Luis Ocaña, militante popular mendocino, ex preso político, uno de los autores del libro "No nos pudieron" de #AcercándonosEdiciones nos relata su participación en el mendozazo y desde su perspectiva reflexiona sobre la política provincial a casi medio siglo del hecho.
El represor asesino redujo a la nada de la muerte a los desaparecidos. La nada provoca angustia y desesperación. Desesperación por los hijos desaparecidos, angustia por los nietos que se presume vivos, pero de quienes se desconoce su paradero. A tales engendros de la nada se enfrentaron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. A tal absurdo mortal, a tal sinsentido sangriento, nos tuvimos que enfrentar los que fuimos detenidos-desaparecidos, pero sobrevivimos a la nada.
Los propósitos estratégicos y tácticos, por darle un nombre a la demencia de los motivos del accionar de la última Dictadura, como su organización también, caen en la premisa de la NADA.
Los Centros Clandestinos de Detención existentes en el país compartían distintas características comunes, entre ellas, el funcionamiento en lugares secretos, bajo el directo contralor de la autoridad militar responsable de dicha zona. El sometimiento de las personas allí alojadas a prácticas degradantes, tales como la tortura física y psicológica en forma sistemática, el tabicamiento (estar vendado día y noche y aislado del resto), la prohibición absoluta del uso de la palabra o de la escritura, en fin, de cualquier tipo de comunicación humana, la asignación de una letra y un número en reemplazo del nombre, el alojamiento en pequeñas celdas llamadas “tubos”, la escasa comida y bebida, y la total pérdida de identidad, entre otras.
Impunidad, lo que no se ve no existe, por lo tanto, no es cognoscible y por lo tanto no sucedió
Estas son algunas de las perversas características del mal absoluto que reinó en la Argentina entre 1975 y 1983. La muerte y la nada son parientes cercanos. A la nada fueron reducidos miles y miles de “desaparecidos” por obra del mal absoluto. (Daniel Ubertone)
El represor asesino redujo a la nada de la muerte a los desaparecidos. La nada provoca angustia y desesperación. Desesperación por los hijos desaparecidos, angustia por los nietos que se presume vivos, pero de quienes se desconoce su paradero. A tales engendros de la nada se enfrentaron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. A tal absurdo mortal, a tal sinsentido sangriento, nos tuvimos que enfrentar los que fuimos detenidos-desaparecidos, pero sobrevivimos a la nada. Los Centros Clandestinos de Detención existentes en el país compartían distintas características comunes, entre ellas, el funcionamiento en lugares secretos, bajo el directo contralor de la autoridad militar responsable de dicha zona. El sometimiento de las personas allí alojadas a prácticas degradantes, tales como la tortura física y psicológica en forma sistemática, el tabicamiento (estar vendado día y noche y aislado del resto), la prohibición absoluta del uso de la palabra o de la escritura, en fin, de cualquier tipo de comunicación humana, la asignación de una letra y un número en reemplazo del nombre, el alojamiento en pequeñas celdas llamadas “tubos”, la escasa comida y bebida, y la total pérdida de identidad, entre otras. Impunidad, lo que no se ve no existe, por lo tanto, no es cognoscible y por lo tanto no sucedió Estas son algunas de las perversas características del mal absoluto que reinó en la Argentina entre 1975 y 1983. La muerte y la nada son parientes cercanos. A la nada fueron reducidos miles y miles de “desaparecidos” por obra del mal absoluto. (Daniel Ubertone) |
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