Venezuela 2020: entre la resiliencia y la lucha por la paz
María Fernanda Barreto
Venezuela, cierra el 2020 en plena resistencia popular a la crisis, desmantelando acciones terroristas en su contra y en medio de una pandemia que ha sabido enfrentar hasta convertirse en uno de los países con menos muertes por Covid19 de la región.


El panorama político interno continúa siendo el mismo, un gobierno real que enfrenta inmensas dificultades económicas producidas por un grupo de medidas coercitivas unilaterales por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, con un estado debilitado por la situación y algunos desaciertos, pero con una Fuerza Armada Nacional Bolivariana firme en la defensa de la soberanía y el gobierno legítimo, y con unas elecciones legislativas recientemente realizadas en paz. Por otro lado, un gobierno virtual, cada vez más debilitado en la vida real, acompañado por una embajada virtual de los Estados Unidos que “atiende” Venezuela desde su sede en Bogotá y sus redes sociales, mientras ambas, continúan al amparo del gobierno uribista que subordina los intereses de Colombia a los del país del norte.

Estos tres actores: gobierno y embajada virtual junto al estado colombiano, insisten en sumar a sus ataques mediáticos, psicológicos, políticos y económicos contra la revolución bolivariana, a las acciones militares de tipo irregular en la que los cuerpos de inteligencia de la OTANcoordinan con grupos paramilitares colombianos, contratistas militares privadas sobretodo de origen estadounidense y grupos terroristas locales en los que se mezclan jóvenes activistas de la derecha y militares retirados con delincuencia común.

Al impacto directo de las medidas coercitivas unilaterales habría que agregarle, que han servido para legitimar ante la opinión pública y algunas de sus leyes locales, un brutal despojo de oro, petróleo, y hasta vehículos pertenecientes al estado venezolano, por parte de Estados Unidos, Inglaterra y el sector de la derecha venezolana que se ha prestado para esta acción que llanamente podría calificarse como un vulgar robo de recursos fundamentales para el funcionamiento del país.

Si algo se puede decir de la situación geopolítica venezolana actual sin temor a equivocarnos, es que en este momento, está siendo asediada como ningún otro país de la región, aunque le sigan en la lista de víctimas de este accionar imperialista, Cuba y Nicaragua, y los pueblos del resto de los países del continente con gobiernos subordinados.

Lo otro que se debe decir sobre la situación general del país es que es sumamente compleja y nadie que guste de explicaciones simples podrá entender lo que sucede en Venezuela en ninguno de los ámbitos, ni sus correlaciones de fuerzas. Este ha sido quizás uno de los talones de Aquiles del accionar imperialista que a pesar de sus equipos de ciencias sociales al servicio del Pentágono y la experiencia en guerra irregular de las fuerzas militares colombianas y sus grupos paramilitares, no ha logrado conocer la realidad venezolana y se ha atrapado a sí mismo en sus propias mentiras de gobiernos y embajadas virtuales, cuando en nuestra región todavía la mayoría de la población se encuentra al margen de las nuevas tecnologías, por ejemplo, y sigue comprendiendo la realidad a partir de lo que percibe y no de lo que las redes sociales definen. Y lo que se percibe, es que es el presidente Nicolás Maduro quien habla desde el Palacio de Miraflores, quién define las políticas de gobierno, a quién reconocen como primera autoridad del país el resto de los poderes del estado, mientras Guaidó nunca logró hasta ahora poder ni siquiera en un pequeño territorio del país, lo que por cierto alguna vez fue parte de sus planes y seguramente sigue sin descartarse,y cada vez tiene menos apoyo entre la dirigencia opositora venezolana, aunque sorprendentemente el gobierno estadounidense se haya empecinado en usarlo hasta el final de su gobierno, me refiero al final del gobierno de Donald Trump. El mismo que coordinó este mismo año, una incursión mercenaria desde la Guajira colombiana conocida como la “operación Gedeón” cuyo saldo final fue el de un grupo de ex militares detenidos por la acción conjunta cívico policial militar y dos mercenarios estadounidenses de la empresa Silvercorp USA, de cuyo destino como era de esperarse, no se preocupa el embajador estadounidense virtual que no se sabe qué hace en las frías tardes bogotanas, pero lo cierto es que el destino judicial de estos dos mercenarios y de los otros dos estadounidenses que fueron detenidos en sendos intentos fallidos para atentar contra las refinerías venezolanas en los meses siguientes, no forman parte de sus preocupaciones, a fin de cuentas, para eso se privatizan las guerras: para tercerizar los costos humanos y políticos de las acciones militares.

Sin embargo, los llamados a la desestabilización continúan y en cualquier momento es de esperarse que retornen las acciones terroristas de control territorial conocidas como “guarimbas”, que continúen intentando golpes de estado, operaciones tipo comando, procurando establecer zonas de control territorial del paramilitarismo colombiano en Venezuela. Obviamente también es de esperarse que continúen los intentos de atentar contra las instalaciones productivas del país, los robos y por supuesto, continúa sobre la mesa la promoción de un conflicto entre Colombia y Venezuela como instrumento de una guerra imperialista de aproximación indirecta, cosa que afortunadamente ha encontrado, hasta el momento, mucha oposición en la opinión pública, las organizaciones sociales, partidos de izquierda y centro izquierda e incluso, en algunos sectores empresariales y políticos de la derecha colombiana.

En medio de la tensión geopolítica mundial, Estados Unidos sabe que lo primero que está perdiendo es su hegemonía política, producto de la emergencia de nuevas potencias políticas pero también económicas y militares que poco a poco irán minando el poder absoluto que ostentaba desde finales de la década de los ochenta, principios de los noventa cuando terminó la llamada guerra fría. Esa hegemonía que hizo del mundo un mundo unipolar, seguramente cambiará incluso antes de que pierda su primacía económica y militar. Es por ello que ha relanzado su doctrina Monroe y si bien los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua se le resisten, solo la primera cuenta con los recursos económicos y la posición geoestratégica que la eleva al rango de prioridad para sus planes. Venezuela por su parte ha sabido jugar en el tablero mundial y ha movido la correlación de fuerzas internacionales a favor de esa resistencia.

Pero además de esos tres gobiernos hay luchas populares de resistencia en toda nuestra América que también desafían esa pretensión de replegarse a lo que ellos sueñan como su hemisferio controlado y es ahí donde también está la raíz de la resistencia venezolana, en el Pueblo que cierra el 2020 en una resistencia sin duda heroica en todos los ámbitos, desde lo personal, hasta lo familiar y lo colectivo, este ha sido uno de los años más difíciles del país. Pero la realidad que vemos quienes caminamos estas calles, es que a pesar de la durísima situación económica que vivimos y todos los ataques que aquí hemos mencionado, las calles venezolanas dan cuenta de un comercio navideño activo, se escucha música a todo volumen por las noches, se oye y ve gente reír, niños y niñas juegan en los parques infantiles del centro de la ciudad al lado de sus padres que hacen las colas que han generado las medidas de bioseguridad y en suma, Venezuela está a punto de terminar el año 2020 en paz para fortuna del Pueblo y para desencanto de quienes han hecho todo lo posible por conducirla a la guerra.

El panorama político interno continúa siendo el mismo, un gobierno real que enfrenta inmensas dificultades económicas producidas por un grupo de medidas coercitivas unilaterales por parte de los Estados Unidos y la Unión Europea, con un estado debilitado por la situación y algunos desaciertos, pero con una Fuerza Armada Nacional Bolivariana firme en la defensa de la soberanía y el gobierno legítimo, y con unas elecciones legislativas recientemente realizadas en paz. Por otro lado, un gobierno virtual, cada vez más debilitado en la vida real, acompañado por una embajada virtual de los Estados Unidos que “atiende” Venezuela desde su sede en Bogotá y sus redes sociales, mientras ambas, continúan al amparo del gobierno uribista que subordina los intereses de Colombia a los del país del norte.

Estos tres actores: gobierno y embajada virtual junto al estado colombiano, insisten en sumar a sus ataques mediáticos, psicológicos, políticos y económicos contra la revolución bolivariana, a las acciones militares de tipo irregular en la que los cuerpos de inteligencia de la OTANcoordinan con grupos paramilitares colombianos, contratistas militares privadas sobretodo de origen estadounidense y grupos terroristas locales en los que se mezclan jóvenes activistas de la derecha y militares retirados con delincuencia común.

Al impacto directo de las medidas coercitivas unilaterales habría que agregarle, que han servido para legitimar ante la opinión pública y algunas de sus leyes locales, un brutal despojo de oro, petróleo, y hasta vehículos pertenecientes al estado venezolano, por parte de Estados Unidos, Inglaterra y el sector de la derecha venezolana que se ha prestado para esta acción que llanamente podría calificarse como un vulgar robo de recursos fundamentales para el funcionamiento del país.

Si algo se puede decir de la situación geopolítica venezolana actual sin temor a equivocarnos, es que en este momento, está siendo asediada como ningún otro país de la región, aunque le sigan en la lista de víctimas de este accionar imperialista, Cuba y Nicaragua, y los pueblos del resto de los países del continente con gobiernos subordinados.

Lo otro que se debe decir sobre la situación general del país es que es sumamente compleja y nadie que guste de explicaciones simples podrá entender lo que sucede en Venezuela en ninguno de los ámbitos, ni sus correlaciones de fuerzas. Este ha sido quizás uno de los talones de Aquiles del accionar imperialista que a pesar de sus equipos de ciencias sociales al servicio del Pentágono y la experiencia en guerra irregular de las fuerzas militares colombianas y sus grupos paramilitares, no ha logrado conocer la realidad venezolana y se ha atrapado a sí mismo en sus propias mentiras de gobiernos y embajadas virtuales, cuando en nuestra región todavía la mayoría de la población se encuentra al margen de las nuevas tecnologías, por ejemplo, y sigue comprendiendo la realidad a partir de lo que percibe y no de lo que las redes sociales definen. Y lo que se percibe, es que es el presidente Nicolás Maduro quien habla desde el Palacio de Miraflores, quién define las políticas de gobierno, a quién reconocen como primera autoridad del país el resto de los poderes del estado, mientras Guaidó nunca logró hasta ahora poder ni siquiera en un pequeño territorio del país, lo que por cierto alguna vez fue parte de sus planes y seguramente sigue sin descartarse,y cada vez tiene menos apoyo entre la dirigencia opositora venezolana, aunque sorprendentemente el gobierno estadounidense se haya empecinado en usarlo hasta el final de su gobierno, me refiero al final del gobierno de Donald Trump. El mismo que coordinó este mismo año, una incursión mercenaria desde la Guajira colombiana conocida como la “operación Gedeón” cuyo saldo final fue el de un grupo de ex militares detenidos por la acción conjunta cívico policial militar y dos mercenarios estadounidenses de la empresa Silvercorp USA, de cuyo destino como era de esperarse, no se preocupa el embajador estadounidense virtual que no se sabe qué hace en las frías tardes bogotanas, pero lo cierto es que el destino judicial de estos dos mercenarios y de los otros dos estadounidenses que fueron detenidos en sendos intentos fallidos para atentar contra las refinerías venezolanas en los meses siguientes, no forman parte de sus preocupaciones, a fin de cuentas, para eso se privatizan las guerras: para tercerizar los costos humanos y políticos de las acciones militares.

Sin embargo, los llamados a la desestabilización continúan y en cualquier momento es de esperarse que retornen las acciones terroristas de control territorial conocidas como “guarimbas”, que continúen intentando golpes de estado, operaciones tipo comando, procurando establecer zonas de control territorial del paramilitarismo colombiano en Venezuela. Obviamente también es de esperarse que continúen los intentos de atentar contra las instalaciones productivas del país, los robos y por supuesto, continúa sobre la mesa la promoción de un conflicto entre Colombia y Venezuela como instrumento de una guerra imperialista de aproximación indirecta, cosa que afortunadamente ha encontrado, hasta el momento, mucha oposición en la opinión pública, las organizaciones sociales, partidos de izquierda y centro izquierda e incluso, en algunos sectores empresariales y políticos de la derecha colombiana.

En medio de la tensión geopolítica mundial, Estados Unidos sabe que lo primero que está perdiendo es su hegemonía política, producto de la emergencia de nuevas potencias políticas pero también económicas y militares que poco a poco irán minando el poder absoluto que ostentaba desde finales de la década de los ochenta, principios de los noventa cuando terminó la llamada guerra fría. Esa hegemonía que hizo del mundo un mundo unipolar, seguramente cambiará incluso antes de que pierda su primacía económica y militar. Es por ello que ha relanzado su doctrina Monroe y si bien los gobiernos de Venezuela, Cuba y Nicaragua se le resisten, solo la primera cuenta con los recursos económicos y la posición geoestratégica que la eleva al rango de prioridad para sus planes. Venezuela por su parte ha sabido jugar en el tablero mundial y ha movido la correlación de fuerzas internacionales a favor de esa resistencia.

Pero además de esos tres gobiernos hay luchas populares de resistencia en toda nuestra América que también desafían esa pretensión de replegarse a lo que ellos sueñan como su hemisferio controlado y es ahí donde también está la raíz de la resistencia venezolana, en el Pueblo que cierra el 2020 en una resistencia sin duda heroica en todos los ámbitos, desde lo personal, hasta lo familiar y lo colectivo, este ha sido uno de los años más difíciles del país. Pero la realidad que vemos quienes caminamos estas calles, es que a pesar de la durísima situación económica que vivimos y todos los ataques que aquí hemos mencionado, las calles venezolanas dan cuenta de un comercio navideño activo, se escucha música a todo volumen por las noches, se oye y ve gente reír, niños y niñas juegan en los parques infantiles del centro de la ciudad al lado de sus padres que hacen las colas que han generado las medidas de bioseguridad y en suma, Venezuela está a punto de terminar el año 2020 en paz para fortuna del Pueblo y para desencanto de quienes han hecho todo lo posible por conducirla a la guerra.


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