Cuando miramos el panorama político internacional, podemos observar que en gran parte de los países de occidente renace la ultraderecha campeando por sobre las democracias.
Desde una perspectiva ideológica el extremo conservadurismo se viste con un ropaje populista con la promesa de resolver las dificultades económica, política y sociales que el progresismo no ha sido capaz de enfrentar y solucionar. Esto, en el marco de una ciudadanía despolitizada y desilusionada de las prácticas políticas de las diferentes coaliciones que han gobernado los países occidentales durante los últimos cincuenta años, donde el flagelo de la corrupción a gran escala y la inconexión de la casta política respecto del pueblo ha sido su sello característico.
Desde un punto de vista histórico estas posturas emergen con fuerza tras un período de bonanza y posterior derrumbe económico y social. Sucedió tras el desplome de la Belle Époque (1895 – 1914), donde surgen regímenes totalitarios en la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la España de Franco, todos ellos tras la promesa de instaurar Estados vigorosos tras las cenizas del antiguo régimen, con el costo de millones de vidas en manos del fascismo.
En la época actual, la ultraderecha populista emerge con potencia y energía en el contexto del derrumbe del Estado de bienestar con su cohorte de miseria, derrumbe cultural y crisis migratoria que acrecienta la miseria global, en términos de Bourdieu, la masa migratoria va a conformarse como una infraclase, definida como millones de seres humanos que circulan por el mundo en busca de un trabajo que nunca conseguirán.
El ultra conservadurismo solo emerge para cumplir su rol histórico de acrecentar, amplificar y extender globalmente la crisis económica, social y cultural, cuyo costo fundamental radica en diezmar, aniquilar y exterminar la débil democracia que hoy impera en occidente.
La democracia, aunque siempre perfectible, es la única construcción de la conciencia colectiva, es el único bien cultural que garantiza en las sociedades el desarrollo de una vida digna, libre, y humanizadora del mundo de la vida.
Ante la amenaza fascista de la ultraderecha internacional, la respuesta debe ser vigorosa, maciza, poderosa impulsando más y mejor democracia. Una democracia depurada y noble, capaz de trascender los estigmas que hoy la laceran, la hieren y la vulneran, mediante el arma letal de la corrupción y la alienación de la sociedad política respecto de la sociedad civil.
Desde una perspectiva ideológica el extremo conservadurismo se viste con un ropaje populista con la promesa de resolver las dificultades económica, política y sociales que el progresismo no ha sido capaz de enfrentar y solucionar. Esto, en el marco de una ciudadanía despolitizada y desilusionada de las prácticas políticas de las diferentes coaliciones que han gobernado los países occidentales durante los últimos cincuenta años, donde el flagelo de la corrupción a gran escala y la inconexión de la casta política respecto del pueblo ha sido su sello característico. Desde un punto de vista histórico estas posturas emergen con fuerza tras un período de bonanza y posterior derrumbe económico y social. Sucedió tras el desplome de la Belle Époque (1895 – 1914), donde surgen regímenes totalitarios en la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la España de Franco, todos ellos tras la promesa de instaurar Estados vigorosos tras las cenizas del antiguo régimen, con el costo de millones de vidas en manos del fascismo. En la época actual, la ultraderecha populista emerge con potencia y energía en el contexto del derrumbe del Estado de bienestar con su cohorte de miseria, derrumbe cultural y crisis migratoria que acrecienta la miseria global, en términos de Bourdieu, la masa migratoria va a conformarse como una infraclase, definida como millones de seres humanos que circulan por el mundo en busca de un trabajo que nunca conseguirán. El ultra conservadurismo solo emerge para cumplir su rol histórico de acrecentar, amplificar y extender globalmente la crisis económica, social y cultural, cuyo costo fundamental radica en diezmar, aniquilar y exterminar la débil democracia que hoy impera en occidente. La democracia, aunque siempre perfectible, es la única construcción de la conciencia colectiva, es el único bien cultural que garantiza en las sociedades el desarrollo de una vida digna, libre, y humanizadora del mundo de la vida. Ante la amenaza fascista de la ultraderecha internacional, la respuesta debe ser vigorosa, maciza, poderosa impulsando más y mejor democracia. Una democracia depurada y noble, capaz de trascender los estigmas que hoy la laceran, la hieren y la vulneran, mediante el arma letal de la corrupción y la alienación de la sociedad política respecto de la sociedad civil. |
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