Nicaragua.
No obstante, lean esta perla, que como se dice popularmente, para muestra un botón: “Desde que el General Walker pisó las arenas de Granada, desde que tuve el gusto de estrecharle entre mis brazos, y que oigo de su boca palabras de orden, de paz, de reconciliación, ideas que estaban al nivel de las mías, lo miro como el Macabeo de mi Pueblo, califiqué al hombre que Dios nos mandaba, para enjugar lágrimas, para curar heridas, y para reconciliar la familia nicaragüense que hombres inquietos habían dividido”, escribió el Padre Agustín Vijil en el diario El Nicaragüense… El sacerdote pro intervencionista y pro filibustero tuvo una carretera diplomática corta y amarga. Después fue acusado de traidor y apostata. En los diarios de Centroamérica lo llamaban "el Lutero nicaragüense", porque Walker quería abolir la religión católica en Nicaragua y establecer la iglesia protestante, aunque después se declaró católico…
A mediados de los años 80’s en el contexto de la conflictividad generada por la “situación revolucionaria que vivió la región”, la paz en Centro América, se logró cuando a instancias del democristiano ex presidente Vinicio Cerezo Arévalo, venciendo ingentes presiones de un poder extra regional, logró reunir en Esquipulas, Guatemala a los presidentes: Napoleón Duarte de El Salvador, José Simeón Azcona Hoyos de Honduras, José Daniel Ortega Saavedra de Nicaragua y Oscar Arias Sánchez de Costa Rica y, se firmaron los Acuerdos de Paz de Esquipulas después de sesionar un 24 y 25 de mayo de 1986. A uno solo de los presidentes participantes se le otorgó el Premio Nobel de la Paz.
Para no excedernos en el propósito de esta reflexión con motivo del arribo a los 199 años de independencia este 15 de septiembre del 2020, creo que en un escenario post pandemia:
- Las clases políticas de la región Centro Americana aprendiendo de nuestra historia común, deberían convocarse a una profunda reflexión, hacer un gran esfuerzo para que sus iniciativas graviten en función de los intereses nacionales-región y, desterrar el factor que caracteriza a un sector de esta clase, que se manifiesta siempre dispuesta a someterse políticamente al dictado de un poder extra regional que socava toda posibilidad de consolidar una región unida como se intentó entre 1823-1838.
- La posibilidad de que cada país de la región pueda consolidar su modelo nacional de desarrollo económico-social que respondan a la realidad y los propios intereses nacionales de cada pueblo y no estén necesariamente determinados por un pensamiento de corte único como el neoliberalismo…
- Conllevaría la potencialidad de profundizar el proceso de Integración Centro Americana que está sumamente avanzado y que es visto como la gran posibilidad a corto plazo de lograr grandes avances económicos sociales y de bienestar para todos y cada uno de los pueblos de la región…en un contexto de nueva normalidad.
(*) Embajador de Nicaragua 2018-Buenos Aires.
En el contexto de pandemia que vivimos, hay razones para ser pesimistas si uno así lo escoge, pero pienso que la mayoría de los centroamericanos somos optimistas y aspiramos a un futuro de paz y bienestar para todas y cada una de las naciones que integramos el Istmo. No se trata de dar la espalda a la historia sino de encontrar en ella la experiencia que por vivida, sea la senda más aconsejada para seguir intentando construir, hacer de Centro América, una zona de paz y de progreso para sus pueblos. Inmediatamente después de aquel septiembre victorioso de 1821, cuando los centroamericanos decidieron liberarse del yugo colonial español en decadencia, no terminaba de secarse la tinta de las firmas en el Acta de la Independencia, cuando las marcadas diferencias entre lo que hoy podríamos llamar “la clase política” de la época, sea entre liberales y conservadores para sintetizar, condujeron a estos últimos a incorporar, a la anexión, de Centro América al imperio mexicano de Iturbide. En México, el proceso de revolución independentista se había iniciado en 1810 con el levantamiento del cura Miguel Hidalgo que avanzó entre incontables peripecias hasta 1821, año en el que Agustín de Iturbide, criollo mexicano y Coronel de las tropas virreinales se rebeló contra España y proclamó la independencia del país al amparo de los postulados del llamado Plan de Iguala. Agustín Iturbide abdica el 19 de marzo de 1823. En Junio de 1823, se reunió en Guatemala la Asamblea Nacional Constituyente convocada para proceder a la reorganización política del Istmo y se asumió el nombre de “Provincias Unidas de Centro América” constituidas en una república federal libre e independiente de España, de México y de cualquier otra potencia, dejando a cada Estado libre en su administración interior y su gobierno. En Centro América el sistema federal no tuvo plena vigencia, pues los intereses locales y el espíritu caudillista de sus dirigentes políticos socavaron desde un principio sus bases hasta terminar completamente con él en 1838. El más insigne integracionista de la época derivado de este esfuerzo, el General Francisco Morazán, pese a su claridad política y haber sido exitoso militarmente, cayó fusilado en San José, Costa Rica paradójicamente un 15 de Septiembre de 1842. Y vea que interesante dato histórico, el 12 de septiembre de 1502 Cristóbal Colón descubre Nicaragua, cuando después de venir navegando, bordeando, la costa anterior, una tormenta lo obliga a refugiarse en un accidente de la misma y exclamó “Gracias a Dios…que salimos de esas Honduras” así aquello pasó a llamarse Honduras y Nicaragua comienza en Cabo Gracias a Dios… Pues en Honduras, un doce de septiembre de 1860, en Puerto Trujillo es fusilado el filibustero William Walker (36), que había nacido en Nashville, Estados Unidos, un 8 de Mayo de 1824, un año después de que se promulgara la Doctrina Monroe. William Walker había incursionado en Centro América, contratado por los liberales de Nicaragua para que con su falange, Walker les ayudase a vencer a los conservadores., el filibustero que venía de querer hacerse con el territorio de Sonora, en México, observó la inestabilidad política interna y terminó autonombrándose Presidente de Nicaragua. Sus huestes fueron derrotadas estratégicamente hace 164 años en la gloriosa Batalla de San Jacinto el 14 de Septiembre quedando consignada aquella gesta, como una épica de la Guerra Nacional de 1856 librada contra las pretensiones de Walker, quien fue derrotado totalmente por una Centro América unida…a la que el filibustero pretendía anexar al sur esclavista de los Estados Unidos. No obstante, lean esta perla, que como se dice popularmente, para muestra un botón: “Desde que el General Walker pisó las arenas de Granada, desde que tuve el gusto de estrecharle entre mis brazos, y que oigo de su boca palabras de orden, de paz, de reconciliación, ideas que estaban al nivel de las mías, lo miro como el Macabeo de mi Pueblo, califiqué al hombre que Dios nos mandaba, para enjugar lágrimas, para curar heridas, y para reconciliar la familia nicaragüense que hombres inquietos habían dividido”, escribió el Padre Agustín Vijil en el diario El Nicaragüense… El sacerdote pro intervencionista y pro filibustero tuvo una carretera diplomática corta y amarga. Después fue acusado de traidor y apostata. En los diarios de Centroamérica lo llamaban "el Lutero nicaragüense", porque Walker quería abolir la religión católica en Nicaragua y establecer la iglesia protestante, aunque después se declaró católico… Para no excedernos en el propósito de esta reflexión con motivo del arribo a los 199 años de independencia este 15 de septiembre del 2020, creo que en un escenario post pandemia: - Las clases políticas de la región Centro Americana aprendiendo de nuestra historia común, deberían convocarse a una profunda reflexión, hacer un gran esfuerzo para que sus iniciativas graviten en función de los intereses nacionales-región y, desterrar el factor que caracteriza a un sector de esta clase, que se manifiesta siempre dispuesta a someterse políticamente al dictado de un poder extra regional que socava toda posibilidad de consolidar una región unida como se intentó entre 1823-1838. - La posibilidad de que cada país de la región pueda consolidar su modelo nacional de desarrollo económico-social que respondan a la realidad y los propios intereses nacionales de cada pueblo y no estén necesariamente determinados por un pensamiento de corte único como el neoliberalismo…
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