Latinoamérica unida vs. el colonialismo
Julián Denaro
"... El 10% más rico de la población mundial recibe el 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre del mundo, en conjunto, tan sólo el 8%. Esto quiere decir que las 760 millones de personas más ricas se apropian de 50.000.000 millones de dólares cada año ..."



El poder concentrado del mundo ha desplegado mecanismos persistentes de acumulación de riqueza, manejando la producción, la distribución y la asignación de recursos. Ellos, los conservadores, procuran que nadie los controle, porque pretenden continuar eternamente con libertad de acción. Esa es la libertad para ellos. Pero lo que es libertad para ellos, significa despojo, pobreza y exclusión para el resto de la población, que acaba siendo explotada por ese poder concentrado. En resumidas cuentas, lo que produce el mundo se lo quedan unos pocos. Los números provenientes del Laboratorio de Inequidad Mundial dirigido por Thomas Piketty, y que oportunamente publicó en medios argentinos Alfredo Zaiat, exponen la tragedia de la concentración económica con mucha elocuencia.

El 10% más rico de la población mundial recibe el 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre del mundo, en conjunto, tan sólo el 8%. Esto quiere decir que las 760 millones de personas más ricas se apropian de 50.000.000 millones de dólares cada año, mientras que 3.800 millones de personas deben arreglársela entre todos con 7.500.000 millones de dólares. La división es muy gráfica: en promedio, los más ricos se quedan cada año con 66.000 dólares, mientras que para la mitad de abajo quedan sólo 2.000 dólares para cada uno en promedio. Esto es consecuencia de que el 10% más rico posee el 76% de la riqueza del mundo, quedando sólo el 2% de la riqueza mundial para la mitad más pobre.

Estas mediciones, aplicadas al caso argentino, muestran que la mitad de abajo de la pirámide de ingresos gana en promedio 30.000 pesos por mes, mientras que el 10% más rico obtiene en promedio un ingreso mensual de 450.000 pesos, vale decir, 15 veces más. En el presente 2021, el 10% superior capturó en Argentina el 40% del producto total del país. A modo comparativo, en países de la región como Brasil o Chile, ese porcentaje ascendió al 60%, mientras que en Europa Occidental el mal es “menos peor”, oscilando entre un 30 y un 35%.

Ante este esquema estructural, que muestra la acumulación de riqueza en pocas manos, sin embargo, es posible advertir que, para el caso argentino, hubo una disminución. En el período 1900 – 1960, el 10% más rico se quedaba con el 55% del PBI, y ahora con el 40%. La conclusión evidente es que la desigualdad no es inevitable sino que es consecuencia de elecciones políticas.

En palabras de Lula Da Silva, presidente de Brasil del 2003 al 2010, que probablemente volverá a serlo desde el próximo año, el neoliberalismo sólo piensa en el sistema financiero, que da respuesta privilegiada a los intereses del mercado que, siempre conviene aclararlo, es manejado por los núcleos corporativos. Por eso, dice Lula, que para contrarrestar la creciente apropiación a manos de los poderes hegemónicos, no hay cosa más preciosa que el cuidado del pueblo. Y lo demuestran los hechos, como dijo: “No hubo presidente que pusiera más dinero en el pueblo que Néstor, Cristina o yo en Brasil. Nadie puede nombrar una obra de Bolsonaro o Macri, sólo que Macri dejó una deuda gigante para que Alberto la pague”.



Sigmund Freud lo anticipó en su obra de 1925, al describir la operatoria de las minorías, que persiguen intereses contrapuestos a los del conjunto de la sociedad. Esas minorías, para imponer sus condiciones, toman el poder de la prensa, a través de la cual trabajan la soberana opinión pública hasta conseguir instalar en el conjunto de creencias de las mayorías una serie de premisas convenientes para ellos. Pues claro, el poder concentrado ha manipulado a los pueblos manejando los medios y controlando al poder judicial. Como enunció Cristina con suprema claridad: “se condena en los medios y se le pone el sello en el poder judicial”. Por esta vía, los Estados Unidos de Norteamérica han conseguido colocar en nuestra región a gobiernos serviles a sus intereses y desarticular la unión regional que había generado millones de puestos de trabajo, inclusión social, restructuración de deudas externas con quita de capital e intereses y liberarnos, para el caso de Argentina y Brasil, del FMI, al cual los gobiernos de Néstor Kirchner y Lula Da Silva le pagaron el mismo día, allá por 2005.

Con vistas a defendernos del saqueo planificado desde el exterior, Lula expresó que juntos somos fuertes y separados frágiles, recordando una de las tantas máximas de Perón, quien proclamara el emblema “Unidos o Dominados” para la Patria Grande Latinoamericana. Lula, en su discurso del 10 de diciembre del 2021 en la Plaza de Mayo, recordó que en su período de gobierno anterior, tuvo la suerte de gobernar con Néstor y luego Cristina en Argentina, Chávez en Venezuela, el Pepe Mujica en Uruguay, Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, todos compañeros, amigos, progresistas, socialistas y humanistas. Si tal como se presume, Lula vuelve a ser elegido presidente a partir del 2022, un nuevo período de integración regional nos ilusiona con vistas a cambiar la historia para siempre, para conseguir cultivar la Memoria, ampliar Derechos, generar mayor igualdad y lograr la Justicia Social.

Abordando el caso argentino, Cristina Fernández hizo presente en su discurso, el mismo día, que en los 12 años que van del 2003 al 2015, y según un informe del Banco Mundial, se duplicó la clase media en Argentina, en simultáneo con haber reducido el desempleo desde el 22% al 6% y la deuda externa en moneda extranjera desde el 160% del PBI a tan sólo el 11%, a la vez que se logró el salario y las jubilaciones más elevadas de Latinoamérica, medidas en dólares y medidas en poder adquisitivo, o sea su valor real, medido en bienes.

Luego de los gobiernos puestos por Estados Unidos de Norteamérica a través de Temer y luego Bolsonaro en Brasil, y Macri en Argentina, los resultados fueron lógicos. Los intercambios comerciales entre ambos países bajaron desde 39.000 millones de dólares a 16.000 millones de dólares, y en Brasil se perdieron casi 5 millones de puestos de trabajo, alcanzando una desocupación del 15%, cuando en el 2014 era tan sólo del 4,5%. Por su parte, en Argentina, aumentaron el desempleo al 11% y la deuda externa en moneda extranjera al 45%. Este “paquetito” es el que tenemos que resolver los gobiernos del Campo Popular.

Algunas cosas se han conseguido en estos dos años de gobierno de Alberto Fernández, como devolver los medicamentos gratuitos a los jubilados, las cunas a los bebés, las computadoras a los escolares, los programas de asistencia a los universitarios, la categoría de ministerio a Salud, Trabajo, Ciencia y Tecnología, reactivar las centrales de energía nuclear, reestructurar un importante paquete de deuda externa en manos de privados y reimpulsar el programa espacial con vistas a conseguir soberanía comunicacional y satelital que además trae un importante retorno financiero. Pero el “regalito” del gobierno de Macri con el FMI debe resolverse con premura.

Ante esto, dijo Cristina que se le recuerda a los libertarios que lo primordial es tener libertad para elegir política económica sin auditorias monitoreadas desde Washington, y eso es lo que había conseguido Argentina desde que en 2005 dejamos de ser deudores del Fondo. Y que fueron ellos los que en 2018 volvieron a traerlo. Por eso, y en virtud de la suma de ilegalidades e ilegitimidades vinculadas al mayor préstamo de la historia, esto adquiere visibilidad internacional. Dentro de las irregularidades se cita no haber tratado el endeudamiento externo en el Parlamento como lo expresa nuestra Constitución, dentro de lo cual debe exponerse el efecto sobre la Balanza de Pagos. Asimismo, y por si fuera poco, ni siquiera ha respetado el estatuto del propio Fondo, que prohíbe prestarle a países con deudas insostenibles y fuga de capitales financieros con formación de activos externos.

Bajo estas condiciones, la propuesta de Cristina Fernández es solicitarle al FMI que nos ayude a repatriar lo que se llevaron a guaridas fiscales sin pagar impuestos, lo cual suma más de 100.000 millones de dólares, que es más del doble de lo que se le debe a ellos. Asimismo, se convoca a todos los partidos con representación parlamentaria para decirle al Fondo que no se va a aprobar ningún plan que obstaculice nuestra recuperación económica, haciendo honor a las palabras de Néstor Kirchner, quien anunció apenas asumió, que no se iba a pagar la deuda con el hambre de nuestro pueblo, ya que los muertos no pagan, y que por eso, si quieren que les paguemos, primero nos tenían que dejar crecer. Tras cartón, propuso constituir un GANA – Gran Acuerdo Nacional Argentino – para sostener con fuerza y convicción la estabilidad cambiaria, así eliminar el sistema bimonetario y en consecuencia alcanzar una soberanía sostenible y confiable de nuestra propia moneda.




El poder concentrado del mundo ha desplegado mecanismos persistentes de acumulación de riqueza, manejando la producción, la distribución y la asignación de recursos. Ellos, los conservadores, procuran que nadie los controle, porque pretenden continuar eternamente con libertad de acción. Esa es la libertad para ellos. Pero lo que es libertad para ellos, significa despojo, pobreza y exclusión para el resto de la población, que acaba siendo explotada por ese poder concentrado. En resumidas cuentas, lo que produce el mundo se lo quedan unos pocos. Los números provenientes del Laboratorio de Inequidad Mundial dirigido por Thomas Piketty, y que oportunamente publicó en medios argentinos Alfredo Zaiat, exponen la tragedia de la concentración económica con mucha elocuencia.

El 10% más rico de la población mundial recibe el 52% del ingreso mundial, mientras que la mitad más pobre del mundo, en conjunto, tan sólo el 8%. Esto quiere decir que las 760 millones de personas más ricas se apropian de 50.000.000 millones de dólares cada año, mientras que 3.800 millones de personas deben arreglársela entre todos con 7.500.000 millones de dólares. La división es muy gráfica: en promedio, los más ricos se quedan cada año con 66.000 dólares, mientras que para la mitad de abajo quedan sólo 2.000 dólares para cada uno en promedio. Esto es consecuencia de que el 10% más rico posee el 76% de la riqueza del mundo, quedando sólo el 2% de la riqueza mundial para la mitad más pobre.

Estas mediciones, aplicadas al caso argentino, muestran que la mitad de abajo de la pirámide de ingresos gana en promedio 30.000 pesos por mes, mientras que el 10% más rico obtiene en promedio un ingreso mensual de 450.000 pesos, vale decir, 15 veces más. En el presente 2021, el 10% superior capturó en Argentina el 40% del producto total del país. A modo comparativo, en países de la región como Brasil o Chile, ese porcentaje ascendió al 60%, mientras que en Europa Occidental el mal es “menos peor”, oscilando entre un 30 y un 35%.

Ante este esquema estructural, que muestra la acumulación de riqueza en pocas manos, sin embargo, es posible advertir que, para el caso argentino, hubo una disminución. En el período 1900 – 1960, el 10% más rico se quedaba con el 55% del PBI, y ahora con el 40%. La conclusión evidente es que la desigualdad no es inevitable sino que es consecuencia de elecciones políticas.

En palabras de Lula Da Silva, presidente de Brasil del 2003 al 2010, que probablemente volverá a serlo desde el próximo año, el neoliberalismo sólo piensa en el sistema financiero, que da respuesta privilegiada a los intereses del mercado que, siempre conviene aclararlo, es manejado por los núcleos corporativos. Por eso, dice Lula, que para contrarrestar la creciente apropiación a manos de los poderes hegemónicos, no hay cosa más preciosa que el cuidado del pueblo. Y lo demuestran los hechos, como dijo: “No hubo presidente que pusiera más dinero en el pueblo que Néstor, Cristina o yo en Brasil. Nadie puede nombrar una obra de Bolsonaro o Macri, sólo que Macri dejó una deuda gigante para que Alberto la pague”.



Sigmund Freud lo anticipó en su obra de 1925, al describir la operatoria de las minorías, que persiguen intereses contrapuestos a los del conjunto de la sociedad. Esas minorías, para imponer sus condiciones, toman el poder de la prensa, a través de la cual trabajan la soberana opinión pública hasta conseguir instalar en el conjunto de creencias de las mayorías una serie de premisas convenientes para ellos. Pues claro, el poder concentrado ha manipulado a los pueblos manejando los medios y controlando al poder judicial. Como enunció Cristina con suprema claridad: “se condena en los medios y se le pone el sello en el poder judicial”. Por esta vía, los Estados Unidos de Norteamérica han conseguido colocar en nuestra región a gobiernos serviles a sus intereses y desarticular la unión regional que había generado millones de puestos de trabajo, inclusión social, restructuración de deudas externas con quita de capital e intereses y liberarnos, para el caso de Argentina y Brasil, del FMI, al cual los gobiernos de Néstor Kirchner y Lula Da Silva le pagaron el mismo día, allá por 2005.

Con vistas a defendernos del saqueo planificado desde el exterior, Lula expresó que juntos somos fuertes y separados frágiles, recordando una de las tantas máximas de Perón, quien proclamara el emblema “Unidos o Dominados” para la Patria Grande Latinoamericana. Lula, en su discurso del 10 de diciembre del 2021 en la Plaza de Mayo, recordó que en su período de gobierno anterior, tuvo la suerte de gobernar con Néstor y luego Cristina en Argentina, Chávez en Venezuela, el Pepe Mujica en Uruguay, Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en Bolivia, todos compañeros, amigos, progresistas, socialistas y humanistas. Si tal como se presume, Lula vuelve a ser elegido presidente a partir del 2022, un nuevo período de integración regional nos ilusiona con vistas a cambiar la historia para siempre, para conseguir cultivar la Memoria, ampliar Derechos, generar mayor igualdad y lograr la Justicia Social.

Abordando el caso argentino, Cristina Fernández hizo presente en su discurso, el mismo día, que en los 12 años que van del 2003 al 2015, y según un informe del Banco Mundial, se duplicó la clase media en Argentina, en simultáneo con haber reducido el desempleo desde el 22% al 6% y la deuda externa en moneda extranjera desde el 160% del PBI a tan sólo el 11%, a la vez que se logró el salario y las jubilaciones más elevadas de Latinoamérica, medidas en dólares y medidas en poder adquisitivo, o sea su valor real, medido en bienes.

Luego de los gobiernos puestos por Estados Unidos de Norteamérica a través de Temer y luego Bolsonaro en Brasil, y Macri en Argentina, los resultados fueron lógicos. Los intercambios comerciales entre ambos países bajaron desde 39.000 millones de dólares a 16.000 millones de dólares, y en Brasil se perdieron casi 5 millones de puestos de trabajo, alcanzando una desocupación del 15%, cuando en el 2014 era tan sólo del 4,5%. Por su parte, en Argentina, aumentaron el desempleo al 11% y la deuda externa en moneda extranjera al 45%. Este “paquetito” es el que tenemos que resolver los gobiernos del Campo Popular.

Algunas cosas se han conseguido en estos dos años de gobierno de Alberto Fernández, como devolver los medicamentos gratuitos a los jubilados, las cunas a los bebés, las computadoras a los escolares, los programas de asistencia a los universitarios, la categoría de ministerio a Salud, Trabajo, Ciencia y Tecnología, reactivar las centrales de energía nuclear, reestructurar un importante paquete de deuda externa en manos de privados y reimpulsar el programa espacial con vistas a conseguir soberanía comunicacional y satelital que además trae un importante retorno financiero. Pero el “regalito” del gobierno de Macri con el FMI debe resolverse con premura.

Ante esto, dijo Cristina que se le recuerda a los libertarios que lo primordial es tener libertad para elegir política económica sin auditorias monitoreadas desde Washington, y eso es lo que había conseguido Argentina desde que en 2005 dejamos de ser deudores del Fondo. Y que fueron ellos los que en 2018 volvieron a traerlo. Por eso, y en virtud de la suma de ilegalidades e ilegitimidades vinculadas al mayor préstamo de la historia, esto adquiere visibilidad internacional. Dentro de las irregularidades se cita no haber tratado el endeudamiento externo en el Parlamento como lo expresa nuestra Constitución, dentro de lo cual debe exponerse el efecto sobre la Balanza de Pagos. Asimismo, y por si fuera poco, ni siquiera ha respetado el estatuto del propio Fondo, que prohíbe prestarle a países con deudas insostenibles y fuga de capitales financieros con formación de activos externos.

Bajo estas condiciones, la propuesta de Cristina Fernández es solicitarle al FMI que nos ayude a repatriar lo que se llevaron a guaridas fiscales sin pagar impuestos, lo cual suma más de 100.000 millones de dólares, que es más del doble de lo que se le debe a ellos. Asimismo, se convoca a todos los partidos con representación parlamentaria para decirle al Fondo que no se va a aprobar ningún plan que obstaculice nuestra recuperación económica, haciendo honor a las palabras de Néstor Kirchner, quien anunció apenas asumió, que no se iba a pagar la deuda con el hambre de nuestro pueblo, ya que los muertos no pagan, y que por eso, si quieren que les paguemos, primero nos tenían que dejar crecer. Tras cartón, propuso constituir un GANA – Gran Acuerdo Nacional Argentino – para sostener con fuerza y convicción la estabilidad cambiaria, así eliminar el sistema bimonetario y en consecuencia alcanzar una soberanía sostenible y confiable de nuestra propia moneda.




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