El 30 de marzo de 1968 a las cinco de la mañana finaliza el Congreso de la CGT y todos cantan el himno nacional. La ruptura, sin embargo es un hecho. Los “participacionistas” llamados así porque participaban en la mesa del dictador Juan Carlos Onganía ostentan a su líder: Augusto “El Lobo” Vandor, secretario de la UOM. Enfrente, se halla el gráfico Raimundo Ongaro que enseguida propone ir a una escribanía para realizar una declaración de bienes de la flamante CGTA (de los argentinos). Quiere mostrar que ellos son diferentes, que no serán aquellos dirigentes de quienes Amado Olmos afirmaba que “han adoptado la forma de vida, los automóviles, las casas, las inversiones y los gustos de la oligarquía a la que dicen combatir. Con una actitud de ese tipo no pueden encabezar a la clase obrera” (Federación Gráfica Bonaerense, julio de 2001). Ya instalada la CGT rebelde, Ongaro convoca a Rodolfo Walsh: necesitarían una publicación que acerque su posición a todos los gremios, a todos los trabajadores. Allí escribirán Horacio Verbitsky, Rogelio García Lupo, Patricia y Vicky Walsh, Carlos Aznárez, Eduardo Jozami, Luis Guagnini (desaparecido en 1977).
Entretanto, en Córdoba -segunda capital industrial del país- la CGT local se hallaba dividida desde el gobierno de Arturo Frondizi. Atilio López, su secretario y hombre de la UTA, adhiere a Ongaro junto a Agustín Tosco de Luz y Fuerza., entre otros gremios (periodistas, estatales, docentes, etc.). A su vez, integran el peronismo ortodoxo dos gremios mayoritarios: la UOM de Alejo Simó que mantiene una relación oscilante con Vandor y el SMATA con Elpidio Torres a la cabeza, quienes se oponen al gráfico.
En abril de 1968, Rodolfo Walsh comienza a escribir el discurso de Ongaro y se arreglan los pormenores de la presentación. Se realizará en Córdoba, claro. Agustín será uno de los mayores entusiastas, había planeado cada detalle junto al gráfico. Tal por ello, en el Córdoba Sport Club alrededor de cinco mil trabajadores escuchan las palabras de Ongaro y Tosco. Allí presentan el “Programa del 1º de Mayo” Al leerlo, nadie puede dudar que, con el espíritu combativo de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962), sobrepasan los límites de las reivindicaciones obreras para confrontar con un sistema injusto, cuya cara más visible era Onganía. También repudian a los “verticalistas” y retoman las banderas de un peronismo combativo, que hasta el momento parecía bastante alicaído.
¿Qué ocurrió con la CGTA? De a poco y durante dos años la central iría perdiendo adhesiones en una trama compleja de la cual podríamos destacar: 1) una subestimación de los combativos respecto del “aparato” que manejaban los vandoristas y que les aseguraba fondos, publicidad y la imposición de castigos que iban contra los intereses básicos de los afiliados; 2) el continuo hostigamiento y la detención prolongada de sus dirigentes también significaban una permanente erosión.
Sin embargo, por Córdoba eran otros vientos los que soplaban: allí la mayoría de los gremios apoyaban a la CGTA y los que no lo hacían, al menos se mantenían neutrales y no adherían a Vandor. A diferencia de Buenos Aires, la alianza de los estudiantes con el movimiento obrero funcionaba aceitadamente. Y los dirigentes sindicales más ortodoxos habían comenzado a dialogar con los otros: los independientes, los más radicalizados, lo no peronistas. Así se preparaba el Cordobazo, que contaría con una acabada organización de parte de los gremios y con protagonistas que jamás habían soñado serlo.
Dos años después nació Lucy (quien actualmente vive en la casa natal) y los niños, desde pequeños, ayudaban en toda tarea de la granja. Los hermanos se volvían cómplices frente a la severidad del padre. Sin embargo, Santiago Tosco había sido maestro en una escuela italiana (era del Piamonte) y les enseñó el amor por la lectura, cuestión que el Tino conservará hasta su muerte.
El joven siempre recuerda a su madre por sus cuidados y ternura. El 13 de junio de 1971 le escribe a su compañera Susana Funes:
“Cuando yo era chico mi vieja me decía que detrás de mí había siempre un ‘ángel de la guarda’. Lo veía en las estampitas, tenía las alas muy grandes y yo creía efectivamente que estaba detrás de mí para cuidarme “
(*) Carta de Agustín Tosco
Pese al recuerdo invocado no parece que Agustín o su familia profesaran un gran apego religioso. Testimonios recogidos en Coronel Moldes hablan de un niño que, ya en la primaria, dudaba de la existencia de dios.
Cuando el Tino en 1944 viaja los setenta y cinco kilómetros que lo separan de Río Cuarto sabe que quedará pupilo en la Escuela de Artes y Oficios Presidente Roca. Allí la rebeldía frente a las arbitrariedades irá moldeando su vida. Pronto ganará un concurso de Literatura y será presidente del Consejo de Alumnos.
Por esa época, Agustín ve cambios en la precaria situación de los trabajadores. Entonces adhiere al coronel Perón.
Cuando Agustín sale de la escuela con el título de técnico electricista, estaba decidido a quedarse en Córdoba capital. No sabía muy bien cómo. Realiza algunas changas, no le alcanza para alquilar. El director del internado le ofrece quedarse durante las vacaciones. Cuando comienzan las clases, duerme en el Parque Sarmiento. Lo testimonia el 4 de mayo de 1971 en una carta que envía a Susana desde Villa Devoto:
“Cuando hablo de desocupación me recuerdo a mí mismo, a los dieciséis y diecisiete años, sin encontrar trabajo, durmiendo en el Parque Sarmiento y cayendo a una enfermería por la piedad de un ex director de escuela”
Visita a su familia de tanto en tanto. Nada cuenta de sus angustias, su orgullo se lo impide.
A principios de 1949, Agustín logra entrar a EPEC (Empresa de Energía Eléctrica de Córdoba). Su situación se estabiliza. Ahora charla mucho con sus compañeros del taller. Meses después lo eligen subdelegado de la sección. Debe cumplir con el servicio militar y en los francos, acude a visitar a sus compañeros. Ya de vuelta en EPEC, el joven continúa con sus tareas gremiales de base hasta 1953, cuando accede a la comisión directiva del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba.
Por esa época, vemos a un joven peronista crítico. Agustín contará años después: “En el 54 y y el 55 adoptamos una actitud crítica hacia el peronismo. Lo decimos abiertamente, es conocido, actuamos con honestidad. En 1955 a mí también me inhabilitaron y participé de la resistencia del pueblo contra la dictadura.” Y agrega: …”yo estaba en una línea con algunos sectores del movimiento. Junto a John William Cooke intentamos algunas formas de defensa de las conquistas obreras, aunque no tuvimos éxito…” (citado por S. Funes y R. Jáuregui, 1984).
Crítico del peronismo y sus líderes participacionistas, jamás fue antiperonista. Lo aclara así en 1973, luego de declararse marxista: “El peronismo combativo, nuestros hermanos peronistas… que constituyen lo fundamental del movimiento peronista, que es la clase obrera, nos hermanamos como clase para una lucha común” (“Tosco- Rucci. El debate” de Ed. Acercándonos, mayo de 2013).
En 1959, Agustín se casa en Buenos Aires con su novia de la adolescencia, Nélida Bouyán. De regreso a Córdoba vivirán en la casa comprada por Agustín durante el peronismo. Nacen los hijos, Héctor y Malvina. Nélida pide a su marido que deje la actividad gremial. No alcanza la plata. Ella había dejado de trabajar para ocuparse de los niños.
EL CORDOBAZO
Durante 1965 Susana Funes comienza a trabajar en el Centro de Cómputos de la EPEC. Por ese entonces, había más de dos mil quinientos trabajadores en la empresa. Susana participa activamente del gremio. Habla mucho con Agustín y lo trata formalmente de usted. Trabajan juntos en el Electrum (periódico del gremio fundado por Agustín en 1953) y él le cuenta acerca de su familia en Moldes, le habla de sus hijos y que su mujer le pedía que hiciera horas extra, que iba demasiado al gremio.
Un día de mayo de 1968, Susana y Agustín van juntos a una reunión de la CGT. Él le confiesa su amor. Ella le retruca: no quiere una relación burguesa; no será la amante. Él le pide tiempo; ya arreglará las cosas. Luego, de los largos períodos de prisión, por fin Agustín y Susana vivirán juntos en una casita (aún hoy está) del barrio Colón. No obstante, el lucifuercista nunca dejará de enviarle el cheque a su esposa. Así le escribe el 9 de octubre de 1969 a Susana desde la cárcel de Rawson:
“El compromiso con mi familia en el sentido del amor a los niños y a la precaria relación que ello me obliga con ella, no tocan ni afectan mi amor hacia vos”
No obstante, los compañeros del gremio dividieron sus posiciones y algunos opinaban que su relación afectaba el “buen nombre” de Agustín.
El 28 de junio de 1966, frente al golpe de estado que sacó (literalmente) a Arturo Illía de la Casa Rosada, el pueblo parecía indiferente. De a poco, entendieron que la dictadura les quitaba las conquistas obtenidas.
Desde el 13 de mayo de 1969 una ola de rabia atraviesa al país. El dictador Juan Carlos Onganía endurece aún más su represión. Diferentes actos universitarios y de los trabajadores suceden en el Chaco, en Corrientes –donde asesinan al estudiante Juan José Cabral- , en La Plata, en Santa Fé, en Rosario, Salta, Tucumán. Las rebeliones son dominadas a fuerza de gases y armas de fuego. Onganía había asegurado que los militares permanecerían veinte años en el poder. Nada ni nadie podría oponerse. Para favorecer a los patrones dicta las “quitas zonales” y prohíbe el sábado inglés (trabajar de mañana y luego cobrar horas extra). En las provincias esas quitas representan más de un 10 por ciento de los salarios. Vandor y su tropa participacionista no pueden convencer a Onganía.
En Córdoba se habla de huelga general. Los estudiantes como ocurrió en la Reforma de 1918 se reúnen con los obreros. Entonces, Jorge Canelles, delegado de la construcción de extracción comunista convence a Tosco. Agustín mantenía muy buenas relaciones con el Partido Comunista y leía mucho sobre marxismo. Por la época sólo el PC editaba esos libros.
El lucifuercista acude a la reunión con Canelles. Allí están las dos centrales. Tosco abraza a Atilio López, y saluda a todos. Están Elpidio Torres (SMATA) y Alejo Simó (UOM), quienes se encuentran en las antípodas de Agustín. Por fin se logra un acuerdo. Desde las once del 29 de mayo los obreros marcharán desde sus fábricas al centro. Saldrán con sus dirigentes. Nada quedará al azar. Todos saben que arriesgan su libertad, su vida.
Susana Funes hablando en el Día del Trabajador Eléctrico. A su lado, sonriendo con la cabeza hacia abajo, Agustín Tosco. 13 de julio de 1970.
Los sucesos del Cordobazo son conocidos, fueron ampliamente difundidos y hay materiales fáciles de hallar. Sin embargo, aún queda una suerte de debate ¿fue una jornada espontánea? . Veamos que dice Susana Funes (en una entrevista con la autora de marzo de 2001): “Había muchísima gente en las calles. Eso me asombró. A la madrugada especulábamos con Agustín qué pasaría y creo que el 29 superó todas nuestras expectativas: Hubo posteriormente discusiones acerca de movimientos espontáneos. En esa época había una fuerte disciplina sindical. En principio, cada gremio sabía dónde encontrarse antes y después de terminada la manifestación. Ocurrió que, luego del asesinato de Mena (un obrero ultimado por la policía), la gente se enfureció y hubo algunas acciones no previstas.”
Si bien los gremios protagonizaron la organización del Cordobazo, los estudiantes estuvieron junto a ellos y tuvieron su propia batalla en el mítico Barrio Clínicas, que fue territorio tomado durante el 29 y hasta bien entrado el 30. Los estudiantes no estaban solos. La sociedad cordobesa siempre había apreciado su presencia en la ciudad. Las amas de casa que administraban las pensiones también lo hacían con los magros ingresos de los jóvenes. Preocupadas por el cierre de los comedores estudiantiles, junto a muchos vecinos, habían apoyado a los estudiantes en sus luchas. Ese apoyo pudo verse en las jornadas del Cordobazo. Así, otros sectores de la población, como las clases medias empobrecidas por la política económica, se vieron implicados. La huelga trascendió sus reivindicaciones iniciales y se transformó en una vasta acción insurreccional de las masas. Nada de ello hubiera ocurrido sin la unidad de las dos centrales cordobesas.
Por su parte, Agustín entiende la tarea sindical como una herramienta para la construcción de una sociedad socialista y lo expresa en una carta a Susana Funes desde la cárcel de Devoto el 10 de agosto de 1971:
“…Nuestra lucha va mucho más allá…Luchamos por el socialismo. El sindicato es una herramienta que nos puede ayudar, por eso luchamos para recuperarlo. El socialismo no se construye con arsenales ideológicos solamente. Para que la locomotora marche hay que arremangarse, agarrar la pala y echar carbón a la caldera. Uno se ensucia, transpira, sufre calor, pero la locomotora se mueve. Con grandes teorías y discursos solamente, la locomotora se queda donde está. Y nosotros, además de estudiar; por sobre todas las cosas, trabajamos y echamos carbón a la caldera”
El 30 de mayo se constituyen los “Consejos de Guerra” en Córdoba. Las penas son duras: Canelles –por comunista- lleva la peor: diez años; luego Agustín con ocho años; a Elpidio Torres lo condenan a cuatro.
El Cordobazo debilita a la dictadura. Pronto vendrá Marcelo Levingston, un agregado militar en Estados Unidos, para ungirse presidente.
Agustín Tosco sale de la prisión en diciembre de 1969 y es aclamado en Córdoba.
LA MUERTE DE AGUSTÍN
A la nueva acción de masas la picardía cordobesa denomina El Viborazo , luego que su gobernador José Uriburu el 7 de marzo de 1971 afirma que “una venenosa serpiente (el marxismo) anida en Córdoba, le pido a dios cortarla de un solo tajo”
Agustín ahora pasa por diferentes cárceles desde el 28 de abril del 71 hasta finales de 1972. En una acción inédita en la historia de nuestro país y en América Latina, gana nuevamente –desde la prisión y con el gremio intervenido- las elecciones del sindicato lucifuercista cordobés.
El 22 de agosto ocurre la masacre de Trelew. En esa prisión está Tosco junto a los máximos jefes guerrilleros. Algunos logran escapar hacia Chile, entretanto sus compañeros mueren asesinados en la Base Almirante Zar. Agustín no dejará la prisión. Había ayudado en todo; pero, dice que “el pueblo deberá sacarme de aquí”.
Muchas cuestiones pasarán en la vida de Agustín Tosco, ya conocido nacionalmente luego del Cordobazo. En 1973, declina una candidatura presidencial, vota a los peronistas Obregón Cano y Atilio López en Córdoba. Y trabaja incansablemente para lograr la unidad de las fuerzas políticas populares y los trabajadores.
El 27 de febrero de 1974, el coronel Navarro expulsa a Obregón Cano y López de la gobernación. En octubre, la sede de Luz y Fuerza es atacada con armas largas. Los gremialistas combativos y los militantes populares son perseguidos por la Alianza Anticomunista Argentina. Agustín debe pasar a la clandestinidad. Durante su escondite en las sierras bajas, enferma. Ve por última vez a Susana y hay acciones organizadas por los trabajadores para su llegada a Buenos Aires. Con un nombre falso, es atendido en una clínica de Lanús, bajo la supervisión del Partido Comunista. Allí muere por una encefalitis el 5 de noviembre de 1975
(*) Las cartas de Agustín Tosco pertenecen al archivo privado de la autora
El 30 de marzo de 1968 a las cinco de la mañana finaliza el Congreso de la CGT y todos cantan el himno nacional. La ruptura, sin embargo es un hecho. Los “participacionistas” llamados así porque participaban en la mesa del dictador Juan Carlos Onganía ostentan a su líder: Augusto “El Lobo” Vandor, secretario de la UOM. Enfrente, se halla el gráfico Raimundo Ongaro que enseguida propone ir a una escribanía para realizar una declaración de bienes de la flamante CGTA (de los argentinos). Quiere mostrar que ellos son diferentes, que no serán aquellos dirigentes de quienes Amado Olmos afirmaba que “han adoptado la forma de vida, los automóviles, las casas, las inversiones y los gustos de la oligarquía a la que dicen combatir. Con una actitud de ese tipo no pueden encabezar a la clase obrera” (Federación Gráfica Bonaerense, julio de 2001). Ya instalada la CGT rebelde, Ongaro convoca a Rodolfo Walsh: necesitarían una publicación que acerque su posición a todos los gremios, a todos los trabajadores. Allí escribirán Horacio Verbitsky, Rogelio García Lupo, Patricia y Vicky Walsh, Carlos Aznárez, Eduardo Jozami, Luis Guagnini (desaparecido en 1977). EL TINO El 20 de Mayo de 1930 en Coronel Moldes no hacía frío. Había sol y Dominga Arneodo comenzó a sentirse mal. Le dijo a su marido Santiago que, luego de repartir las facturas de cerdo, fuera en busca de la partera. Ya con dolores de parto, la mujer había dejado preparado el almuerzo. Justamente al mediodía nacía Agostino (el Tino). Dos años después nació Lucy (quien actualmente vive en la casa natal) y los niños, desde pequeños, ayudaban en toda tarea de la granja. Los hermanos se volvían cómplices frente a la severidad del padre. Sin embargo, Santiago Tosco había sido maestro en una escuela italiana (era del Piamonte) y les enseñó el amor por la lectura, cuestión que el Tino conservará hasta su muerte.
Un día de mayo de 1968, Susana y Agustín van juntos a una reunión de la CGT. Él le confiesa su amor. Ella le retruca: no quiere una relación burguesa; no será la amante. Él le pide tiempo; ya arreglará las cosas. Luego, de los largos períodos de prisión, por fin Agustín y Susana vivirán juntos en una casita (aún hoy está) del barrio Colón. No obstante, el lucifuercista nunca dejará de enviarle el cheque a su esposa. Así le escribe el 9 de octubre de 1969 a Susana desde la cárcel de Rawson: El 30 de mayo se constituyen los “Consejos de Guerra” en Córdoba. Las penas son duras: Canelles –por comunista- lleva la peor: diez años; luego Agustín con ocho años; a Elpidio Torres lo condenan a cuatro.
Agustín ahora pasa por diferentes cárceles desde el 28 de abril del 71 hasta finales de 1972. En una acción inédita en la historia de nuestro país y en América Latina, gana nuevamente –desde la prisión y con el gremio intervenido- las elecciones del sindicato lucifuercista cordobés.
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