Raúl González Tuñón, un poeta verde, argentino y chorpalético (*)
Héctor Morales Henríquez
En Chile permanece hasta el año 1946, pero según la situación política en Argentina, a donde hace algunas arrancaditas, sin que se note mucho.


La revolución de octubre de 1934 en Asturias fue aplastada a sangre y fuego. Quizás sea está la última Revolución práctica de un modelo que viene desde la revolución de octubre de 1917 en Rusia. La crisis global, tras el derrumbe de los mercados financieros de 1929, trajo consigo un movimiento social estridente, ruidoso, callejero, por todo Europa. Desde Viena hasta Oviedo.

Esto mismo precipitó acuerdos políticos entre comunistas y afines en la ideología y socialdemócratas, más avanzados, surgiendo los “Frente Popular” en muchos lugares, entre ellos en Chile y de algún modo también en Argentina.

¿Pero qué tiene que ver esto con Raúl González Tuñón en Chile? Mucho, mucho, que ver. Raúl, este poeta, tan poeta, tan argentino, en ese contexto, vive y escribe. ¿Qué hacía primero cuando ya estaba despierto cada mañana?

En España se mezcla, convive, circula en un momento con tanta gente y entre estas con los escritores de la “Generación del 27”: 10 poetas marcan una de las páginas más trascendentes de sus propias historias. A decir, y rememorar “Pedro Salinas (1891-1951), Adriano del Valle (1895-1957), Manuel Altolaguirre (1905-1959), Juan José Domenchina (1898-1959), Federico, García Lorca (1898-1936), Emilio Prados (1899-1962), Luis Cernuda (1902-1963), Jorge Guillén (1893-1984). De este mundo estamos hablando, este es el mundo de Raúl. El mundo no son aviones, ni satélites, circundando la faz de la tierra, es gente que ríe y que la pasa mal, que tiene y le falta, gente que duerme en el metro y otra a la cual le llevan el desayuno a la cama.

En esos nerviosos años treinta, Raúl viaja tres veces a España, en 1929, en 1935 ya casado con Amparo Mom, conoce a Neruda y Miguel Hernández. En 1937 vuelve con la misión de cubrir como periodista el Congreso de Intelectuales, que tuvo lugar en Valencia, Madrid y Barcelona, entre los días 4 y 11 de julio de 1937. En el cual se encuentran Mikhail Koltzov, Ilya Eherenburg y Alexis Tolstoi (URSS); Julien Benda, Louis Aragon, André Malraux y Tristan Tzara (Francia); Bertolt Brecht, Heinrich Mann y Ludwig Renn (Alemania); Stephen Spender y Wystan Auden (Inglaterra) y Langston Hughes (Estados Unidos); Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y Juan Marinello (Cuba); Vicente Huidobro (Chile), César Vallejo (Perú) y Octavio Paz y Carlos Pellicer (México). De esto estamos hablando.

Cuando Pablo Neruda escribe, clama, o llora “España en el corazón”, “Mi casa era llamada la casa de las flores, porque por todas partes estallaban geranios, era una bella casa, con perros y chiquillos. ¿Raúl te acuerdas?, ¿Te acuerdas Rafael?, Federico, ¿te acuerdas debajo de la tierra, te acuerdas de mi casa con balcones en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca? Hermano, hermano!”
En octubre del año 37, Raúl se desembarca en Valparaíso, junto a Amparo Mom y Pablo Neruda con su esposa Delia del Carril, ambas argentinas. A partir de ese momento, lo moviliza una agenda –como se dice hoy por hoy- a través de la cual se le ve en diferentes eventos culturales, entrevistas de prensa, muy vinculado con Neruda, quien incluso lo invitó a vivir a su casa.

En una revista santiaguina se definió como “un escritor al servicio de mi tiempo”. En esta sentencia revela su estado de ánimo, desplegando su intelecto, la forma y el contenido de su obra. Raúl labra en sus textos, una poesía militante a raíz de un planeta que se estremece por la convulsión de la especie humana de esos años. Este porteño comunista, desenfunda su lapicero y lo carga con tinta de denuncia de defensa, desenmascarando al cruel, al despiadado, a los que han bombardeado Guernica y tantas localidades españolas. La linotipia es la metralla de Raúl González Tuñón. No puede permanecer ajeno a la pelea, según sus dichos.

El 7 de noviembre participa en la fundación de la sección chilena de la “Alianza de Intelectuales para la defensa de la cultura”, brazo del Congreso de intelectuales en España citado. Tras aquello participa, junto Neruda, en una “charla lírica” en el Teatro Municipal de Santiago, evento que repiten en 1938 en el salón de honor de la Universidad de Chile, se ponen parlantes al exterior para aquellos que no pudieron entrar.



Raúl, se pone a escribir como aquel que no lo para nadie, en revistas culturales, artículos de prensa cada semana. Es parte del equipo periodístico que funda el diario “El Siglo”. En Chile permanece hasta el año 1946, pero según la situación política en Argentina, a donde hace algunas arrancaditas, sin que se note mucho. Obviamente, el gran volumen de su trabajo dice relación con sus experiencias directas, con motivación periodística y de escritor en sí, con España, tanto los antecedentes, el desarrollo y el desenlace de la guerra civil española. Y, por esa vía le hace un seguimiento en sus detalles a la segunda guerra mundial, denunciando los crímenes negros del nazismo, y su pacto de crimen con el Franquismo español.
De solo leerlo, uno se percata lo que marca esos cinco años de vida en Chile. Lo acompañaba Amparo Mom. No decir nada de ella estaríamos frente un texto bastante injusto. Raúl no tiene atrás de él, sino al lado, una gran mujer.

Amparo Mom es una intelectual argentina muy atractiva e influyente. Desde muy joven se vincula con círculos intelectuales. Es vanguardista en arte y literatura. En el curso de esos días porteños, se vincula con organizaciones de izquierda. No sé el caso de los argentinos, pero en Chile tenemos un dicho, ser “bastante llevada de sus ideas”, por lo que me he enterado esa calificación le cabe muy bien a Amparo. Al inicio de los 30’, trabaja en la “Critica” Allí conoce a Raúl González Tuñón, casándose con él en 1935. Ambos se suman a la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores. En ese estremecedor 1937 a Amparo Mom se le diagnostica un cáncer, muriendo en 1940.

“Rosa Blindada”, junto a “Las puertas del Fuego”, “La muerte en Madrid” son los libros que marca la obra de Raúl González Tuñón, en este período tan trascendente en su vida, que son equivalente a “España en el corazón” de Pablo Neruda. Y, sin duda, estas con otras conforma un destilado poético; el arte de la lengua, de la palabra, de las letras vivas.

En Chile escribe “Himno de Pólvora”, es un libro de combate antifascista, textos líricos, prosa y poesía, que despliega comentarios de literatura, política internacional, viajes, héroes, hombres y mujeres de su tiempo y poemas de guerra, como él mismo dice.

¿Qué hizo Raúl González Tuñón en Chile?, trabajó, escribió, pensó, poetizó, le arrancó sus entrañas a la máquina de escribir. Impresiona el volumen de texto, de creatividad. Es un trabajo en sí mismo, la recopilación de esa obra que subyace en las páginas de El Siglo, el periódico del Partido Comunista de Chile, próximo a cumplir este mes ochenta años de su primer ejemplar. Espero en algún momento compartir con ustedes su “Introducción”.


Encuentro en Buenos Aires
En 1984 iba por una calle de Buenos Aires. A Buenos Aires no le faltan calles. Pero tampoco le sobran. Todas le pertenecen, todas son calles de Buenos Aires. A sus calles se les distingue porque cuando caminan y conversan, siempre mueven mucho las manos. Imaginen, era mi primera visita. Pero en este caso venia, Héctor el caminante desde Santiago.

Bueno vamos al asunto. En eso de andar vitrineando la ciudad, los semáforos -en todas partes son peligrosos cuando se ponen a dormir-, un café, otra esquina y otra conversación. En esas circunstancias conocí a Raúl González Tuñon. yo iba con una lazarilla, Claudia Korol. Ella me dice, mirá "ahí está Raúl". Estaba sentado recuerdo en una vitrina o en la terraza de madera de un vendedor de libros de esos bien leídos. Mucho gusto le dije. Yo no le conocía. Me pareció un tipo amable, un tipo de aquellos que no les sobra cara, ni le faltan manos, con un peinado de esos de toda la vida, que los argentinos hicieron para sí. Contó que había vivido en Chile. Yo dije, como buen chovinistas chileno "bueno el que vive en dos lugares, nunca más es de uno solo". A qué se dedica le pregunté. "Tengo un huertito de letras, un buen ranchito de hojas amarillas, algunas otras blancas, de esas arrogantes que dicen que son más caras. Letras a todo blanco y negro. "Es una linda huertita, que yo tengo en esta ciudad, que la llevo siempre prendida en mi solapa. "A qué bien, también yo tengo un pequeño macetero en mi ventana, con algunas flores, que tengo que moverle la tierra, para que no se muera" le dije. Usted es un latifundista, yo soy un pobre peón". Se rió y me dijo "estos chilenos siempre tan modestos". Me dejó rebotando la respuesta, "bueno por algo vivimos al final del mundo". Como buen espadachín arremetió, "no me diga eso, nadie sabe dónde comienza y terminan el mundo". Un apretón de mano, y un contento mucho gusto.
Pero el asunto es que nuevamente me lo encontré en otra librería y así comenzó a parecer en muchas partes. De hecho llegó a mi casa y se instaló entre los libros. Y, desde entonces siempre cuando veo uno de sus libros, le digo "Raúl, encontré un libro suyo, yo se lo guardo". Como pueden ver desde entonces hemos hecho buena amistad.

Años atrás, había un canal en el cable, abuelo de Netflix, "Sólo tangos", un buen canal. Un día lo vi en un programa, conversando. Ahí conocí a Raúl el conversado.
Cuando conocí el poema "Los ladrones", me estremeció su originalidad y audacia, escritor. De esos que son capaces son capaces de convertir a un villano, a un ladrón, en un tipo buena persona, de esos, que uno piensa, que no tienen perdón de Dios, y más aún musicalizado y cantado por el conjunto Cedrón.


(*)CHORPALÉTICO, palabra imaginada por Federico García Lorca para decir, lo mejor, lo máximo, insuperable.

La revolución de octubre de 1934 en Asturias fue aplastada a sangre y fuego. Quizás sea está la última Revolución práctica de un modelo que viene desde la revolución de octubre de 1917 en Rusia. La crisis global, tras el derrumbe de los mercados financieros de 1929, trajo consigo un movimiento social estridente, ruidoso, callejero, por todo Europa. Desde Viena hasta Oviedo.

Esto mismo precipitó acuerdos políticos entre comunistas y afines en la ideología y socialdemócratas, más avanzados, surgiendo los “Frente Popular” en muchos lugares, entre ellos en Chile y de algún modo también en Argentina.

¿Pero qué tiene que ver esto con Raúl González Tuñón en Chile? Mucho, mucho, que ver. Raúl, este poeta, tan poeta, tan argentino, en ese contexto, vive y escribe. ¿Qué hacía primero cuando ya estaba despierto cada mañana?

En España se mezcla, convive, circula en un momento con tanta gente y entre estas con los escritores de la “Generación del 27”: 10 poetas marcan una de las páginas más trascendentes de sus propias historias. A decir, y rememorar “Pedro Salinas (1891-1951), Adriano del Valle (1895-1957), Manuel Altolaguirre (1905-1959), Juan José Domenchina (1898-1959), Federico, García Lorca (1898-1936), Emilio Prados (1899-1962), Luis Cernuda (1902-1963), Jorge Guillén (1893-1984). De este mundo estamos hablando, este es el mundo de Raúl. El mundo no son aviones, ni satélites, circundando la faz de la tierra, es gente que ríe y que la pasa mal, que tiene y le falta, gente que duerme en el metro y otra a la cual le llevan el desayuno a la cama.

En esos nerviosos años treinta, Raúl viaja tres veces a España, en 1929, en 1935 ya casado con Amparo Mom, conoce a Neruda y Miguel Hernández. En 1937 vuelve con la misión de cubrir como periodista el Congreso de Intelectuales, que tuvo lugar en Valencia, Madrid y Barcelona, entre los días 4 y 11 de julio de 1937. En el cual se encuentran Mikhail Koltzov, Ilya Eherenburg y Alexis Tolstoi (URSS); Julien Benda, Louis Aragon, André Malraux y Tristan Tzara (Francia); Bertolt Brecht, Heinrich Mann y Ludwig Renn (Alemania); Stephen Spender y Wystan Auden (Inglaterra) y Langston Hughes (Estados Unidos); Alejo Carpentier, Nicolás Guillén y Juan Marinello (Cuba); Vicente Huidobro (Chile), César Vallejo (Perú) y Octavio Paz y Carlos Pellicer (México). De esto estamos hablando.

Cuando Pablo Neruda escribe, clama, o llora “España en el corazón”, “Mi casa era llamada la casa de las flores, porque por todas partes estallaban geranios, era una bella casa, con perros y chiquillos. ¿Raúl te acuerdas?, ¿Te acuerdas Rafael?, Federico, ¿te acuerdas debajo de la tierra, te acuerdas de mi casa con balcones en donde la luz de junio ahogaba flores en tu boca? Hermano, hermano!”
En octubre del año 37, Raúl se desembarca en Valparaíso, junto a Amparo Mom y Pablo Neruda con su esposa Delia del Carril, ambas argentinas. A partir de ese momento, lo moviliza una agenda –como se dice hoy por hoy- a través de la cual se le ve en diferentes eventos culturales, entrevistas de prensa, muy vinculado con Neruda, quien incluso lo invitó a vivir a su casa.

En una revista santiaguina se definió como “un escritor al servicio de mi tiempo”. En esta sentencia revela su estado de ánimo, desplegando su intelecto, la forma y el contenido de su obra. Raúl labra en sus textos, una poesía militante a raíz de un planeta que se estremece por la convulsión de la especie humana de esos años. Este porteño comunista, desenfunda su lapicero y lo carga con tinta de denuncia de defensa, desenmascarando al cruel, al despiadado, a los que han bombardeado Guernica y tantas localidades españolas. La linotipia es la metralla de Raúl González Tuñón. No puede permanecer ajeno a la pelea, según sus dichos.

El 7 de noviembre participa en la fundación de la sección chilena de la “Alianza de Intelectuales para la defensa de la cultura”, brazo del Congreso de intelectuales en España citado. Tras aquello participa, junto Neruda, en una “charla lírica” en el Teatro Municipal de Santiago, evento que repiten en 1938 en el salón de honor de la Universidad de Chile, se ponen parlantes al exterior para aquellos que no pudieron entrar.



Raúl, se pone a escribir como aquel que no lo para nadie, en revistas culturales, artículos de prensa cada semana. Es parte del equipo periodístico que funda el diario “El Siglo”. En Chile permanece hasta el año 1946, pero según la situación política en Argentina, a donde hace algunas arrancaditas, sin que se note mucho. Obviamente, el gran volumen de su trabajo dice relación con sus experiencias directas, con motivación periodística y de escritor en sí, con España, tanto los antecedentes, el desarrollo y el desenlace de la guerra civil española. Y, por esa vía le hace un seguimiento en sus detalles a la segunda guerra mundial, denunciando los crímenes negros del nazismo, y su pacto de crimen con el Franquismo español.
De solo leerlo, uno se percata lo que marca esos cinco años de vida en Chile. Lo acompañaba Amparo Mom. No decir nada de ella estaríamos frente un texto bastante injusto. Raúl no tiene atrás de él, sino al lado, una gran mujer.

Amparo Mom es una intelectual argentina muy atractiva e influyente. Desde muy joven se vincula con círculos intelectuales. Es vanguardista en arte y literatura. En el curso de esos días porteños, se vincula con organizaciones de izquierda. No sé el caso de los argentinos, pero en Chile tenemos un dicho, ser “bastante llevada de sus ideas”, por lo que me he enterado esa calificación le cabe muy bien a Amparo. Al inicio de los 30’, trabaja en la “Critica” Allí conoce a Raúl González Tuñón, casándose con él en 1935. Ambos se suman a la Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores. En ese estremecedor 1937 a Amparo Mom se le diagnostica un cáncer, muriendo en 1940.

“Rosa Blindada”, junto a “Las puertas del Fuego”, “La muerte en Madrid” son los libros que marca la obra de Raúl González Tuñón, en este período tan trascendente en su vida, que son equivalente a “España en el corazón” de Pablo Neruda. Y, sin duda, estas con otras conforma un destilado poético; el arte de la lengua, de la palabra, de las letras vivas.

En Chile escribe “Himno de Pólvora”, es un libro de combate antifascista, textos líricos, prosa y poesía, que despliega comentarios de literatura, política internacional, viajes, héroes, hombres y mujeres de su tiempo y poemas de guerra, como él mismo dice.

¿Qué hizo Raúl González Tuñón en Chile?, trabajó, escribió, pensó, poetizó, le arrancó sus entrañas a la máquina de escribir. Impresiona el volumen de texto, de creatividad. Es un trabajo en sí mismo, la recopilación de esa obra que subyace en las páginas de El Siglo, el periódico del Partido Comunista de Chile, próximo a cumplir este mes ochenta años de su primer ejemplar. Espero en algún momento compartir con ustedes su “Introducción”.


Encuentro en Buenos Aires
En 1984 iba por una calle de Buenos Aires. A Buenos Aires no le faltan calles. Pero tampoco le sobran. Todas le pertenecen, todas son calles de Buenos Aires. A sus calles se les distingue porque cuando caminan y conversan, siempre mueven mucho las manos. Imaginen, era mi primera visita. Pero en este caso venia, Héctor el caminante desde Santiago.

Bueno vamos al asunto. En eso de andar vitrineando la ciudad, los semáforos -en todas partes son peligrosos cuando se ponen a dormir-, un café, otra esquina y otra conversación. En esas circunstancias conocí a Raúl González Tuñon. yo iba con una lazarilla, Claudia Korol. Ella me dice, mirá "ahí está Raúl". Estaba sentado recuerdo en una vitrina o en la terraza de madera de un vendedor de libros de esos bien leídos. Mucho gusto le dije. Yo no le conocía. Me pareció un tipo amable, un tipo de aquellos que no les sobra cara, ni le faltan manos, con un peinado de esos de toda la vida, que los argentinos hicieron para sí. Contó que había vivido en Chile. Yo dije, como buen chovinistas chileno "bueno el que vive en dos lugares, nunca más es de uno solo". A qué se dedica le pregunté. "Tengo un huertito de letras, un buen ranchito de hojas amarillas, algunas otras blancas, de esas arrogantes que dicen que son más caras. Letras a todo blanco y negro. "Es una linda huertita, que yo tengo en esta ciudad, que la llevo siempre prendida en mi solapa. "A qué bien, también yo tengo un pequeño macetero en mi ventana, con algunas flores, que tengo que moverle la tierra, para que no se muera" le dije. Usted es un latifundista, yo soy un pobre peón". Se rió y me dijo "estos chilenos siempre tan modestos". Me dejó rebotando la respuesta, "bueno por algo vivimos al final del mundo". Como buen espadachín arremetió, "no me diga eso, nadie sabe dónde comienza y terminan el mundo". Un apretón de mano, y un contento mucho gusto.
Pero el asunto es que nuevamente me lo encontré en otra librería y así comenzó a parecer en muchas partes. De hecho llegó a mi casa y se instaló entre los libros. Y, desde entonces siempre cuando veo uno de sus libros, le digo "Raúl, encontré un libro suyo, yo se lo guardo". Como pueden ver desde entonces hemos hecho buena amistad.

Años atrás, había un canal en el cable, abuelo de Netflix, "Sólo tangos", un buen canal. Un día lo vi en un programa, conversando. Ahí conocí a Raúl el conversado.
Cuando conocí el poema "Los ladrones", me estremeció su originalidad y audacia, escritor. De esos que son capaces son capaces de convertir a un villano, a un ladrón, en un tipo buena persona, de esos, que uno piensa, que no tienen perdón de Dios, y más aún musicalizado y cantado por el conjunto Cedrón.


(*)CHORPALÉTICO, palabra imaginada por Federico García Lorca para decir, lo mejor, lo máximo, insuperable.


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