La estafa de la Deuda Externa
Julián Denaro (*)
Durante el gobierno de Alfonsín, la deuda externa asciende desde los 45.000 millones hasta los 60.000 millones de dólares, luego con el gobierno de Menem la deuda externa asciende a 150.000 millones de dólares, y con De La Rúa a 220.000 millones de dólares.


La cuestión de la deuda es preocupante porque limita el desarrollo de una política económica y social soberana. El presupuesto del Estado, financiado con los impuestos que pagamos todos, debería asignarse a nuestras necesidades, cuyos destinos más asiduamente nombrados a modo de ejemplo son Salud, Educación, Ciencia y Técnica, Cultura, Transporte, Turismo, Energía, Combustible, Agua Potable, Vivienda, Urbanismo, Alcantarillado, Medio Ambiente, Salarios Públicos, Jubilaciones, etcétera. Pero a mayor nivel de endeudamiento, disminuyen los recursos disponibles para la Inversión Social, porque hay que dirigir partidas para pagar los vencimientos de Deuda. Para entender cada presente, siempre es oportuno comprenderlo dentro de una contextualización histórica. En el 2001, el presupuesto destinado al pago de deuda era del 25%, por lo cual apenas el 75% de lo recaudado podía asignarse a nuestras demandas sociales. En diciembre de 2015, y gracias a haber bajado la deuda externa en moneda extranjera desde el 160% del PBI en 2003, a menos del 15% en 2015, se destinaba menos del 8% al pago de compromisos externos, con lo cual quedaba disponible más del 92% para nosotros, el pueblo. Y luego del veloz endeudamiento efectuado por el gobierno de Macri, que elevó la deuda externa en moneda extranjera a más del 60% del PBI, tenemos otra vez más del 20% comprometido con los acreedores externos, y quedando para nosotros menos del 80%.

La pregunta que se desprende de la descripción precedente es indagar acerca de los mecanismos que pueden conducir a un desendeudamiento, entendiéndose que este propicia la Independencia Económica y la Soberanía Política, condiciones imprescindibles para acercarse a la Justicia Social. Para intentar responder esta consigna, se describirá cómo se pusieron en acción esos mecanismos, contrapuestos a los mecanismos que endeudaron al país, sometiéndolo a mayores pesares, y sabiendo que nunca los períodos de endeudamiento coincidieron con mejoras sociales, sino todo lo contrario. Es decir, siempre que aumentó la deuda, también lo hicieron la pobreza, el desempleo, el hambre, y la desdicha para nuestro pueblo.

Los períodos de endeudamiento y los períodos de desendeudamiento, en realidad, no fueron tantos, por lo cual se puede atender a las características de los mismos y apreciar rasgos en común entre ellos. El primer ciclo de endeudamiento va desde el año 1824 hasta el primer gobierno de Perón. Se fueron pidiendo sucesivamente préstamos al exterior con la excusa de mejorar y modernizar los puertos y efectuar inversiones en infraestructura, pero nada de eso ocurrió, nuestro país se endeudó, y el dinero se lo quedaron los agentes financieros externos

Cuando Perón asume en 1946, se diseñó un plan de desarrollo, llamado Plan Quinquenal, conformado por 76.000 obras que llevarían a la Argentina al Pleno Empleo, pero eso era imposible de financiar. Los servicios de deuda que había que pagar todos los años, más los pagos de importaciones, más el retiro de utilidades de las empresas británicas de servicios y los ferrocarriles, más el costo de flete y seguro para exportar la carne, hacían inviable cualquier plan de desarrollo para nuestro país y para nuestro pueblo. El costo de la deuda era pesado, las importaciones no estaban controladas y se importaba de todo, por lo que no sólo se obstaculizaba el crecimiento de la industria argentina generadora de empleo, sino que además eso implicaba una pérdida en la balanza comercial, ya que se importaba más que lo que se exportaba, y la extranjerización de todas las empresas de servicios y los ferrocarriles, parecían ser una limitación eterna.

Pero el gobierno de Perón puso en marcha una serie de medidas que lo hicieron posible. La Nacionalización del Banco Central y los Depósitos Bancarios se hizo para que el caudal constante de ahorro del pueblo argentino, es decir, el ahorro que los argentinos tenemos depositado en los bancos, en vez de financiar la ganancia multimillonaria de la Banca Trasnacional, sea manejado por el Estado, o sea por nosotros, y dirigido a tres canales de producción y distribución. Al Ministerio de Obras Públicas para financiar Obras de Infraestructura, al Banco de Desarrollo Industrial para levantar la industria y al Banco Hipotecario Nacional para construir viviendas. En la medida que se fueron ejecutando las obras, se consiguió el Pleno Empleo y el Estado empezó a recaudar cada vez más, porque cuando aumentan la actividad y el empleo, el Estado recauda más por Impuestos a las Ganancias, Impuestos al Consumo y por Aportes y Contribuciones. Pero además se adicionó la recaudación del comercio exterior y se comenzaron a controlar las importaciones con medidas proteccionistas, sostenidas en la necesidad de proteger nuestra industria generadora de empleo y cuidar la plata de nuestro país. Se consiguió pagar el total de Deuda Externa y se Nacionalizaron todas las empresas de servicios y también los ferrocarriles. De esta forma, el drenaje de dinero hacia el exterior fue interrumpido, y se consiguió forjar un país agropecuario pero también industrial, tecnológico, científico, marítimo y aéreo, con nuestra aerolínea de bandera creada por el gobierno de Perón.

El 16 de junio de 1955 se desata un bombardeo a la plaza de mayo. Tres meses después, la marina, con apoyo británico, apunta sus cañones hacia el puerto de Buenos Aires y las destilerías de La Plata. Perón tiene que renunciar para evitar lo que acabaría con un millón de muertos, partiendo de que nada bueno puede construirse sobre un millón de muertos. En 1956, un nuevo ciclo de endeudamiento comenzaría, con el gobierno de facto que derrocó a Perón. Se elimina la Constitución de 1949, se desarma el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) creado por Perón, que administraba el comercio exterior e interior de la Nación, se interrumpe el desarrollo industrial, y se vuelve al endeudamiento, ahora con organismos internacionales conocidos en la actualidad, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Club de París. Sin embargo, el peso del endeudamiento no sería tan preocupante hasta la dictadura cívico militar que derroca al gobierno de María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976. En ese momento, la deuda externa era de 7.000 millones de dólares, había pleno empleo, el PBI industrial era del 25%, y la clase trabajadora participaba del 50% de lo que producía el conjunto del país (PBI) a pesar de un proceso inflacionario que estallara con el golpe económico de 1975 llamado Rodrigazo.

Durante la Tenebrosa Dictadura Cívico Militar, mediante la apertura indiscriminada de las importaciones, la eliminación de la recaudación proveniente del comercio exterior como aranceles y retenciones, la reducción de la actividad del Estado, la Estatización de Deuda Privada (deuda que era de Bancos y de empresas privadas como por ejemplo las del grupo Macri, más endeudamiento fraudulento ejecutado por el gobierno de facto), pasando esa deuda al Estado para que la paguemos todos los argentinos, más el mecanismo novedoso de la bicicleta financiera, la deuda externa se incrementó hasta los 45.000 millones de dólares hacia el año 1983, cuando volvería la democracia para siempre. La bicicleta financiera es el ingreso al país de dólares sin restricciones, pero que no se destinan a la inversión generadora de empleo, sino al mecanismo de la valorización financiera. Esto es, cambiarlo por pesos o por otras herramientas financieras como Bonos o Títulos Públicos, colocarlos a elevadísimas tasas de interés, de modo que crezcan rápidamente, y poder cambiarlos por dólares libremente y retirarlos del país libremente. Este saqueo fue un mecanismo que se puso tres veces en acción, primero con la dictadura cívico militar de 1976 a 1983, segundo con la Convertibilidad, durante los gobiernos de Menem y De La Rúa, de 1991 a 2001, y tercero con el gobierno de Macri, desde diciembre de 2015 hasta diciembre de 2019.

Durante el gobierno de Alfonsín, la deuda externa asciende desde los 45.000 millones hasta los 60.000 millones de dólares, luego con el gobierno de Menem la deuda externa asciende a 150.000 millones de dólares, y con De La Rúa a 220.000 millones de dólares. Y es necesario insistir sobre un tema vital. Siempre que la deuda ascendió, empeoraron las condiciones para nuestro país y nuestro pueblo. Y el FMI siempre estaba monitoreando nuestra economía con recetas y recomendaciones. Estas eran, reducir cada vez más las partidas asignadas a Inversión Social en tanto se incrementaban las partidas asignadas al pago de deuda, pero en un modelo económico que sólo incrementaba la deuda a una velocidad vertiginosa. La desregulación total del Comercio Exterior de la Nación, la apertura indiscriminada de las importaciones, la bicicleta financiera, las privatizaciones de todas las empresas de servicios que había estatizado Perón, y que volvieron a drenar sin tregua dinero hacia el exterior, terminaron por dejar un país devastado, destruido, hecho cenizas, con una pobreza superior al 50%, una deuda externa del 160%, un desempleo superior al 20% y un PBI industrial de apenas el 12%.

Néstor Kirchner asume el 25 de mayo de 2003, y plantea que si quieren que les paguemos, deben primero dejarnos crecer, porque los muertos no pagan. Pregona que el Estado debe poner equidad allí donde el Mercado excluye y abandona, y sostiene que el sueño de una Patria más justa e inclusiva es posible con el requisito de que nosotros manejemos nuestros problemas, en vez de que sea el FMI el que nos condicione con sus recetas desde el exterior.

El gobierno de Kirchner vigoriza la administración del Estado sobre el Comercio Exterior e Interior de la Nación, se incrementa la recaudación proveniente de los aranceles a las importaciones y las retenciones a las exportaciones, se asignan recursos para volver a poner en marcha la industria generadora de empleo, y desarrollar la ciencia y la tecnología, y se cuidan los superávits comercial y fiscal para mejorar nuestras finanzas. En el 2005, Kirchner en conjunto y en solidaridad recíproca con Chávez y con Lula rechazan al ALCA, que era el tratado de libre comercio con Estados Unidos, y deciden a partir de ese momento fortalecer el Mercosur, luego de lo que vendrían la conformación del Unasur y su ampliación, la Cepal, para fortalecer la integración regional e impedir el asalto financiero de las potencias dominantes sobre la Patria Grande Latinoamericana. En ese mismo 2005, se pagó el total de deuda con el FMI, de 10.000 millones de dólares, y se reestructuró una deuda con bonistas de cerca de 100.000 millones de dólares, consiguiendo un 65% de quita con una aceptación del 65% del total, que se ampliaría al 93% del total de bonistas en el 2010. Claro, aquellos fueron bonos comprados a un país en cesación de pagos en los tramos finales de la Convertibilidad, al 15% de su valor nominal, en un momento en el cual el país necesitaba plata como sea antes de la explosión que terminara con la Convertibilidad, y algunos especuladores aprovecharon para comprar de esa forma, pagando bonos muy baratos y especular con cobrarlos alguna vez a mejor precio. Pues bien, con las mejoras que venía llevando la Argentina con el gobierno de Kirchner, esos bonos incrementaron su valor, y ya se vendían a cerca del 35%, y es lo que ofreció Néstor Kirchner para sacarse de encima el problema, en un canje de bonos muy inteligente y estratégico.

La deuda fue disminuyendo paulatinamente, y así lo hicieron la pobreza, el desempleo y el hambre. Al terminar el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre de 2015, la deuda externa en moneda extranjera era apenas el 13% del PBI, la deuda total menos del 50%, el desempleo 6%, la pobreza bajó al 27%, el PBI industrial aumentó al 30%, y el hambre bajó al 4%, siendo considerado por la FAO –organización de las Naciones Unidas destinada al cuidado del hambre y la agricultura– como un país con hambre cero, por tener menos del 5% de la población en esa condición. Y los salarios y las jubilaciones estaban en el primer puesto de Latinoamérica.

Con el gobierno de Mauricio Macri, se pusieron en acción las mismas características de modelo económico que con la dictadura y con la convertibilidad – apertura indiscriminada de las importaciones, desregulación del comercio exterior e interior de la nación, bicicleta financiera, desfinanciación del Estado, achicamiento del Estado, etcétera – y las consecuencias fueron las mismas. La deuda externa en moneda extranjera aumentó a más del 60%, la deuda total a más del 90%, el desempleo ascendió desde el 6% al 10%, la pobreza del 27% al 41%, el hambre del 4% al 10% y la industria quedó con capacidad ociosa del 50%. En tanto, en lo que respecta al FMI, y recordando que en 2005 se pagó todo lo que se había acumulado en 25 años desde 1956 hasta el 2001, siendo esa cifra 10.000 millones de dólares, es imprescindible destacar que en tan sólo un año y medio, desde mediados de 2018 hasta fines de 2019, se le deben al Fondo 45.000 millones de dólares, en el préstamo más grande de su historia, y teniendo Argentina el 60% de sus acreencias.

Respecto al PBI, este era de 150.000 millones de dólares en el 2003, aumentó a 600.000 millones de dólares hacia el 2015, momento en el cual estábamos en el puesto 18 dentro de los 190 países del mundo, habiéndose cuadruplicado en aquel período, y luego bajó a 400.000 millones de dólares en 2019, cayendo del puesto 18 al puesto 28 del mundo, siendo el 8vo país más grande del mundo y 31º en población.

Como se sabe, todo este mega endeudamiento enriqueció a sectores concentrados, al tiempo que empobreció al conjunto de nuestro pueblo. Y, por si fuera poco, violó los estatutos del FMI y nuestra propia legislación en lo que respecta a endeudamiento externo, viciándose de ilegal e ilegítima. En consecuencia, son evidentes algunas conclusiones: sería injusto que los argentinos paguemos esa deuda, Esa deuda la tienen que pagar los que la fugaron del país. Nunca más podemos permitir como pueblo que nuestros gobernantes nos defrauden así.



(*) Economista (UBA), Columnista Económico en Televisión y Radio, Profesor en Universidades Nacionales (UBA y UNLAM), Doctorando en Ciencias Económicas en UNLAM y terminando la Licenciatura en Psicología en la UBA. Autor de seis libros, siendo los dos últimos “Del país dividido a la revolución cultural” (2017) y “Argentina entre las disputas de poder 2012-2019” (2019)

La cuestión de la deuda es preocupante porque limita el desarrollo de una política económica y social soberana. El presupuesto del Estado, financiado con los impuestos que pagamos todos, debería asignarse a nuestras necesidades, cuyos destinos más asiduamente nombrados a modo de ejemplo son Salud, Educación, Ciencia y Técnica, Cultura, Transporte, Turismo, Energía, Combustible, Agua Potable, Vivienda, Urbanismo, Alcantarillado, Medio Ambiente, Salarios Públicos, Jubilaciones, etcétera. Pero a mayor nivel de endeudamiento, disminuyen los recursos disponibles para la Inversión Social, porque hay que dirigir partidas para pagar los vencimientos de Deuda. Para entender cada presente, siempre es oportuno comprenderlo dentro de una contextualización histórica. En el 2001, el presupuesto destinado al pago de deuda era del 25%, por lo cual apenas el 75% de lo recaudado podía asignarse a nuestras demandas sociales. En diciembre de 2015, y gracias a haber bajado la deuda externa en moneda extranjera desde el 160% del PBI en 2003, a menos del 15% en 2015, se destinaba menos del 8% al pago de compromisos externos, con lo cual quedaba disponible más del 92% para nosotros, el pueblo. Y luego del veloz endeudamiento efectuado por el gobierno de Macri, que elevó la deuda externa en moneda extranjera a más del 60% del PBI, tenemos otra vez más del 20% comprometido con los acreedores externos, y quedando para nosotros menos del 80%.

La pregunta que se desprende de la descripción precedente es indagar acerca de los mecanismos que pueden conducir a un desendeudamiento, entendiéndose que este propicia la Independencia Económica y la Soberanía Política, condiciones imprescindibles para acercarse a la Justicia Social. Para intentar responder esta consigna, se describirá cómo se pusieron en acción esos mecanismos, contrapuestos a los mecanismos que endeudaron al país, sometiéndolo a mayores pesares, y sabiendo que nunca los períodos de endeudamiento coincidieron con mejoras sociales, sino todo lo contrario. Es decir, siempre que aumentó la deuda, también lo hicieron la pobreza, el desempleo, el hambre, y la desdicha para nuestro pueblo.

Los períodos de endeudamiento y los períodos de desendeudamiento, en realidad, no fueron tantos, por lo cual se puede atender a las características de los mismos y apreciar rasgos en común entre ellos. El primer ciclo de endeudamiento va desde el año 1824 hasta el primer gobierno de Perón. Se fueron pidiendo sucesivamente préstamos al exterior con la excusa de mejorar y modernizar los puertos y efectuar inversiones en infraestructura, pero nada de eso ocurrió, nuestro país se endeudó, y el dinero se lo quedaron los agentes financieros externos

Cuando Perón asume en 1946, se diseñó un plan de desarrollo, llamado Plan Quinquenal, conformado por 76.000 obras que llevarían a la Argentina al Pleno Empleo, pero eso era imposible de financiar. Los servicios de deuda que había que pagar todos los años, más los pagos de importaciones, más el retiro de utilidades de las empresas británicas de servicios y los ferrocarriles, más el costo de flete y seguro para exportar la carne, hacían inviable cualquier plan de desarrollo para nuestro país y para nuestro pueblo. El costo de la deuda era pesado, las importaciones no estaban controladas y se importaba de todo, por lo que no sólo se obstaculizaba el crecimiento de la industria argentina generadora de empleo, sino que además eso implicaba una pérdida en la balanza comercial, ya que se importaba más que lo que se exportaba, y la extranjerización de todas las empresas de servicios y los ferrocarriles, parecían ser una limitación eterna.

Pero el gobierno de Perón puso en marcha una serie de medidas que lo hicieron posible. La Nacionalización del Banco Central y los Depósitos Bancarios se hizo para que el caudal constante de ahorro del pueblo argentino, es decir, el ahorro que los argentinos tenemos depositado en los bancos, en vez de financiar la ganancia multimillonaria de la Banca Trasnacional, sea manejado por el Estado, o sea por nosotros, y dirigido a tres canales de producción y distribución. Al Ministerio de Obras Públicas para financiar Obras de Infraestructura, al Banco de Desarrollo Industrial para levantar la industria y al Banco Hipotecario Nacional para construir viviendas. En la medida que se fueron ejecutando las obras, se consiguió el Pleno Empleo y el Estado empezó a recaudar cada vez más, porque cuando aumentan la actividad y el empleo, el Estado recauda más por Impuestos a las Ganancias, Impuestos al Consumo y por Aportes y Contribuciones. Pero además se adicionó la recaudación del comercio exterior y se comenzaron a controlar las importaciones con medidas proteccionistas, sostenidas en la necesidad de proteger nuestra industria generadora de empleo y cuidar la plata de nuestro país. Se consiguió pagar el total de Deuda Externa y se Nacionalizaron todas las empresas de servicios y también los ferrocarriles. De esta forma, el drenaje de dinero hacia el exterior fue interrumpido, y se consiguió forjar un país agropecuario pero también industrial, tecnológico, científico, marítimo y aéreo, con nuestra aerolínea de bandera creada por el gobierno de Perón.

El 16 de junio de 1955 se desata un bombardeo a la plaza de mayo. Tres meses después, la marina, con apoyo británico, apunta sus cañones hacia el puerto de Buenos Aires y las destilerías de La Plata. Perón tiene que renunciar para evitar lo que acabaría con un millón de muertos, partiendo de que nada bueno puede construirse sobre un millón de muertos. En 1956, un nuevo ciclo de endeudamiento comenzaría, con el gobierno de facto que derrocó a Perón. Se elimina la Constitución de 1949, se desarma el IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) creado por Perón, que administraba el comercio exterior e interior de la Nación, se interrumpe el desarrollo industrial, y se vuelve al endeudamiento, ahora con organismos internacionales conocidos en la actualidad, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Club de París. Sin embargo, el peso del endeudamiento no sería tan preocupante hasta la dictadura cívico militar que derroca al gobierno de María Estela Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976. En ese momento, la deuda externa era de 7.000 millones de dólares, había pleno empleo, el PBI industrial era del 25%, y la clase trabajadora participaba del 50% de lo que producía el conjunto del país (PBI) a pesar de un proceso inflacionario que estallara con el golpe económico de 1975 llamado Rodrigazo.

Durante la Tenebrosa Dictadura Cívico Militar, mediante la apertura indiscriminada de las importaciones, la eliminación de la recaudación proveniente del comercio exterior como aranceles y retenciones, la reducción de la actividad del Estado, la Estatización de Deuda Privada (deuda que era de Bancos y de empresas privadas como por ejemplo las del grupo Macri, más endeudamiento fraudulento ejecutado por el gobierno de facto), pasando esa deuda al Estado para que la paguemos todos los argentinos, más el mecanismo novedoso de la bicicleta financiera, la deuda externa se incrementó hasta los 45.000 millones de dólares hacia el año 1983, cuando volvería la democracia para siempre. La bicicleta financiera es el ingreso al país de dólares sin restricciones, pero que no se destinan a la inversión generadora de empleo, sino al mecanismo de la valorización financiera. Esto es, cambiarlo por pesos o por otras herramientas financieras como Bonos o Títulos Públicos, colocarlos a elevadísimas tasas de interés, de modo que crezcan rápidamente, y poder cambiarlos por dólares libremente y retirarlos del país libremente. Este saqueo fue un mecanismo que se puso tres veces en acción, primero con la dictadura cívico militar de 1976 a 1983, segundo con la Convertibilidad, durante los gobiernos de Menem y De La Rúa, de 1991 a 2001, y tercero con el gobierno de Macri, desde diciembre de 2015 hasta diciembre de 2019.

Durante el gobierno de Alfonsín, la deuda externa asciende desde los 45.000 millones hasta los 60.000 millones de dólares, luego con el gobierno de Menem la deuda externa asciende a 150.000 millones de dólares, y con De La Rúa a 220.000 millones de dólares. Y es necesario insistir sobre un tema vital. Siempre que la deuda ascendió, empeoraron las condiciones para nuestro país y nuestro pueblo. Y el FMI siempre estaba monitoreando nuestra economía con recetas y recomendaciones. Estas eran, reducir cada vez más las partidas asignadas a Inversión Social en tanto se incrementaban las partidas asignadas al pago de deuda, pero en un modelo económico que sólo incrementaba la deuda a una velocidad vertiginosa. La desregulación total del Comercio Exterior de la Nación, la apertura indiscriminada de las importaciones, la bicicleta financiera, las privatizaciones de todas las empresas de servicios que había estatizado Perón, y que volvieron a drenar sin tregua dinero hacia el exterior, terminaron por dejar un país devastado, destruido, hecho cenizas, con una pobreza superior al 50%, una deuda externa del 160%, un desempleo superior al 20% y un PBI industrial de apenas el 12%.

Néstor Kirchner asume el 25 de mayo de 2003, y plantea que si quieren que les paguemos, deben primero dejarnos crecer, porque los muertos no pagan. Pregona que el Estado debe poner equidad allí donde el Mercado excluye y abandona, y sostiene que el sueño de una Patria más justa e inclusiva es posible con el requisito de que nosotros manejemos nuestros problemas, en vez de que sea el FMI el que nos condicione con sus recetas desde el exterior.

El gobierno de Kirchner vigoriza la administración del Estado sobre el Comercio Exterior e Interior de la Nación, se incrementa la recaudación proveniente de los aranceles a las importaciones y las retenciones a las exportaciones, se asignan recursos para volver a poner en marcha la industria generadora de empleo, y desarrollar la ciencia y la tecnología, y se cuidan los superávits comercial y fiscal para mejorar nuestras finanzas. En el 2005, Kirchner en conjunto y en solidaridad recíproca con Chávez y con Lula rechazan al ALCA, que era el tratado de libre comercio con Estados Unidos, y deciden a partir de ese momento fortalecer el Mercosur, luego de lo que vendrían la conformación del Unasur y su ampliación, la Cepal, para fortalecer la integración regional e impedir el asalto financiero de las potencias dominantes sobre la Patria Grande Latinoamericana. En ese mismo 2005, se pagó el total de deuda con el FMI, de 10.000 millones de dólares, y se reestructuró una deuda con bonistas de cerca de 100.000 millones de dólares, consiguiendo un 65% de quita con una aceptación del 65% del total, que se ampliaría al 93% del total de bonistas en el 2010. Claro, aquellos fueron bonos comprados a un país en cesación de pagos en los tramos finales de la Convertibilidad, al 15% de su valor nominal, en un momento en el cual el país necesitaba plata como sea antes de la explosión que terminara con la Convertibilidad, y algunos especuladores aprovecharon para comprar de esa forma, pagando bonos muy baratos y especular con cobrarlos alguna vez a mejor precio. Pues bien, con las mejoras que venía llevando la Argentina con el gobierno de Kirchner, esos bonos incrementaron su valor, y ya se vendían a cerca del 35%, y es lo que ofreció Néstor Kirchner para sacarse de encima el problema, en un canje de bonos muy inteligente y estratégico.

La deuda fue disminuyendo paulatinamente, y así lo hicieron la pobreza, el desempleo y el hambre. Al terminar el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre de 2015, la deuda externa en moneda extranjera era apenas el 13% del PBI, la deuda total menos del 50%, el desempleo 6%, la pobreza bajó al 27%, el PBI industrial aumentó al 30%, y el hambre bajó al 4%, siendo considerado por la FAO –organización de las Naciones Unidas destinada al cuidado del hambre y la agricultura– como un país con hambre cero, por tener menos del 5% de la población en esa condición. Y los salarios y las jubilaciones estaban en el primer puesto de Latinoamérica.

Con el gobierno de Mauricio Macri, se pusieron en acción las mismas características de modelo económico que con la dictadura y con la convertibilidad – apertura indiscriminada de las importaciones, desregulación del comercio exterior e interior de la nación, bicicleta financiera, desfinanciación del Estado, achicamiento del Estado, etcétera – y las consecuencias fueron las mismas. La deuda externa en moneda extranjera aumentó a más del 60%, la deuda total a más del 90%, el desempleo ascendió desde el 6% al 10%, la pobreza del 27% al 41%, el hambre del 4% al 10% y la industria quedó con capacidad ociosa del 50%. En tanto, en lo que respecta al FMI, y recordando que en 2005 se pagó todo lo que se había acumulado en 25 años desde 1956 hasta el 2001, siendo esa cifra 10.000 millones de dólares, es imprescindible destacar que en tan sólo un año y medio, desde mediados de 2018 hasta fines de 2019, se le deben al Fondo 45.000 millones de dólares, en el préstamo más grande de su historia, y teniendo Argentina el 60% de sus acreencias.

Respecto al PBI, este era de 150.000 millones de dólares en el 2003, aumentó a 600.000 millones de dólares hacia el 2015, momento en el cual estábamos en el puesto 18 dentro de los 190 países del mundo, habiéndose cuadruplicado en aquel período, y luego bajó a 400.000 millones de dólares en 2019, cayendo del puesto 18 al puesto 28 del mundo, siendo el 8vo país más grande del mundo y 31º en población.

Como se sabe, todo este mega endeudamiento enriqueció a sectores concentrados, al tiempo que empobreció al conjunto de nuestro pueblo. Y, por si fuera poco, violó los estatutos del FMI y nuestra propia legislación en lo que respecta a endeudamiento externo, viciándose de ilegal e ilegítima. En consecuencia, son evidentes algunas conclusiones: sería injusto que los argentinos paguemos esa deuda, Esa deuda la tienen que pagar los que la fugaron del país. Nunca más podemos permitir como pueblo que nuestros gobernantes nos defrauden así.



(*) Economista (UBA), Columnista Económico en Televisión y Radio, Profesor en Universidades Nacionales (UBA y UNLAM), Doctorando en Ciencias Económicas en UNLAM y terminando la Licenciatura en Psicología en la UBA. Autor de seis libros, siendo los dos últimos “Del país dividido a la revolución cultural” (2017) y “Argentina entre las disputas de poder 2012-2019” (2019)


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