PANAMÁ: la solidaridad de América ..
Stella Calloni
Estados Unidos no sólo probó aviones como los Stealth que volaban silenciosamente, y que bombardearon en distintos lugares. Se probaron diversas armas sobre la población indefensa, como hicieron los nazis en Guernica, España.


PANAMÁ: la solidaridad de América, a 30 años de la invasión de Estados Unidos


El 20 de diciembre de 1989, Estados Unidos invadió Panamá, después de una brutal campaña de desinformación y de mentiras, cuando ocupaba colonialmente la Zona del Canal donde estaba enclavado el Comando Sur y sus bases militares.

Para invadir Panamá, de poco más de dos millones de habitantes, sus helicópteros y aviones levantaron vuelo desde sus bases de la Zona del Canal, que dividía en dos al país y en minutos estaban lanzando sus primeras bombas en la ciudad. También lo hicieron por mar, tanto por el Pacífico como el Atlántico, algo de lo que poco se habla. La capital panameña tenía unos 600 mil habitantes.

Sólo había que cruzar la llamada Avenida de los Mártires, nombre que se le había puesto a esa calle que separaba a la capital de la Zona del Canal, en homenaje a los 22 héroes estudiantiles que en 1964 fueron asesinados por las tropas estadounidenses por intentar plantar la bandera panameña en el territorio usurpado. La acción de las tropas de EE.UU acompañados por los zonians, los civiles norteamericanos - como sucede en Las Malvinas- dejó más de mil heridos, pero esa fecha fue un parte aguas en la historia de la lucha por la soberanía. Antes de la invasión, habían trasladado desde la capital panameña a los dirigentes de la oposición que en menos de media hora ya estaban instalados en el Comando Sur y allí sería juramentado como nuevo presidente de Panamá Guillermo Endara, por las autoridades del Comando Sur.

El presidente George Bush nombró a esta invasión como “Causa Justa” en nombre de “la democracia y los derechos humanos”, y tenía como argumento lograr la detención del jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá Manuel Noriega, al que los medios del poder hegemónico llamaban el “dictador”, a pesar de que nunca fue presidente de Panamá. En momentos de la invasión era presidente Francisco Rodríguez.

Las Fuerzas de Defensa se habían creado para sustituir a la Guardia Nacional y al momento de la invasión eran un ejército pequeño y prácticamente desarmado para enfrentar semejante poder de fuego. Estados Unidos no sólo utilizó a fuerzas acantonadas en el Canal sino que trasladó a sus fuerzas de elite, incluyendo ex combatientes de Vietnam, una especie de rambos, y en las primeras horas se bombardearon lugares estratégicos que no tenían ninguna capacidad de defensa.
La invasión dejó alrededor de siete mil muertos y desaparecidos. Los datos más difundidos fueron cuatro mil y miles de heridos y el primer bombardeo a la ciudad destruyó e incendió el barrio del Chorrillo, donde la mayoría de las casas eran de madera y se habían levantado en la época de la construcción del canal. Allí estaba enclavada la comandancia de las Fuerzas de Defensa, un cuartel pequeño y en un barrio pobre.

A la destrucción del país, como fue la devastación del Chorrillo, entre otros, se agregó que los invasores abrieron las puertas de las cárceles de delincuentes comunes, y los dejaron arrasar la ciudad en los primeros días de la invasión.
Fui testigo del horror de la invasión a sólo cuatro días de la navidad, cuando la ciudad estaba adornada de pesebres en las calles. Ví imágenes sobrecogedoras como las de una joven muerta en un charco de sangre junto a una imagen de la virgen de un pesebre, como un símbolo. Ví a los niños y a las familias corriendo por el malecón panameño esa madrugada del 20 de diciembre que nunca podré olvidar. Asocié esa imagen con la de la niña corriendo desnuda de un bombardeo en Vietnam. Estados Unidos no sólo probó aviones como los Stealth que volaban silenciosamente, y que bombardearon en distintos lugares. Se probaron diversas armas sobre la población indefensa, como hicieron los nazis en Guernica, España.
En Panamá no había presos políticos, sólo un hombre de la CIA que había sido detenido por montar radios para transmitir mentiras sobre la situación panameña, durante las elecciones de mayo de ese mismo año y que estaba en el cuartel central. La primera operación de EE.UU fue sobre el cuartel general en el Chorrillo, para liberarlo, y allí perdieron un helicóptero derribado por los escasos defensores, pero como lo confesaron después “ salvaron a su hombre” para después comenzar el duro bombardeo.

Viví el dolor profundo de la injusticia y de la impotencia ante semejante crimen de lesa humanidad, y como periodista mandé las notas, respondí cuando pude a radios de mi país y de otros lugares, donde conté la tragedia y denuncié la ausencia de los organismos internacionales que no estaban allí. En medio de la noche escuché el llanto desesperado de los niños que hoy son mujeres y hombres marcados por aquellos días del terror.



Junto a compañeros de Prensa Latina y de la Televisión cubana, además de un querido periodista dominicano que vivió la invasión de 1965 a su país, nos constituimos en las escasas voces de esos primeros momentos. Reivindico a radio Libertad de Panamá que transmitió hasta que la bombardearon. Nunca olvidaré a esos compañeros. Nunca pude volver al departamento pequeño que ocupaba y que fue allanado dos veces por tropas de Estados Unidos. Muerte, desolación, destrucción era lo que veíamos. El imperio estaba dando sus mensajes a América Latina y al mundo.

Cuando el tiempo pasó y los familiares lograron que se abriera una de las tantas tumbas colectivas que hay aún en distintos lugares fueron encontrados tanto civiles como militares panameños que en todos los casos habían sido sacados de los hospitales heridos y asesinados con un disparo en la nuca.

Temblé y lloré junto a un pueblo al que amaba y amo. No puedo olvidar la indiferencia o la banalización de estos hechos. Abracé a las madres de los pañuelos negros que tiran hasta ahora flores al mar para recordar a sus muertos, muchos desaparecidos hasta hoy. Y hasta hoy acompaño desde donde estoy a madres y familiares de las víctimas, pero esencialmente al pueblo de Panamá, que siempre fue inmensamente solidario. La invasión a Panamá fue un mensaje de lo que iba a suceder en el siglo XXI, el regreso imperial de la doctrina Monroe, el proyecto de 1823, como lo dijo el presidente Donald Trump. "América (toda) para los americanos" es decir nosotros para los norteamericanos, o el "patio trasero" como nos llaman, bajo su control para asegurarse los enormes recursos y reservas, que están tan a la mano de la potencia imperial en decadencia y por eso mismo, más salvaje que nunca.
PANAMÁ: la solidaridad de América, a 30 años de la invasión de Estados Unidos


El 20 de diciembre de 1989, Estados Unidos invadió Panamá, después de una brutal campaña de desinformación y de mentiras, cuando ocupaba colonialmente la Zona del Canal donde estaba enclavado el Comando Sur y sus bases militares.

Para invadir Panamá, de poco más de dos millones de habitantes, sus helicópteros y aviones levantaron vuelo desde sus bases de la Zona del Canal, que dividía en dos al país y en minutos estaban lanzando sus primeras bombas en la ciudad. También lo hicieron por mar, tanto por el Pacífico como el Atlántico, algo de lo que poco se habla. La capital panameña tenía unos 600 mil habitantes.

Sólo había que cruzar la llamada Avenida de los Mártires, nombre que se le había puesto a esa calle que separaba a la capital de la Zona del Canal, en homenaje a los 22 héroes estudiantiles que en 1964 fueron asesinados por las tropas estadounidenses por intentar plantar la bandera panameña en el territorio usurpado. La acción de las tropas de EE.UU acompañados por los zonians, los civiles norteamericanos - como sucede en Las Malvinas- dejó más de mil heridos, pero esa fecha fue un parte aguas en la historia de la lucha por la soberanía. Antes de la invasión, habían trasladado desde la capital panameña a los dirigentes de la oposición que en menos de media hora ya estaban instalados en el Comando Sur y allí sería juramentado como nuevo presidente de Panamá Guillermo Endara, por las autoridades del Comando Sur.

El presidente George Bush nombró a esta invasión como “Causa Justa” en nombre de “la democracia y los derechos humanos”, y tenía como argumento lograr la detención del jefe de las Fuerzas de Defensa de Panamá Manuel Noriega, al que los medios del poder hegemónico llamaban el “dictador”, a pesar de que nunca fue presidente de Panamá. En momentos de la invasión era presidente Francisco Rodríguez.

Las Fuerzas de Defensa se habían creado para sustituir a la Guardia Nacional y al momento de la invasión eran un ejército pequeño y prácticamente desarmado para enfrentar semejante poder de fuego. Estados Unidos no sólo utilizó a fuerzas acantonadas en el Canal sino que trasladó a sus fuerzas de elite, incluyendo ex combatientes de Vietnam, una especie de rambos, y en las primeras horas se bombardearon lugares estratégicos que no tenían ninguna capacidad de defensa.
La invasión dejó alrededor de siete mil muertos y desaparecidos. Los datos más difundidos fueron cuatro mil y miles de heridos y el primer bombardeo a la ciudad destruyó e incendió el barrio del Chorrillo, donde la mayoría de las casas eran de madera y se habían levantado en la época de la construcción del canal. Allí estaba enclavada la comandancia de las Fuerzas de Defensa, un cuartel pequeño y en un barrio pobre.

A la destrucción del país, como fue la devastación del Chorrillo, entre otros, se agregó que los invasores abrieron las puertas de las cárceles de delincuentes comunes, y los dejaron arrasar la ciudad en los primeros días de la invasión.
Fui testigo del horror de la invasión a sólo cuatro días de la navidad, cuando la ciudad estaba adornada de pesebres en las calles. Ví imágenes sobrecogedoras como las de una joven muerta en un charco de sangre junto a una imagen de la virgen de un pesebre, como un símbolo. Ví a los niños y a las familias corriendo por el malecón panameño esa madrugada del 20 de diciembre que nunca podré olvidar. Asocié esa imagen con la de la niña corriendo desnuda de un bombardeo en Vietnam. Estados Unidos no sólo probó aviones como los Stealth que volaban silenciosamente, y que bombardearon en distintos lugares. Se probaron diversas armas sobre la población indefensa, como hicieron los nazis en Guernica, España.
En Panamá no había presos políticos, sólo un hombre de la CIA que había sido detenido por montar radios para transmitir mentiras sobre la situación panameña, durante las elecciones de mayo de ese mismo año y que estaba en el cuartel central. La primera operación de EE.UU fue sobre el cuartel general en el Chorrillo, para liberarlo, y allí perdieron un helicóptero derribado por los escasos defensores, pero como lo confesaron después “ salvaron a su hombre” para después comenzar el duro bombardeo.

Viví el dolor profundo de la injusticia y de la impotencia ante semejante crimen de lesa humanidad, y como periodista mandé las notas, respondí cuando pude a radios de mi país y de otros lugares, donde conté la tragedia y denuncié la ausencia de los organismos internacionales que no estaban allí. En medio de la noche escuché el llanto desesperado de los niños que hoy son mujeres y hombres marcados por aquellos días del terror.



Junto a compañeros de Prensa Latina y de la Televisión cubana, además de un querido periodista dominicano que vivió la invasión de 1965 a su país, nos constituimos en las escasas voces de esos primeros momentos. Reivindico a radio Libertad de Panamá que transmitió hasta que la bombardearon. Nunca olvidaré a esos compañeros. Nunca pude volver al departamento pequeño que ocupaba y que fue allanado dos veces por tropas de Estados Unidos. Muerte, desolación, destrucción era lo que veíamos. El imperio estaba dando sus mensajes a América Latina y al mundo.

Cuando el tiempo pasó y los familiares lograron que se abriera una de las tantas tumbas colectivas que hay aún en distintos lugares fueron encontrados tanto civiles como militares panameños que en todos los casos habían sido sacados de los hospitales heridos y asesinados con un disparo en la nuca.

Temblé y lloré junto a un pueblo al que amaba y amo. No puedo olvidar la indiferencia o la banalización de estos hechos. Abracé a las madres de los pañuelos negros que tiran hasta ahora flores al mar para recordar a sus muertos, muchos desaparecidos hasta hoy. Y hasta hoy acompaño desde donde estoy a madres y familiares de las víctimas, pero esencialmente al pueblo de Panamá, que siempre fue inmensamente solidario. La invasión a Panamá fue un mensaje de lo que iba a suceder en el siglo XXI, el regreso imperial de la doctrina Monroe, el proyecto de 1823, como lo dijo el presidente Donald Trump. "América (toda) para los americanos" es decir nosotros para los norteamericanos, o el "patio trasero" como nos llaman, bajo su control para asegurarse los enormes recursos y reservas, que están tan a la mano de la potencia imperial en decadencia y por eso mismo, más salvaje que nunca.
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