Los estoicos creían que la historia era una rueda donde los procesos empezaban y terminaban para volver a empezar luego mejorados, en donde cada inicio era superador del anterior, esa filosofía la tomó Nietzche en el siglo XX ampliando a no solo los hechos sino también las ideas y costumbres como parte de esa dirección hacia lo inevitable.
Entre lo que ocurrirá indefectiblemente y la acción a impedirlo, de acuerdo al modelo, está el uroboros, que es ese esfuerzo por tratar de que el proceso no concluya, pero el eterno retorno es imposible de detener y la rueda sigue girando a un destino inevitable, aunque cada acción por impedirlo mejora el nuevo ciclo.
Esta idea de hace más de 2300 años fue muchas veces retomada y en parte rescatada por concepciones religiosas principalmente, y la traigo a colación a esta editorial porque me parece que si hay algo de lo que estamos seguros en estos tiempos de pandemia, cambios climáticos y concentración brutal de la riqueza y por lo tanto multiplicación de la pobreza a nivel planetario es que si hay un eterno retorno el ciclo será al fin de los tiempos.
Vemos con gran asombro que no hay desastre ni sufrimiento que humanice al capital, que el clima ha variado, los vientos, los mares y las lluvias se presentan con ferocidad inusitada ante regiones que comienzan a sufrir sus variaciones, y acompañando al clima hay pandemias que más allá de esta pueden venir a poner en jaque a un sistema sanitario regido por el lucro e interés de las trasnacionales de la enfermedad que regulan casi todos los esquemas de salud mundial.
Me pregunto en estos momentos de primera apertura, ¿hacia dónde volvemos?, ¿a qué retornamos y cómo?
Que volvemos es indiscutible, siempre estamos yendo aun cuando nos replegamos, y cuando no, comenzamos a acabarnos. Pero esa transformación que es nuestra esencia, ¿hacia dónde se dirige? ¿A buscar una solución individual o a poder construir puentes para vivir mejor colectivamente?
Antes de la pandemia teníamos sueños y esperanzas, ¿recordamos cuáles? ¿qué nos cambió un año y medio de encierros, miedos y, en muchos casos, soledades?
¿Hacia donde volveremos si este mundo no cambia? ¿Si este continente no cambia? ¿Si nosotros no somos capaces de unirnos desde proyectos de comunidad y solidaridad?
El final está escrito porque somos finitos, pero la vida, que es una elección constante hacia dos direcciones fundamentales no puede ser un paso sinsentido, porque si alguien puede decirnos qué es la felicidad creo yo que es ese momento en donde nos sentimos sujetos de transformación a realidades que le mejoran la vida al otro… hacia allí nos dirigimos con este grito silencioso pero potente que es H.
Bienvenidos a esta nueva edición.
Los estoicos creían que la historia era una rueda donde los procesos empezaban y terminaban para volver a empezar luego mejorados, en donde cada inicio era superador del anterior, esa filosofía la tomó Nietzche en el siglo XX ampliando a no solo los hechos sino también las ideas y costumbres como parte de esa dirección hacia lo inevitable.
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