La última técnica aplicada por Estados Unidos, la Unión Europea y los partidos de derecha en el orbe es la de declarar fraude electoral y llamar a revueltas callejeras en cualquier país donde no le sean afines las organizaciones que hayan ganado los comicios.
Esa táctica ocurrió el pasado 28 de julio cuando el presidente venezolano obtuvo una contundente victoria contra los oponentes de la derecha. La violencia, preparada de antemano por Washington con el apoyo de la derecha criolla provocó la muerte de 27 ciudadanos y numerosos daños materiales pero la respuesta del gobierno bolivariano junto a las fuerzas armadas y la mayoría del pueblo dieron al traste con el intento de golpe de Estado.
Ahora el hecho se repite en Georgia, un país de Europa oriental fronterizo con Rusia y que había formado parte de la extinta Unión Soviética.
Tras el recuento del 100 % de las urnas, el partido gobernante, Sueño Georgiano que promueve un mayor acercamiento con Rusia, ganó las elecciones parlamentarias con un 53,92 %, mientras cuatro partidos opositores que buscan la adhesión a la Unión Europea alcanzaron 37,74 % e inmediatamente se negaron a reconocer los resultados.
Datos a boca de urnas de la encuestadora Edison Research divulgó, sin ninguna verificación, que la oposición había ganado con un 51,9 % y Sueño Georgiano solo alcanzó 40,9 %.
Inmediatamente la presidenta Salomé Zurabishvili catalogó las elecciones de fraude y llamó a realizar manifestaciones en contra, a la par que el primer ministro Irakli Kobajidze y el presidente del Parlamento, Shalva Papuashvili denunciaron que se estaba preparando un golpe de Estado en el país con la excusa de la ilegitimidad de las elecciones.
En relación a la encuesta a pie de urna hecha por Edison Research, Papuashvili las tildó de fraude y otro golpe a su reputación pues esa fue la misma compañía que dio como ganador en los comicios de Venezuela al opositor Edmundo González con 65 % de los votos y solo le atribuyó a Nicolás Maduro 31 %, cuando el conteo oficial fue de 51 % a 44 % a favor del reelegido presidente.
Edison es una empresa de investigación estadounidense y entre sus clientes están medios de propaganda del gobierno vinculados a la CIA y se halla en la mira internacional por sus falsas encuestas realizadas en Ucrania, Venezuela, Irak y Georgia (esta última con anterioridad a la presente).
En estas circunstancias, Estados Unidos con su reiterada política de creerse el policía del mundo, amenazó a Georgia con “nuevas consecuencias” por las supuestas violaciones electorales, después de que el partido gobernante Sueño Georgiano obtuvo la victoria legislativa.
El portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, en rueda de prensa, instó a Tbilisi a cambiar el rumbo actual que ha tomado el Gobierno. “Este año hemos instado sistemáticamente a Georgia que ponga fin a sus acciones antidemocráticas y vuelva a la senda euroatlántica. No descartamos nuevas consecuencias si el rumbo del Gobierno no cambia”, declaró.
Abiertamente, Ben Cardin, jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense dijo: Georgia ha tomado un camino equivocado. Nos preocupa mucho que un país, que Rusia había ocupado, ahora de pronto empieza a negociar con Moscú.
Como era de esperar, la Unión Europea siguió obedientemente las instrucciones de Washington y amenazó a Georgia con cerrarle la puerta de entrada en la Unión y le suspendió un crédito por 121 millones de dólares por presunto alejamiento de las normas democráticas.
La cúpula de la UE se opone a que Tbilisi aprobara a mediados de mayo la ley de registro de agentes extranjeros, una normativa similar a una legislación estadounidense de 1938 conocida como FARA.
De esa forma, Georgia busca proteger su política interna de la injerencia extranjera. La ley FARA georgiana obliga a las organizaciones que promueven los intereses de una potencia extranjera y que reciban al menos el 20 % de financiación desde el exterior, a inscribirse en el registro de agentes extranjeros.
Casi un mes antes de las elecciones parlamentarias, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) develó que la Casa Blanca estaba muy disgustada por la situación en Georgia, preparó una campaña informativa para desacreditar al partido gobernante Sueño Georgiano y organizaba una revolución de colores en el país.
Un dato que no se puede soslayar en esta campaña desestabilizadora es que la presidenta Zurabishvili nació en Paris el 18 de marzo de 1952. Hija de exiliados georgianos, tras cursar estudios en el Instituto Político de Paris y en la Universidad de Columbia se incorporó al Ministerio francés de Asuntos Exteriores en 1974.
Tiene una larga historia como diplomática francesa en Italia (1974-1977); después en Naciones Unidas hasta 1980; en Washington (1984) así como en Chad y en la misión de Francia en la OTAN y en la Unión Europea. Viajó por primera ocasión a Georgia en 1986 y en diciembre de 2018, tras varios ajustes jurídicos, se le permitió presentarse a elecciones presidenciales en ese país y resultó elegida por votación directa.
Salomé Zurabishvili sigue la misma norma de Estados Unidos y la Unión Europea, o sea: Si pierdo es que hubo fraude electoral. La realidad es que se está preparando un golpe de Estado en esa nación euroasiática y el partido Sueño Georgiano deberá permanecer en constante alerta.
Esa táctica ocurrió el pasado 28 de julio cuando el presidente venezolano obtuvo una contundente victoria contra los oponentes de la derecha. La violencia, preparada de antemano por Washington con el apoyo de la derecha criolla provocó la muerte de 27 ciudadanos y numerosos daños materiales pero la respuesta del gobierno bolivariano junto a las fuerzas armadas y la mayoría del pueblo dieron al traste con el intento de golpe de Estado. Ahora el hecho se repite en Georgia, un país de Europa oriental fronterizo con Rusia y que había formado parte de la extinta Unión Soviética. Tras el recuento del 100 % de las urnas, el partido gobernante, Sueño Georgiano que promueve un mayor acercamiento con Rusia, ganó las elecciones parlamentarias con un 53,92 %, mientras cuatro partidos opositores que buscan la adhesión a la Unión Europea alcanzaron 37,74 % e inmediatamente se negaron a reconocer los resultados. Datos a boca de urnas de la encuestadora Edison Research divulgó, sin ninguna verificación, que la oposición había ganado con un 51,9 % y Sueño Georgiano solo alcanzó 40,9 %. Inmediatamente la presidenta Salomé Zurabishvili catalogó las elecciones de fraude y llamó a realizar manifestaciones en contra, a la par que el primer ministro Irakli Kobajidze y el presidente del Parlamento, Shalva Papuashvili denunciaron que se estaba preparando un golpe de Estado en el país con la excusa de la ilegitimidad de las elecciones. En relación a la encuesta a pie de urna hecha por Edison Research, Papuashvili las tildó de fraude y otro golpe a su reputación pues esa fue la misma compañía que dio como ganador en los comicios de Venezuela al opositor Edmundo González con 65 % de los votos y solo le atribuyó a Nicolás Maduro 31 %, cuando el conteo oficial fue de 51 % a 44 % a favor del reelegido presidente. Edison es una empresa de investigación estadounidense y entre sus clientes están medios de propaganda del gobierno vinculados a la CIA y se halla en la mira internacional por sus falsas encuestas realizadas en Ucrania, Venezuela, Irak y Georgia (esta última con anterioridad a la presente). En estas circunstancias, Estados Unidos con su reiterada política de creerse el policía del mundo, amenazó a Georgia con “nuevas consecuencias” por las supuestas violaciones electorales, después de que el partido gobernante Sueño Georgiano obtuvo la victoria legislativa. El portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, en rueda de prensa, instó a Tbilisi a cambiar el rumbo actual que ha tomado el Gobierno. “Este año hemos instado sistemáticamente a Georgia que ponga fin a sus acciones antidemocráticas y vuelva a la senda euroatlántica. No descartamos nuevas consecuencias si el rumbo del Gobierno no cambia”, declaró. Abiertamente, Ben Cardin, jefe del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense dijo: Georgia ha tomado un camino equivocado. Nos preocupa mucho que un país, que Rusia había ocupado, ahora de pronto empieza a negociar con Moscú. Como era de esperar, la Unión Europea siguió obedientemente las instrucciones de Washington y amenazó a Georgia con cerrarle la puerta de entrada en la Unión y le suspendió un crédito por 121 millones de dólares por presunto alejamiento de las normas democráticas. La cúpula de la UE se opone a que Tbilisi aprobara a mediados de mayo la ley de registro de agentes extranjeros, una normativa similar a una legislación estadounidense de 1938 conocida como FARA. Casi un mes antes de las elecciones parlamentarias, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia (SVR) develó que la Casa Blanca estaba muy disgustada por la situación en Georgia, preparó una campaña informativa para desacreditar al partido gobernante Sueño Georgiano y organizaba una revolución de colores en el país. Un dato que no se puede soslayar en esta campaña desestabilizadora es que la presidenta Zurabishvili nació en Paris el 18 de marzo de 1952. Hija de exiliados georgianos, tras cursar estudios en el Instituto Político de Paris y en la Universidad de Columbia se incorporó al Ministerio francés de Asuntos Exteriores en 1974. Tiene una larga historia como diplomática francesa en Italia (1974-1977); después en Naciones Unidas hasta 1980; en Washington (1984) así como en Chad y en la misión de Francia en la OTAN y en la Unión Europea. Viajó por primera ocasión a Georgia en 1986 y en diciembre de 2018, tras varios ajustes jurídicos, se le permitió presentarse a elecciones presidenciales en ese país y resultó elegida por votación directa. Salomé Zurabishvili sigue la misma norma de Estados Unidos y la Unión Europea, o sea: Si pierdo es que hubo fraude electoral. La realidad es que se está preparando un golpe de Estado en esa nación euroasiática y el partido Sueño Georgiano deberá permanecer en constante alerta. |
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