En el mundo de la opinión pública y las necesidades de los diversos poderes que circundan el globo, hay una idea rara que me cuesta entender que es la de la “mirada objetiva” del periodismo. Y digo rara porque es muy extraño llegar a pensar que una persona cualquiera, periodista o no, pueda tener miradas objetivas de un hecho, sin entrar a aludir a fragmentos de Charles Pierce, Valentin Voloshinov o Eliseo Verón, solo quisiera recordar el nacimiento de mi hijo, el primer momento de su vida saliendo de un mundo de plena sensación y cobijo a otro de aire y lleno de voces y ruidos defragmentados. Cuando nos vimos por primera vez, luego de que el médico me alcanzara su pequeño cuerpecito del cual salía un llanto desgarrador, cruzamos miradas, le dije unas palabras y mágicamente sonrió y cesó de llorar, ¿fue ese un momento real, producto del azar o un reconocimiento de la voz “familiar”?, ¿fue la sonrisa un rictus casual o estaba en él ya expresar con sus labios el gesto de agrado?
Desde esa pequeña anécdota de mi cotiniadidad me remonto a otra, un adulto, producto de todas las instituciones formativas o deformativas de su vida, familia, educación formal, amistades, medios de comunicación, trabajo y varios demás, da un punto de vista sobre un hecho concreto, en este caso tomemos “el conflicto bélico entre la OTAN y la Federación Rusa que se desencadena en territorio ucraniano”, qué tipo de información veraz esta persona tiene para desarrollar su idea sobre lo que está ocurriendo en esa parte del mundo, cuáles son las cadena informativas que produjeron la noticia, quiénes son sus dueños, quiénes lo financian. Ahora, esa persona, lector, telespectador o consumidor de información de redes sociales, ¿por qué lee esa noticia y no la de otros conflictos bélicos que se suceden en el mundo en este momento? Siguiendo la idea, ¿qué elemento en su subjetividad tiene para leer lo que le ha llegado con intención de contrarrestar o dudar de alguna parte del cuerpo del mensaje? Y ahí entra a tallar otro gran problema, ¿para qué somos educados? ¿ante qué estímulos debemos responder? ¿cuáles son los enemigos identificables a primera vista?
Y en esto de construir alguna idea de qué pasa con un hecho como el que estamos telespectando masivamente, me remontó a Rashomon, una gran película que vi en años donde el celular era una palabra que se usaba poco, de uno de los grandes directores del cine mundial “Akira Kurosawa”, que luego supe que estaba basada en un cuento clásico de Ryunosuke Akutagawa. La trama es muy sencilla, la muerte de un samurai y la violación de su esposa, pero la complejidad llega en el juicio, donde el hecho es relatado de manera distinta por cada uno de los declarantes, testigos del hecho aunque ninguno percatado de la presencia del otro. Cada cual relata ante los jurados lo presenciado con sus intereses o sus posibilidades materiales de observación. Nos damos cuenta que ver no es observar y que en cada acto humano hay una dirección ideológica que nos mueve. Y pensaba en esa genial cinta de Kurosawa porque me llama la atención los resultados de esta monstruosa batalla por el sentido que se verifica en cada opinión de las personas con las que hablo o escucho referirse al hecho, medio de costado en el subte o por los lugares que circulo. La seguridad de los planteos y la rabia ante el “invasor” que para la mayoría es ni siquiera la Federación Rusa sino Putin, así en seco. ¡Qué cercenada tenemos la verdad! ¡Qué pocos elementos para llegar a encontrarnos con una migaja de algún tipo de realidad aunque sea!
Vemos con estupor cómo cuando las bombas sean del lado que sean son siempre lanzadas por el mismo bando, cuando los desplazados de Donbas o de Kiev tienen un mismo culpable, cómo se dice cualquier cosa y se apela a falsas imagenes sin verificar nada y se publica de igual forma en redes sociales de personas o grandes cadenas noticiosas, o incluso se pasan por televisión videos sacados de juegos de Play Station para relatar que ucranianos derribaron aviones rusos haciéndonos creer que eso está sacado de la realidad del conflicto... un manicomio de información para desestabilizarnos y confundirnos.
A miles de kilómetros de distancia del hecho, y con una casi dictadura de los medios de comunicación y redes sociales de occidente dictándonos el cuentito del Zelenski democrático, veo azorado lo poco que sabemos y lo mucho que creemos saber. A todo esto le opongo las fuentes periodísticas en las que creo, única salvaguardia de mi salud mental, Prensa Latina, Granma Internacionacional, Telesur, RT, VNA, XinHua, que siempre se han mostrado del lado de los que como yo somos trabajadores y tenemos derechos que conquistar y defender.
Bienvenidos a la nueva edición de H, una letra que no se escucha en singular pero existe fuertemente pronunciada en colectivo, tomemos su ejemplo y juntemos las fuerzas para que triunfe alguna vez la verdad de los silentes.
Los dejo con las notas de mis compas, Leonardo Ariel Giugovaz y Julia Martínez abordando el tema central, que este mes es “Soberanía alimetaria”, Julián Denaro en economía, Mónica Carinchi en cultura, Sergio Rodríguez Gelfenstein, María Fernanda Barreto, Xiangcheng Gong y Fernando García Bielsa en internacionales, Vanesa Eliana Szczurowski en medio ambiente, con las fotos de Juan Rey y María Paz Kassabian en la carga de la revista en su versión digital.
Arranca H°16... bienvenidx
Desde esa pequeña anécdota de mi cotiniadidad me remonto a otra, un adulto, producto de todas las instituciones formativas o deformativas de su vida, familia, educación formal, amistades, medios de comunicación, trabajo y varios demás, da un punto de vista sobre un hecho concreto, en este caso tomemos “el conflicto bélico entre la OTAN y la Federación Rusa que se desencadena en territorio ucraniano”, qué tipo de información veraz esta persona tiene para desarrollar su idea sobre lo que está ocurriendo en esa parte del mundo, cuáles son las cadena informativas que produjeron la noticia, quiénes son sus dueños, quiénes lo financian. Ahora, esa persona, lector, telespectador o consumidor de información de redes sociales, ¿por qué lee esa noticia y no la de otros conflictos bélicos que se suceden en el mundo en este momento? Siguiendo la idea, ¿qué elemento en su subjetividad tiene para leer lo que le ha llegado con intención de contrarrestar o dudar de alguna parte del cuerpo del mensaje? Y ahí entra a tallar otro gran problema, ¿para qué somos educados? ¿ante qué estímulos debemos responder? ¿cuáles son los enemigos identificables a primera vista? Y en esto de construir alguna idea de qué pasa con un hecho como el que estamos telespectando masivamente, me remontó a Rashomon, una gran película que vi en años donde el celular era una palabra que se usaba poco, de uno de los grandes directores del cine mundial “Akira Kurosawa”, que luego supe que estaba basada en un cuento clásico de Ryunosuke Akutagawa. La trama es muy sencilla, la muerte de un samurai y la violación de su esposa, pero la complejidad llega en el juicio, donde el hecho es relatado de manera distinta por cada uno de los declarantes, testigos del hecho aunque ninguno percatado de la presencia del otro. Cada cual relata ante los jurados lo presenciado con sus intereses o sus posibilidades materiales de observación. Nos damos cuenta que ver no es observar y que en cada acto humano hay una dirección ideológica que nos mueve. Y pensaba en esa genial cinta de Kurosawa porque me llama la atención los resultados de esta monstruosa batalla por el sentido que se verifica en cada opinión de las personas con las que hablo o escucho referirse al hecho, medio de costado en el subte o por los lugares que circulo. La seguridad de los planteos y la rabia ante el “invasor” que para la mayoría es ni siquiera la Federación Rusa sino Putin, así en seco. ¡Qué cercenada tenemos la verdad! ¡Qué pocos elementos para llegar a encontrarnos con una migaja de algún tipo de realidad aunque sea! Arranca H°16... bienvenidx |
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