Retos del Movimiento Estudiantil en el Perú y América Latina
Marco Jean Paul Apaza Gonzales
Siempre que se habla del movimiento estudiantil, se piensa en la Reforma Universitaria de Argentina. Es inevitable comenzar cualquier explicación comentando sobre esta gran victoria de los estudiantes en el mundo.


Siempre que se habla del movimiento estudiantil, se piensa en la Reforma Universitaria de Argentina. Es inevitable comenzar cualquier explicación comentando sobre esta gran victoria de los estudiantes en el mundo.

Pero, ¿es vigente la lucha por los pilares reformistas? Claro, todas las banderas de lucha sin excepción mantienen vigencia. En algunos casos se ha retrocedido en derechos y en otros, se tiene una evidente transformación del sistema universitario, que hace necesario nuevas banderas.

En 1918 la universidad era eminentemente pública, mientras que hoy tenemos instalado el mercado educativo. Esta es la principal característica a resaltar: la universidad privada. Si está bien o está mal, es algo que no voy a comentar en esta ocasión (pese a ser evidente mi posición). Hoy resulta más útil entender la nueva dinámica del movimiento estudiantil, ya que los gremios llenos de historia y tradición no son suficientes para orientar un número creciente de estudiantes y la nueva forma de organización estudiantil es una tarea pendiente que no queremos resolver, puesto que nos contentamos con reivindicaciones inmediatas y cortoplacistas (esto a modo de autocrítica).

Las necesidades de los estudiantes son nuevas y abren la posibilidad de adquirir nuevos derechos, como la conectividad a plataformas virtuales, pero nuestra estrechez nos hace diferenciar, en algunos casos de forma irreconciliable, a los estudiantes de privadas y públicas. Este es un grave error. Los estudiantes debemos buscar puntos en común para forjar la unidad. Si sabemos que las universidades privadas están en galopante crecimiento, es urgente priorizar su organización: no podemos esperar qué, desde la comodidad de nuestros espacios, ellos, de forma espontánea encuentren un camino viable, no ocurre así. En todos los casos existe una organización superior que orienta la fundación de un gremio, esta es una regla general, y por ello es importante que los veamos como aliados y promovamos su integración.



Romper con la clásica diferenciación es tarea de los gremios estudiantiles consolidados, en el caso peruano son las universidades públicas. Si no tenemos esta visión, no vamos a poder plantear nuevas reformas que son necesarias conquistar en la actualidad. Menciono algunas a modo de propuesta: el derecho de organización estudiantil, de lucha contra la hostilización gremial, de acceso efectivo a plataformas virtuales, de elección igualitaria de autoridades universitarias y nuevas facultades en la autonomía universitaria.

En este último punto detengo para explicar algunas cuestiones a continuación. La autonomía nace como una potestad que tienen las universidades para gobernar los centros de investigación científica sin interferencia del gobierno de turno, pero en la actualidad esta potestad también otorga impunidad a las mafias enquistadas en los claustros universitarios, al menos en Perú. En cada región se puede encontrar una universidad pública con una organización criminal que acecha el poder. La autonomía como institución se ha desvirtuado y requiere recobrar sus orígenes fundacionales. Para ello se tiene que repensar el ordenamiento jurídico: no podemos plantear grandes cambios bajo las reglas del marco constitucional que en muchos casos responde a intereses imperialistas.

He aquí el punto central y razón del presente artículo. Los estudiantes siempre hemos sido los primeros en protestar ante las injusticias, lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo, pero no podemos admitir que este sea nuestro rol eterno: el del reclamante. Debemos avanzar hacia una auténtica vocación de poder, de ingresar al aparato estatal con objetivos en común que se sostengan en el tiempo y luchen por las nuevas banderas de los estudiantes. Perdamos el miedo que le tenemos a la política, dignifiquemos este servicio a la patria con la presencia de una nueva generación que no solo sea espectadora de las decisiones de grupos de poder, sino que, proponga al país opciones viables de transformación.

Tengamos vocación de poder, salgamos de la comodidad de la protesta y pensemos en un movimiento estudiantil capaz de gobernar.

Siempre que se habla del movimiento estudiantil, se piensa en la Reforma Universitaria de Argentina. Es inevitable comenzar cualquier explicación comentando sobre esta gran victoria de los estudiantes en el mundo.

Pero, ¿es vigente la lucha por los pilares reformistas? Claro, todas las banderas de lucha sin excepción mantienen vigencia. En algunos casos se ha retrocedido en derechos y en otros, se tiene una evidente transformación del sistema universitario, que hace necesario nuevas banderas.

En 1918 la universidad era eminentemente pública, mientras que hoy tenemos instalado el mercado educativo. Esta es la principal característica a resaltar: la universidad privada. Si está bien o está mal, es algo que no voy a comentar en esta ocasión (pese a ser evidente mi posición). Hoy resulta más útil entender la nueva dinámica del movimiento estudiantil, ya que los gremios llenos de historia y tradición no son suficientes para orientar un número creciente de estudiantes y la nueva forma de organización estudiantil es una tarea pendiente que no queremos resolver, puesto que nos contentamos con reivindicaciones inmediatas y cortoplacistas (esto a modo de autocrítica).

Las necesidades de los estudiantes son nuevas y abren la posibilidad de adquirir nuevos derechos, como la conectividad a plataformas virtuales, pero nuestra estrechez nos hace diferenciar, en algunos casos de forma irreconciliable, a los estudiantes de privadas y públicas. Este es un grave error. Los estudiantes debemos buscar puntos en común para forjar la unidad. Si sabemos que las universidades privadas están en galopante crecimiento, es urgente priorizar su organización: no podemos esperar qué, desde la comodidad de nuestros espacios, ellos, de forma espontánea encuentren un camino viable, no ocurre así. En todos los casos existe una organización superior que orienta la fundación de un gremio, esta es una regla general, y por ello es importante que los veamos como aliados y promovamos su integración.



Romper con la clásica diferenciación es tarea de los gremios estudiantiles consolidados, en el caso peruano son las universidades públicas. Si no tenemos esta visión, no vamos a poder plantear nuevas reformas que son necesarias conquistar en la actualidad. Menciono algunas a modo de propuesta: el derecho de organización estudiantil, de lucha contra la hostilización gremial, de acceso efectivo a plataformas virtuales, de elección igualitaria de autoridades universitarias y nuevas facultades en la autonomía universitaria.

En este último punto detengo para explicar algunas cuestiones a continuación. La autonomía nace como una potestad que tienen las universidades para gobernar los centros de investigación científica sin interferencia del gobierno de turno, pero en la actualidad esta potestad también otorga impunidad a las mafias enquistadas en los claustros universitarios, al menos en Perú. En cada región se puede encontrar una universidad pública con una organización criminal que acecha el poder. La autonomía como institución se ha desvirtuado y requiere recobrar sus orígenes fundacionales. Para ello se tiene que repensar el ordenamiento jurídico: no podemos plantear grandes cambios bajo las reglas del marco constitucional que en muchos casos responde a intereses imperialistas.

He aquí el punto central y razón del presente artículo. Los estudiantes siempre hemos sido los primeros en protestar ante las injusticias, lo hemos hecho y lo seguiremos haciendo, pero no podemos admitir que este sea nuestro rol eterno: el del reclamante. Debemos avanzar hacia una auténtica vocación de poder, de ingresar al aparato estatal con objetivos en común que se sostengan en el tiempo y luchen por las nuevas banderas de los estudiantes. Perdamos el miedo que le tenemos a la política, dignifiquemos este servicio a la patria con la presencia de una nueva generación que no solo sea espectadora de las decisiones de grupos de poder, sino que, proponga al país opciones viables de transformación.

Tengamos vocación de poder, salgamos de la comodidad de la protesta y pensemos en un movimiento estudiantil capaz de gobernar.


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