El panjuego. Derecho a la singularidad en tiempos de pandemia
Andrea Pignatta
En este escrito me gustaría detenerme en los modos posibles que nos hemos inventado para transitar el malestar que decanta de esta cuarentena.



Estamos transitado días excepcionales, donde la incertidumbre en algunos momentos nos abruma. No sabemos cómo seguirán nuestras vidas post-pandemia

Esta pandemia llega en un momento de gran inestabilidad del sistema capitalista y sus políticas neoliberales. Por eso no debería sorprendernos que algunos países (conforme a sus ideologías), han elegido estrategias que delimitan que hay vidas que valen y vidas que no. Tenemos experiencias cercanas geográficamente que así lo demuestran.

La cuarentena en nuestro país, en cambio, ha sido un modo de abordar la pandemia a través de un cuidado colectivo. La medida fue el aislamiento social, preventivo y obligatorio. No sólo me cuido por mi, para no enfermarme, sino que cuidándome cuido a otrxs.

Esto evidencia una puesta en marcha de esa invitación que hizo el actual Gobierno: construir un nuevo contrato social, basado en la solidaridad, la cooperación y el respeto a los derechos humanos.

Las medidas establecidas durante este período de cuarentena han tenido gran adherencia ciudadana. Y eso hay que destacarlo.

En este contexto han aparecido cuestiones que nos interpelan como sujetos y como sociedad.

Por un lado se visibilizaron las realidades que conviven en nuestra amplia y profunda Argentina. Diversidades en cuanto a territorios, recursos, redes y tiempos. Hoy gran parte del país estamos transitando otra etapa, en una situación diferente a la que vive la ciudad de Buenos Aires y que los grandes medios de comunicación nos muestran todo el tiempo.

Por el otro, se manifestaron desigualdades sociales, económicas y de género.
Son temas complejos y extensos con muchas aristas para abordar, reflexionar y debatir.

En este escrito me gustaría detenerme en los modos posibles que nos hemos inventado para transitar el malestar que decanta de esta cuarentena.
Ya lo dijo Freud “porque hay malestar hay cultura”.

Uno de esos modos posibles ha sido lo que construimos a través del juego.
El juego es una actividad placentera que pone límite al displacer y que toma en cuenta los procesos inconscientes. Es un mas allá de lo consciente.

Durante esta cuarentena muchas y muchos hemos jugado.
Hemos jugado de manera virtual, a través de los videos que nos ofrecían ciertas redes sociales.

También lo hemos hecho con nuestra pareja, nuestrxs hermanxs o amigxs.
Y hemos jugado con nuestrxs hijxs, quizá más que en otros contextos.
Ese tiempo compartido durante el aislamiento nos desafío a abrir otros espacios en un mismo espacio.

Margarita a sus 10 años me dice que “El juego es cuando un niñx se divierte y siente que está en un mundo diferente”

Entonces.. es en el juego donde damos lugar al otro como sujeto del lenguaje. Habilitando y habitando un espacio a nivel simbólico donde encontrarnos.

Es en el juego donde damos lugar a lo singular de quienes se disponen/nos disponemos a jugar. Es encontrar un lugar desde el cuál ponernos a disposición del ritmo del jugar.

Es en el juego donde se construyen ámbitos de acercamiento subjetivo, ante la medida de distanciamiento físico.

Es en el juego donde es NO-TODO, ya que para jugar se producen recortes de la realidad según cada quien decide.

Es en el juego y en ese “como si” donde nos descompletamos. Por lo tanto hay resto y hay pérdida. Pero también es potencia en si mismo. Produce y transforma. Transforma y produce.

Es en el juego donde se crean nuevos escenarios y moldean nuevas realidades.
Es en el juego donde también se producen subjetividades.

Es en el juego donde nos sentimos protegidxs por un rato.

Es en el juego donde jugamos. Y aceptamos la incertidumbre de no saber todas las respuestas.

Es el juego PANJUEGO, es decir, múltiple, diverso, dinámico. Creativo, contradictorio, surrealista.

Como el Panjuego o Panajedrez de Xul Solar que nos propone a todxs y a cada uno jugarlo, como en la vida misma, según nuestras propias y determinadas posibilidades. Decía Borges del panjuego de Xul Solar “era un juego que era muchísimas cosas a la vez”.

En ese juego que era juego y muchísimas cosas a la vez, unx podrá elegir sus actividades placenteras, que no es la misma para todxs. Elegiremos desde nuestra singularidad dentro de las posibilidades de este contexto, priorizando el cuidado como medida social y colectiva.

Y en ese juego de palabras, en un contexto de reglas generales y de medidas a cumplir, nos las ingeniamos (e ingeniaremos) para estar en las vísperas de crear otras cosas y abrir otros mundos.

Mundos similares. Mundos singulares. Mundos colectivos. Mundos diferentes. Mundos habitables para ejercer el derecho a la singularidad.


Estamos transitado días excepcionales, donde la incertidumbre en algunos momentos nos abruma. No sabemos cómo seguirán nuestras vidas post-pandemia

Esta pandemia llega en un momento de gran inestabilidad del sistema capitalista y sus políticas neoliberales. Por eso no debería sorprendernos que algunos países (conforme a sus ideologías), han elegido estrategias que delimitan que hay vidas que valen y vidas que no. Tenemos experiencias cercanas geográficamente que así lo demuestran.

La cuarentena en nuestro país, en cambio, ha sido un modo de abordar la pandemia a través de un cuidado colectivo. La medida fue el aislamiento social, preventivo y obligatorio. No sólo me cuido por mi, para no enfermarme, sino que cuidándome cuido a otrxs.

Esto evidencia una puesta en marcha de esa invitación que hizo el actual Gobierno: construir un nuevo contrato social, basado en la solidaridad, la cooperación y el respeto a los derechos humanos.

Las medidas establecidas durante este período de cuarentena han tenido gran adherencia ciudadana. Y eso hay que destacarlo.

En este contexto han aparecido cuestiones que nos interpelan como sujetos y como sociedad.

Por un lado se visibilizaron las realidades que conviven en nuestra amplia y profunda Argentina. Diversidades en cuanto a territorios, recursos, redes y tiempos. Hoy gran parte del país estamos transitando otra etapa, en una situación diferente a la que vive la ciudad de Buenos Aires y que los grandes medios de comunicación nos muestran todo el tiempo.

Por el otro, se manifestaron desigualdades sociales, económicas y de género.
Son temas complejos y extensos con muchas aristas para abordar, reflexionar y debatir.

En este escrito me gustaría detenerme en los modos posibles que nos hemos inventado para transitar el malestar que decanta de esta cuarentena.
Ya lo dijo Freud “porque hay malestar hay cultura”.

Uno de esos modos posibles ha sido lo que construimos a través del juego.
El juego es una actividad placentera que pone límite al displacer y que toma en cuenta los procesos inconscientes. Es un mas allá de lo consciente.

Durante esta cuarentena muchas y muchos hemos jugado.
Hemos jugado de manera virtual, a través de los videos que nos ofrecían ciertas redes sociales.

También lo hemos hecho con nuestra pareja, nuestrxs hermanxs o amigxs.
Y hemos jugado con nuestrxs hijxs, quizá más que en otros contextos.
Ese tiempo compartido durante el aislamiento nos desafío a abrir otros espacios en un mismo espacio.

Margarita a sus 10 años me dice que “El juego es cuando un niñx se divierte y siente que está en un mundo diferente”

Entonces.. es en el juego donde damos lugar al otro como sujeto del lenguaje. Habilitando y habitando un espacio a nivel simbólico donde encontrarnos.

Es en el juego donde damos lugar a lo singular de quienes se disponen/nos disponemos a jugar. Es encontrar un lugar desde el cuál ponernos a disposición del ritmo del jugar.

Es en el juego donde se construyen ámbitos de acercamiento subjetivo, ante la medida de distanciamiento físico.

Es en el juego donde es NO-TODO, ya que para jugar se producen recortes de la realidad según cada quien decide.

Es en el juego y en ese “como si” donde nos descompletamos. Por lo tanto hay resto y hay pérdida. Pero también es potencia en si mismo. Produce y transforma. Transforma y produce.

Es en el juego donde se crean nuevos escenarios y moldean nuevas realidades.
Es en el juego donde también se producen subjetividades.

Es en el juego donde nos sentimos protegidxs por un rato.

Es en el juego donde jugamos. Y aceptamos la incertidumbre de no saber todas las respuestas.

Es el juego PANJUEGO, es decir, múltiple, diverso, dinámico. Creativo, contradictorio, surrealista.

Como el Panjuego o Panajedrez de Xul Solar que nos propone a todxs y a cada uno jugarlo, como en la vida misma, según nuestras propias y determinadas posibilidades. Decía Borges del panjuego de Xul Solar “era un juego que era muchísimas cosas a la vez”.

En ese juego que era juego y muchísimas cosas a la vez, unx podrá elegir sus actividades placenteras, que no es la misma para todxs. Elegiremos desde nuestra singularidad dentro de las posibilidades de este contexto, priorizando el cuidado como medida social y colectiva.

Y en ese juego de palabras, en un contexto de reglas generales y de medidas a cumplir, nos las ingeniamos (e ingeniaremos) para estar en las vísperas de crear otras cosas y abrir otros mundos.

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