Biblioteca Popular Carilafquen, la biblio de Los Coihues
Ayelén Cáceres
Siempre recibimos un montón de solidaridad cuando nos tocó crecer nos ayudaron un montón y ahora nosotros recibimos a grupos de personas que necesitan un lugar para reunirse o que quieren poner los dulces para vender, compartimos esas cosas.


 

En uno de los primeros días más fríos del año, en el barrio de Villa los Coihues, Bariloche provincia de Río Negro, nos acercamos a la Biblioteca popular Carilafquen. El camino nos va preparando para el descubrimiento; pasamos la plaza, la cancha de futbol, niñas, niños y adolescentes aprovechan el espacio abierto y los rayos del sol para jugar con sus pares algo que cada día se extraña un poco más desde que se decretó la emergencia sanitaria. Seguimos el sendero a través del bosque que nos va dando la bienvenida. A la sombra de los Coihues (arboles nativos) encontramos un mural que nos muestra el camino de acceso al corazón de la institución donde nos espera uno de sus bibliotecarios para contarnos la historia, presente y desafíos al futuro de este espacio cultural de la Norpatagonia Argentina.


— ¿Cómo nació la Biblioteca?

— Fue hace 25 años en febrero de 1996. Esto se estaba incendiando, literalmente venía el incendio del Catedral para acá se veía el fuego, estaba horrible y aunque parezca paradójico un grupo de vecinos tiene la idea de fundar una biblioteca, tener la posibilidad de prestar libros. Fue así como se juntaron, armaron un estatuto en un cuaderno sin mucha formalidad y pidieron un espacio en la sede de la Junta Vecinal un espacio muy pequeño en el cual funcionamos los primeros 15 años. Así arranca la Carilafquen.

Había cierta iniciativa municipal de que nos iban a dar unos libros, que después no llegaron pero la biblioteca quedó, siguió siendo sostenida por vecinos, a veces más vecinos, a veces menos, a veces muy poquititos. Ampliamos la propuesta inicial al préstamo de películas en VHS, luego como parte del trabajo con la comunidad empezamos organizar festejos por el día niño, armamos juegos con los libros, poniendo pistas y cosas así. Compramos una computadora y nos conectamos a internet que era algo de la NASA, no se podía creer lo que era en esos años internet. La gente tuvo su servicio gratuito de internet, podian mandar mails y conectarse con familiares que estaban lejos, era una maravilla ver a los vecinos sentarse, preguntar cómo era, nosotros que no sabíamos mucho pero algo sabíamos les enseñábamos a manejar una computadora y a contactarse con personas que están lejos a través del correo. Compramos un televisor, hicimos jornadas donde pasábamos películas documentales, pasamos la serie de Carl Sagan, Cosmos. Fue toda una revolución la biblioteca en el barrio.

El espacio era cada vez más pequeño y las ideas enormes. Empezamos a soñar a lo grande y dijimos: “tenemos que conseguir un espacio, la biblioteca tiene que crecer”. Estábamos realmente muy apretados las donaciones de libros nos iban acercando las paredes, como en el cuento de Poe. Iniciamos los trámites con mucha ayuda de la junta vecinal y logramos la ordenanza municipal que nos otorga el terreno que, se subdividió una parte para la biblioteca y otra para la plaza pública. Nos dieron un plazo de 10 años para hacer nuestra sede. En 2001. tuvimos nuestro terreno y empezamos a hacer una convocatoria muy grande a vecinos para empezar a limpiar el terreno. Fueron varias jornadas con mucho trabajo amoroso, mucha generosidad de los vecinos. En noviembre de 2009 hicimos la platea. La historia se va contando como hitos, bueno aquel noviembre es para nuestra historia un hito, hubo 60 personas haciendo esa platea. Después empezamos a levantar paredes, el techo y a seguir creciendo.



Además del edificio hubo otro crecimiento que tiene que ver con una apertura que de algo más que una biblioteca. Con Alfonso, Alfonso Tortora que no está, pero está, empezamos a pensar que la biblioteca tendría que tener otras prestaciones. Soñamos con hacerla más abierta a la comunidad más allá de la lectura y el préstamo de libros. Un espacio cultural y en eso nos ayudaron otros vecinos que también trajeron esta bandera. Un centro comunitario que exceda al prestamos de libros, trabajar cuestiones solidarias. Nuestro estatuto nos permite hacer un montón de cosas y el proyecto edilicio acompañó esa idea, es una platea enorme tiene como 17mts. por 10mts. tiene que ver eso con ambicionar un espacio que no sea solo una biblioteca en el sentido estricto.

Junto con el crecimiento del edificio se suma gente a trabajar, vecinos, vecinas, gente del barrio, nuevos y no tan nuevos, que les seduce el proyecto. De hecho el proyecto nunca fue un algo que lo llevamos a cabo y se terminaba, sino que la llegada de la gente lo va expandiendo de acuerdo a las iniciativas saberes, expectativas, ganas.

¿Cómo organizan el trabajo?

— Nos dimos una manera de gobernarnos, un día de mayo de 2013 hicimos la inauguración política del espacio. Elegimos no delegar nunca la representatividad de cada compañero. No dejar que nadie mande, el que manda obedece un poco como el principio Zapatista. Decidimos trabajar en comisiones, esa fue una resolución motivada un poco por la inercia y los proyectos que se generanban, aparecieron ideas como de dar cine, hacer cine, talleres de cine, ciclos de cine y así a los que les gusta el cine se juntaron en una comisión que antes no existía y como ésta iban apareciendo otras, se fueron creando, generando y anexando comisiones. Funcionamos con un plenario mensual presencial, hasta que pudimos. Ya van tres plenarios que son virtuales. Estamos aprendiendo con eso. En esos plenarios se deciden las cosas de fondo el destinos de los recursos, la política general de la biblioteca, cada comisión informa qué y cómo está llevando adelante las actividades.

La biblioteca a partir de esos años 2013-2014 explota. Implosiona primero, con la cantidad de compañeros que se acercan y tienen ganas de trabajar y meterle y después explota como espacio cultural. Empezamos tratando de conseguir algún músico que venga a tocar y rápidamente a pedirle que nos espere porque no teniamos lugar en la grilla de actividades.

— ¿Cómo se financian?

— Es una biblioteca que crece y crece en el espacio, ahora estamos duplicándolo. Nuestra fuente de financiación básica es la cuota social, que para nosotros es una cuota familiar porque el socio es una familia con todos sus integrantes. La cuota actualmente es de $35 por familia por mes. Es muy accesible, siempre nos pareció que la cuota no debía ser un limitante. Los otros fondos vienen de las propias actividades que íbamos desarrollando hasta la pandemia, que tenían que ver con la presencia de un montón de gente en actividades de recitales, teatro, cine. Tenemos una cocina preciosa y vendemos comida y bebida. Con eso nos manejamos bastante bien.

Formamos parte de la red de bibliotecas populares de Bariloche y desde allí generamos una legislación, en la que nos apoyaron y orientaron algunos legisladores. Se creó la figura del “Contribuyente voluntario” que consiste en un aporte voluntario equivalente a un mínimo porcentaje de lo que se paga en concepto de tasa municipal. Lo que hace la municipalidad es juntar el dinero y redistribuirlo a la red, quien a su vez lo redistribuye en cada integrante de la misma. Acordamos un sistema interesante para la distribución de este recurso porque no es directamente proporcional a algunos ítems como podrían ser cantidad de libros, socios, espacio cubierto, propiedad del espacio. Sino que en algunos casos es inversamente proporcional tratando de beneficiar a algunas bibliotecas que están más atrasadas con su personería jurídica con la cuestión que tiene que ver con los balances a lo mejor están intentando tener un espacio propio y están lejos de poder adquirirlo o alquilarlo, entonces las mismas bibliotecas hicimos un sistema donde quien tiene muchos gastos en un ítem se le asigna un monto mayor en ese ítem y un monto menor en otros, por ejemplo nuestra biblioteca que ya es propietaria de un espacio y tiene muchos asociados recibe menor porcentaje por estos ítems. Entonces vamos dividiendo en la red según criterios más equitativos, más justos, beneficiando a las biblios que están remandola.



— ¿Como es el barrio donde nació, crece y vive esta biblioteca?

— Hay un montón de instituciones que tiene características propias y otras que comparten con nosotros y siempre la biblioteca ejerció la solidaridad con el resto de las instituciones y las instituciones fueron solidarias con la biblio. Cuando no teníamos espacio, la escuela del barrio, la junta vecinal nos prestaron sus espacios para hacer jornadas y poder comprar ladrillos o lo que sea. En esa reciprocidad que es otro de los aspectos es el tercero, la reciprocidad, nosotros también nos embanderamos porque nos parece interesante, hace crecer a las partes.

Siempre recibimos un montón de solidaridad cuando nos tocó crecer nos ayudaron un montón y ahora nosotros recibimos a grupos de personas que necesitan un lugar para reunirse o que quieren poner los dulces para vender, compartimos esas cosas. En un contexto barrial que tiene esa impronta eso se respira.

La identidad es algo que para nosotros es una preocupación, una ocupación, sobre todo la identidad aquí en el barrio, de la cual somos constituyentes y nos constituye. Nosotros generamos identidad, la biblio es un polo de identidad, a la vez nosotros estamos en un contexto que tiene otra identidad.

— ¿Y la pandemia?

— Hoy estamos un poco paralizados aprendiendo en la virtualidad con todo, atendiendo a la gente en la puerta, haciendo recitales virtuales, inaugurando un canal de youtube y cosas impensadas hace poco tiempo que ahora hay que pensar.




— Compartías que hace muy poco se levantaron las medidas de restricción por lo que ahora las cervecerías y otros lugares comerciales pueden abrir, sin embargo en esta decisión de aperturas no se consideró a las bibliotecas ¿qué pasó?

— Rápidamente la Biblioteca Sarmiento (una de las bibliotecas más antiguas de Bariloche) emitió un comunicado al que nos adherimos, luego sacamos también nosotros como biblioteca popular Carilafquen y así se fueron sumando a este pedidos varias bibliotecas de las Red, armamos unos videos, visibilizamos la situación y afortunadamente se modificó la medida. Ahora nos dejan prestar libros.


— ¿Cómo se viven la crisis económica y sanitaria que estamos atravesando?

— Tuvimos una idea en medio del gobierno de Macri dónde la gente estaba fusilada, no había nada de laburo, sin pandemia y empezamos a pensar en cocinar y en los libros. Entonces armamos un grupo de personas que tenían ganas de cocinar para los vecinos. Empezamos a mangar a los negocios del barrio y de todo Bariloche. Tuvimos un éxito increíble, verdulerías carnicerías, restaurantes. Compramos un frezeer que nos financió la junta vecinal y lo llenábamos de viandas que entregábamos semanalmente a familias que se iban acercando. Junto con la vianda incluíamos un libro. En general libros de cuentos y si en las familias había niños incluíamos libros infantiles. Incluíamos un poco de buena literatura. Este proyecto tiene que ver con los aspectos más solidarios que tiene la biblioteca, su nombre es Medio Pan y un libro, que es parte de un discurso de Federico García Lorca cuando lo llamaron para la inauguración justamente de una biblioteca en Fuente Vaqueros Granada su pueblo natal, en el ‘31, en su lección dice que si él estuviera hambriento en la calle él no pediría pan, sino que pediría medio pan y un libro porque hay alimento también para el alma, para el espíritu, para el cuerpo y bueno sigue con una crítica feroz a la España de los años 30. Esta lección nos da un poco de letra y contexto para decir bueno acerquemos un poco de libros, que en realidad no es libro en si, sino acercar a esas familias que en general no están viniendo a la biblioteca, mas allá que lean o no lean, que vengan a las actividades de la biblioteca, que son siempre libres y gratuitas, salvo los talleres, pero para los talleres tenemos becas que armamos desde Medio pan y un libro junto con los talleristas y ese intergrante de la familia pueda hacer: yoga, tela trapecio, teatro o cualquier taller que se de en la biblioteca.

Ese era el proyecto, la pandemia nos alejó un poco de la posibilidad de cocinar. Ahora mutó, entregamos mensualmente a cada una de estas 41 familias un vale para compras y un tríptico de poesía. Hay que adecuarse a lo posible, más allá de lo que uno quisiera, el deseo a veces hay que ponerlo entre paréntesis que espere, seguir alimentando el deseo para que se cumpla cuando se pueda. Hay un poco de desánimo, no lo podemos negar, la alegría de cocinar acá en la biblioteca era otra energía y también llega diferente a las familias esto es un sobre que viene gente a buscarlo, intercambiamos un poco y se va. Antes cocinábamos un poco más poníamos una mesa y comíamos acá. Lo bueno es que favorecemos también a los negocios del barrio también generamos un poco de actividad económica.



— Para ir cerrando quisiéramos pedirte una reflexión ¿La palabra está en crisis?

— Que preguntita… tengo la intuición de contestar que sí. Que la palabra está en crisis, pero habría que definir quizá qué es la palabra, de qué estamos hablando cuando hablamos de la palabra y cuando la ponemos en un lugar de crisis o no crisis.

Acá está la palabra escrita. Lo que está en crisis un poco es el valor que, yo veo por lo menos en nuestro barrio, le damos a esa palabra que está escrita guardada acá y que es diverso en el sentido de valorar en distintos lugares. Muchas personas, algunas, las menos, lo valoran positivamente. Forma parte de la vida, al menos de la mía. Que me acompañó siempre, me hizo volar, soñar, viajar, me instruyó, me abrió la cabeza, me puso triste, me puso feliz, me humanizó la palabra escrita, entre otras cosas que me pasaron. Desde mi rol de bibliotecario puedo contar que no observo mucho movimiento, deseo por acceder a la palabra escrita, dicho más sencillo, poca gente lleva pocos libros, eso es lo que nos está pasando, lo que no quiere decir que el único lugar donde se aloja la palabra sea el libro, hace mucho tiempo que estamos hablando nosotros y ahí también está la palabra. Esta no sé, supongo en el afecto, en las relaciones humanas, en todo eso hay palabra también. La verdad que el contexto de pandemia ha puesto la palabra en un lugar raro, como ha puesto en un lugar raro todas las cosas, las relaciones humanas, la palabra hablada, la compañía, la mirada a los ojos de las personas, quedó en otro lugar. Venía en un declive la virtualidad de las relaciones, venia caminando en una pendiente que algunos verán hacia arriba, otros hacia abajo, pero lo estaba cambiando y esta pandemia es como que terminó de definir el sentido hacia el cual se dirige esta palabra, esta relación, este camino hacia la virtualidad. A mí particularmente no me entusiasma mucho, hay cosas que están buenas, pero me parecen peligrosas no es que crea que en los libros y en la presencialidad está todo y sin eso no hay nada, pero la verdad que tampoco suscribiria lo contrario, que todo se puede virtualizar. No tengo certidumbres o cuestionamientos, no se si está en crisis la palabra, la verdad que no lo sé, veo estas cosas, sentado acá en mi día semanal de bibliotecario y después andando por el mundo. No me produce felicidad la palabra virtualizada. El contacto con el otro a través de medios electrónicos o audiovisuales, sirven, suman, y esas cosas, pero bueno son cosas que nos pasan.

— ¿Te gustaría compartirnos algo más, proyectos a futuro, desafíos?

— Sí, la biblio tiene desafios, queremos llegar a toda la comunidad del barrio. Trabajamos territorialmente y tenemos como desafío poder llegar a espacios sociales, aparte de la comunidad de nuestros vecinos que no estamos llegando como quisieramos. La biblioteca les queda lejos, no en el sentido espacial. No sé si no estamos reflejando con el trabajo algo que le resulte interesante a una parte de la comunidad y no a otra. También tenemos una mirada de falta, de desafío de algo que tenemos que hacer y no estamos haciendo, por eso seguimos caminando.


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Desde Acercándonos les recomendamos visitar la Biblioteca Popular Carifalquen. Pueden conocer un poco más de su historia, presente y desafíos en facebook @BibliotecaPopularCarilafquen y en su canal de youtube Biblioteca Popular Carilafquen

 

En uno de los primeros días más fríos del año, en el barrio de Villa los Coihues, Bariloche provincia de Río Negro, nos acercamos a la Biblioteca popular Carilafquen. El camino nos va preparando para el descubrimiento; pasamos la plaza, la cancha de futbol, niñas, niños y adolescentes aprovechan el espacio abierto y los rayos del sol para jugar con sus pares algo que cada día se extraña un poco más desde que se decretó la emergencia sanitaria. Seguimos el sendero a través del bosque que nos va dando la bienvenida. A la sombra de los Coihues (arboles nativos) encontramos un mural que nos muestra el camino de acceso al corazón de la institución donde nos espera uno de sus bibliotecarios para contarnos la historia, presente y desafíos al futuro de este espacio cultural de la Norpatagonia Argentina.


— ¿Cómo nació la Biblioteca?

— Fue hace 25 años en febrero de 1996. Esto se estaba incendiando, literalmente venía el incendio del Catedral para acá se veía el fuego, estaba horrible y aunque parezca paradójico un grupo de vecinos tiene la idea de fundar una biblioteca, tener la posibilidad de prestar libros. Fue así como se juntaron, armaron un estatuto en un cuaderno sin mucha formalidad y pidieron un espacio en la sede de la Junta Vecinal un espacio muy pequeño en el cual funcionamos los primeros 15 años. Así arranca la Carilafquen.

Había cierta iniciativa municipal de que nos iban a dar unos libros, que después no llegaron pero la biblioteca quedó, siguió siendo sostenida por vecinos, a veces más vecinos, a veces menos, a veces muy poquititos. Ampliamos la propuesta inicial al préstamo de películas en VHS, luego como parte del trabajo con la comunidad empezamos organizar festejos por el día niño, armamos juegos con los libros, poniendo pistas y cosas así. Compramos una computadora y nos conectamos a internet que era algo de la NASA, no se podía creer lo que era en esos años internet. La gente tuvo su servicio gratuito de internet, podian mandar mails y conectarse con familiares que estaban lejos, era una maravilla ver a los vecinos sentarse, preguntar cómo era, nosotros que no sabíamos mucho pero algo sabíamos les enseñábamos a manejar una computadora y a contactarse con personas que están lejos a través del correo. Compramos un televisor, hicimos jornadas donde pasábamos películas documentales, pasamos la serie de Carl Sagan, Cosmos. Fue toda una revolución la biblioteca en el barrio.

El espacio era cada vez más pequeño y las ideas enormes. Empezamos a soñar a lo grande y dijimos: “tenemos que conseguir un espacio, la biblioteca tiene que crecer”. Estábamos realmente muy apretados las donaciones de libros nos iban acercando las paredes, como en el cuento de Poe. Iniciamos los trámites con mucha ayuda de la junta vecinal y logramos la ordenanza municipal que nos otorga el terreno que, se subdividió una parte para la biblioteca y otra para la plaza pública. Nos dieron un plazo de 10 años para hacer nuestra sede. En 2001. tuvimos nuestro terreno y empezamos a hacer una convocatoria muy grande a vecinos para empezar a limpiar el terreno. Fueron varias jornadas con mucho trabajo amoroso, mucha generosidad de los vecinos. En noviembre de 2009 hicimos la platea. La historia se va contando como hitos, bueno aquel noviembre es para nuestra historia un hito, hubo 60 personas haciendo esa platea. Después empezamos a levantar paredes, el techo y a seguir creciendo.



Además del edificio hubo otro crecimiento que tiene que ver con una apertura que de algo más que una biblioteca. Con Alfonso, Alfonso Tortora que no está, pero está, empezamos a pensar que la biblioteca tendría que tener otras prestaciones. Soñamos con hacerla más abierta a la comunidad más allá de la lectura y el préstamo de libros. Un espacio cultural y en eso nos ayudaron otros vecinos que también trajeron esta bandera. Un centro comunitario que exceda al prestamos de libros, trabajar cuestiones solidarias. Nuestro estatuto nos permite hacer un montón de cosas y el proyecto edilicio acompañó esa idea, es una platea enorme tiene como 17mts. por 10mts. tiene que ver eso con ambicionar un espacio que no sea solo una biblioteca en el sentido estricto.

Junto con el crecimiento del edificio se suma gente a trabajar, vecinos, vecinas, gente del barrio, nuevos y no tan nuevos, que les seduce el proyecto. De hecho el proyecto nunca fue un algo que lo llevamos a cabo y se terminaba, sino que la llegada de la gente lo va expandiendo de acuerdo a las iniciativas saberes, expectativas, ganas.

¿Cómo organizan el trabajo?

— Nos dimos una manera de gobernarnos, un día de mayo de 2013 hicimos la inauguración política del espacio. Elegimos no delegar nunca la representatividad de cada compañero. No dejar que nadie mande, el que manda obedece un poco como el principio Zapatista. Decidimos trabajar en comisiones, esa fue una resolución motivada un poco por la inercia y los proyectos que se generanban, aparecieron ideas como de dar cine, hacer cine, talleres de cine, ciclos de cine y así a los que les gusta el cine se juntaron en una comisión que antes no existía y como ésta iban apareciendo otras, se fueron creando, generando y anexando comisiones. Funcionamos con un plenario mensual presencial, hasta que pudimos. Ya van tres plenarios que son virtuales. Estamos aprendiendo con eso. En esos plenarios se deciden las cosas de fondo el destinos de los recursos, la política general de la biblioteca, cada comisión informa qué y cómo está llevando adelante las actividades.

La biblioteca a partir de esos años 2013-2014 explota. Implosiona primero, con la cantidad de compañeros que se acercan y tienen ganas de trabajar y meterle y después explota como espacio cultural. Empezamos tratando de conseguir algún músico que venga a tocar y rápidamente a pedirle que nos espere porque no teniamos lugar en la grilla de actividades.

— ¿Cómo se financian?

— Es una biblioteca que crece y crece en el espacio, ahora estamos duplicándolo. Nuestra fuente de financiación básica es la cuota social, que para nosotros es una cuota familiar porque el socio es una familia con todos sus integrantes. La cuota actualmente es de $35 por familia por mes. Es muy accesible, siempre nos pareció que la cuota no debía ser un limitante. Los otros fondos vienen de las propias actividades que íbamos desarrollando hasta la pandemia, que tenían que ver con la presencia de un montón de gente en actividades de recitales, teatro, cine. Tenemos una cocina preciosa y vendemos comida y bebida. Con eso nos manejamos bastante bien.

Formamos parte de la red de bibliotecas populares de Bariloche y desde allí generamos una legislación, en la que nos apoyaron y orientaron algunos legisladores. Se creó la figura del “Contribuyente voluntario” que consiste en un aporte voluntario equivalente a un mínimo porcentaje de lo que se paga en concepto de tasa municipal. Lo que hace la municipalidad es juntar el dinero y redistribuirlo a la red, quien a su vez lo redistribuye en cada integrante de la misma. Acordamos un sistema interesante para la distribución de este recurso porque no es directamente proporcional a algunos ítems como podrían ser cantidad de libros, socios, espacio cubierto, propiedad del espacio. Sino que en algunos casos es inversamente proporcional tratando de beneficiar a algunas bibliotecas que están más atrasadas con su personería jurídica con la cuestión que tiene que ver con los balances a lo mejor están intentando tener un espacio propio y están lejos de poder adquirirlo o alquilarlo, entonces las mismas bibliotecas hicimos un sistema donde quien tiene muchos gastos en un ítem se le asigna un monto mayor en ese ítem y un monto menor en otros, por ejemplo nuestra biblioteca que ya es propietaria de un espacio y tiene muchos asociados recibe menor porcentaje por estos ítems. Entonces vamos dividiendo en la red según criterios más equitativos, más justos, beneficiando a las biblios que están remandola.



— ¿Como es el barrio donde nació, crece y vive esta biblioteca?

— Hay un montón de instituciones que tiene características propias y otras que comparten con nosotros y siempre la biblioteca ejerció la solidaridad con el resto de las instituciones y las instituciones fueron solidarias con la biblio. Cuando no teníamos espacio, la escuela del barrio, la junta vecinal nos prestaron sus espacios para hacer jornadas y poder comprar ladrillos o lo que sea. En esa reciprocidad que es otro de los aspectos es el tercero, la reciprocidad, nosotros también nos embanderamos porque nos parece interesante, hace crecer a las partes.

Siempre recibimos un montón de solidaridad cuando nos tocó crecer nos ayudaron un montón y ahora nosotros recibimos a grupos de personas que necesitan un lugar para reunirse o que quieren poner los dulces para vender, compartimos esas cosas. En un contexto barrial que tiene esa impronta eso se respira.

La identidad es algo que para nosotros es una preocupación, una ocupación, sobre todo la identidad aquí en el barrio, de la cual somos constituyentes y nos constituye. Nosotros generamos identidad, la biblio es un polo de identidad, a la vez nosotros estamos en un contexto que tiene otra identidad.

— ¿Y la pandemia?

— Hoy estamos un poco paralizados aprendiendo en la virtualidad con todo, atendiendo a la gente en la puerta, haciendo recitales virtuales, inaugurando un canal de youtube y cosas impensadas hace poco tiempo que ahora hay que pensar.




— Compartías que hace muy poco se levantaron las medidas de restricción por lo que ahora las cervecerías y otros lugares comerciales pueden abrir, sin embargo en esta decisión de aperturas no se consideró a las bibliotecas ¿qué pasó?

— Rápidamente la Biblioteca Sarmiento (una de las bibliotecas más antiguas de Bariloche) emitió un comunicado al que nos adherimos, luego sacamos también nosotros como biblioteca popular Carilafquen y así se fueron sumando a este pedidos varias bibliotecas de las Red, armamos unos videos, visibilizamos la situación y afortunadamente se modificó la medida. Ahora nos dejan prestar libros.


— ¿Cómo se viven la crisis económica y sanitaria que estamos atravesando?

— Tuvimos una idea en medio del gobierno de Macri dónde la gente estaba fusilada, no había nada de laburo, sin pandemia y empezamos a pensar en cocinar y en los libros. Entonces armamos un grupo de personas que tenían ganas de cocinar para los vecinos. Empezamos a mangar a los negocios del barrio y de todo Bariloche. Tuvimos un éxito increíble, verdulerías carnicerías, restaurantes. Compramos un frezeer que nos financió la junta vecinal y lo llenábamos de viandas que entregábamos semanalmente a familias que se iban acercando. Junto con la vianda incluíamos un libro. En general libros de cuentos y si en las familias había niños incluíamos libros infantiles. Incluíamos un poco de buena literatura. Este proyecto tiene que ver con los aspectos más solidarios que tiene la biblioteca, su nombre es Medio Pan y un libro, que es parte de un discurso de Federico García Lorca cuando lo llamaron para la inauguración justamente de una biblioteca en Fuente Vaqueros Granada su pueblo natal, en el ‘31, en su lección dice que si él estuviera hambriento en la calle él no pediría pan, sino que pediría medio pan y un libro porque hay alimento también para el alma, para el espíritu, para el cuerpo y bueno sigue con una crítica feroz a la España de los años 30. Esta lección nos da un poco de letra y contexto para decir bueno acerquemos un poco de libros, que en realidad no es libro en si, sino acercar a esas familias que en general no están viniendo a la biblioteca, mas allá que lean o no lean, que vengan a las actividades de la biblioteca, que son siempre libres y gratuitas, salvo los talleres, pero para los talleres tenemos becas que armamos desde Medio pan y un libro junto con los talleristas y ese intergrante de la familia pueda hacer: yoga, tela trapecio, teatro o cualquier taller que se de en la biblioteca.

Ese era el proyecto, la pandemia nos alejó un poco de la posibilidad de cocinar. Ahora mutó, entregamos mensualmente a cada una de estas 41 familias un vale para compras y un tríptico de poesía. Hay que adecuarse a lo posible, más allá de lo que uno quisiera, el deseo a veces hay que ponerlo entre paréntesis que espere, seguir alimentando el deseo para que se cumpla cuando se pueda. Hay un poco de desánimo, no lo podemos negar, la alegría de cocinar acá en la biblioteca era otra energía y también llega diferente a las familias esto es un sobre que viene gente a buscarlo, intercambiamos un poco y se va. Antes cocinábamos un poco más poníamos una mesa y comíamos acá. Lo bueno es que favorecemos también a los negocios del barrio también generamos un poco de actividad económica.



— Para ir cerrando quisiéramos pedirte una reflexión ¿La palabra está en crisis?

— Que preguntita… tengo la intuición de contestar que sí. Que la palabra está en crisis, pero habría que definir quizá qué es la palabra, de qué estamos hablando cuando hablamos de la palabra y cuando la ponemos en un lugar de crisis o no crisis.

Acá está la palabra escrita. Lo que está en crisis un poco es el valor que, yo veo por lo menos en nuestro barrio, le damos a esa palabra que está escrita guardada acá y que es diverso en el sentido de valorar en distintos lugares. Muchas personas, algunas, las menos, lo valoran positivamente. Forma parte de la vida, al menos de la mía. Que me acompañó siempre, me hizo volar, soñar, viajar, me instruyó, me abrió la cabeza, me puso triste, me puso feliz, me humanizó la palabra escrita, entre otras cosas que me pasaron. Desde mi rol de bibliotecario puedo contar que no observo mucho movimiento, deseo por acceder a la palabra escrita, dicho más sencillo, poca gente lleva pocos libros, eso es lo que nos está pasando, lo que no quiere decir que el único lugar donde se aloja la palabra sea el libro, hace mucho tiempo que estamos hablando nosotros y ahí también está la palabra. Esta no sé, supongo en el afecto, en las relaciones humanas, en todo eso hay palabra también. La verdad que el contexto de pandemia ha puesto la palabra en un lugar raro, como ha puesto en un lugar raro todas las cosas, las relaciones humanas, la palabra hablada, la compañía, la mirada a los ojos de las personas, quedó en otro lugar. Venía en un declive la virtualidad de las relaciones, venia caminando en una pendiente que algunos verán hacia arriba, otros hacia abajo, pero lo estaba cambiando y esta pandemia es como que terminó de definir el sentido hacia el cual se dirige esta palabra, esta relación, este camino hacia la virtualidad. A mí particularmente no me entusiasma mucho, hay cosas que están buenas, pero me parecen peligrosas no es que crea que en los libros y en la presencialidad está todo y sin eso no hay nada, pero la verdad que tampoco suscribiria lo contrario, que todo se puede virtualizar. No tengo certidumbres o cuestionamientos, no se si está en crisis la palabra, la verdad que no lo sé, veo estas cosas, sentado acá en mi día semanal de bibliotecario y después andando por el mundo. No me produce felicidad la palabra virtualizada. El contacto con el otro a través de medios electrónicos o audiovisuales, sirven, suman, y esas cosas, pero bueno son cosas que nos pasan.

— ¿Te gustaría compartirnos algo más, proyectos a futuro, desafíos?

— Sí, la biblio tiene desafios, queremos llegar a toda la comunidad del barrio. Trabajamos territorialmente y tenemos como desafío poder llegar a espacios sociales, aparte de la comunidad de nuestros vecinos que no estamos llegando como quisieramos. La biblioteca les queda lejos, no en el sentido espacial. No sé si no estamos reflejando con el trabajo algo que le resulte interesante a una parte de la comunidad y no a otra. También tenemos una mirada de falta, de desafío de algo que tenemos que hacer y no estamos haciendo, por eso seguimos caminando.


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