Charlamos en esta edición de H sobre libros y uno de los proyectos editoriales más importantes de la historia de nuestro país y el continente junto a José Denaro quien fue el último director del Centro Editor de América Latina.
— ¿Cómo te vinculaste con Boris Spivacow?
— Yo era muy joven, tenía veinticinco años, ingreso como contador general del Centro Editor de América Latina, yo no lo conocía hasta ese momento. Me tomaron examen, estaba Boris y tres miembros del directorio. A partir de ahí ingresé especialmente en los primeros tiempos que fue aproximadamente un año que me llevó ordenar la contabilidad del Centro Editor que era una empresa muy jovencita, con un enorme potencial y una capacidad espectacular, pero que en ese momento estaba en convocatoria de acreedores. Yo ingreso también para resolver esa convocatoria.
A partir de más o menos un año de estar en el CEAL había algún problema en el manejo de las financias, entonces Boris me pide que me haga cargo también de esa función y empiezo a trabajar en el manejo ahí. Era una empresa que se manejaba económicamente bien pero financieramente siempre corriendo y apretados. A mí me han tocado momentos realmente muy complicados en esa gestión. El tema es un poco se debe a la propuesta que Boris había hecho para el CEAL, que era “más libros para más”. Entonces nosotros teníamos tres, cuatro, cinco, seis colecciones semanales, quiero recordar en esto que Boris fue el inventor del fascículo en el kiosco, coleccionables semanalmente. Fascículos y libros... había colecciones que tenían libro y fascículo, otras colecciones que eran fascículos solos, y otras colecciones que eran libros sola-mente. Esas colecciones requerían para poder ser lanzadas una inversión muy grande en una cantidad de tiempo generalmente impor-tante, hasta estar a punto de tener tantos números para lanzar y poder seguir produciendo. Toda esa inversión tenía que salir del mismo movimiento de la empresa, normalmente producía cuellos de botella muy complicados.
— ¿En qué año ingresás en el Centro?
— Yo ingresé en octubre de 1970. Fui contador general, gerente financiero y, además, no recuerdo si al año o a los dos años y hasta el final fui también miembro del directorio, o sea fui director del Centro Editor.
— ¿Qué cantidad de trabajadores había cuando empezaste y qué cantidad al final?
— En la cantidad no hubo una gran variación. Cuando cerró sí, el declive fue bastante abrupto. Pero estaba más o menos oscilando entre cien y ciento veinte trabajadores, entre administración, depósitos y los colaboradores.
— ¿Y de los escritores que más recuerdes que escribían en el Centro que nos podés contar?
— No tengo tantas anécdotas con los escritores, sí tengo con la gente que, hacia la producción, como Beatriz Sarlo, Luis Gregorich, o sea gente que han tenido después una trayectoria.
— ¿En qué año fue el momento de auge del Centro Editor?
— En cuanto al lanzamiento de colecciones, yo te diría que fue los primeros cinco, seis, siete años. Le ha tocado tener de alguna forma la carga de ser una editorial con mucha gente de izquierda, catalogada como una editorial de izquierda y no nos olvidemos que en el periodo que estoy mencionando, hemos tenido dos dictaduras. La dictadura del mencionando Onganía, en los años que duró estando yo dentro del CEAL, del año ’70 al ’73, hemos tenido dos grandes incendios en dos grandes depósitos que fueron atentados incendiarios deliberados. Evidentemente no gustábamos mucho. Y después en la dictadura de Videla, bueno ahí hemos tenido algo que trasciende en forma globalmente, porque después de la quema de libros de Hitler, viene la quema del Centro Editor de América Latina. Un millón y medio de libros que fueron quemados en un baldío de Sarandí, con intervención judicial, con todos jueces manejados por la dictadura militar.
— ¿Cómo impactó ese hecho en las finanzas?
— Vos imagínate un millón y medio de libros contando la quema, y algo parecido fueron la quema de los dos depósitos en dos momentos distintos. Y cantidades de libros y fascículos, cerca de un millón. ¿Cuál era el tema? Especialmente era el tema de los fascículos siempre hacíamos una demasía porque esos fascículos después terminaban en tomos encuadernados de las colecciones. Entonces tomo uno, tomo dos, tres… que se vendían a crédito. Entonces eso era un respaldo económico, tenía un flujo que era mucha más lento del ingreso de esa parte. De alguna manera representaba la continuidad, representaba un apoyo económico muy importante. Al faltar eso, nos producía un colapso financiero. En uno de estos se produjo el cierre de todas las cuentas a nivel bancario. Pero ubiquemos dónde estamos, por ahí estamos en el ’75-’76 dictadura militar, nueva Ley de Entidades Financieras, o sea que está pesando hoy todavía en Argentina, con esa nueva ley de entidades financieras uno de los objetivos era la desaparición de las cooperativas de crédito que estaban diseminadas a lo largo y ancho de la argentina. Esas cooperativas de crédito de alguna forma cumplían una función que los bancos no cumplían, digamos los bancos para las empresas en ese momento tenían formas rigurosas que las cooperativas permitían con otra laxitud. El documento en vez de ser cheque se llamaba “orden de pago”, y eso nos permitió a nosotros con las cooperativas cuando tuvimos el cierre de cuentas abrir en cooperativas en la zona de Once, especialmente la Cooperativa La Central que era una de las cooperativas que forma después el Credicoop. O sea, los problemas eran muy grandes, había que bancarlos y un manejo financiero muy complejo, muy heterodoxo por llamarlo de alguna forma. O sea no ceñido a las computadoras de hoy, había que tener mucha flexibilidad en el manejo especialmente porque en ese momento una de las formas de financiarse era a través de cheques diferidos que después había que cumplir, entonces había que bailar la conga ahí.
— ¿Qué rol cumplía el Centro Editor de América Latina en la sociedad de su tiempo?
— El tema es este, Boris Spivacow fue nombrado en el gobierno de Frondizi por Risieri Frondizi que era rector de la Universidad de Buenos Aires como gerente general de EUDEBA. Allí en los años que estuvo Boris cumplió una tarea ciclópea, gigantesca en cuanto a la difusión de cultura, tal es así que no se conocía nada parecido a tantas publicaciones, tanto trabajo puesto en la cultura. El tema es que, Boris contaba en ese momento, por eso los problemas financieros del Centro Editor, contaban con que eso lo manejaba el Estado, o sea los fondos venían del Estado entonces en función de “sacamos tal colección, sacamos tal otra”, estaba la plata para hacerlo. Cuando se da el golpe el 28 de junio del ’66, Onganía derroca a Illia, en esa oportunidad lo liquidan inmediatamente a Boris de EUDEBA, estamos hablando del 28 de junio del ’66. 21 de septiembre del ’66, un cachito, un ratito después, Boris estaba fundando el Centro Editor de América Latina para tratar de hacer lo más parecido que él había hecho en EUDEBA. En cuanto a la producción, en el año ’69 antes de que yo ingresara en el Centro Editor, entre ’69 y ’70, se lanza una colección que se llamaba “Capítulo Universal”. Era una colección de literatura universal, estamos hablando del año ’69-’70, había un público completamente distinto, una juventud ávida de todas estas cosas que permitía, por ejemplo, cuando se hace el lanzamiento digamos pensando en mucho se lanzan cien mil ejemplares de fasciculos y libro en la primera semana en todos los kioscos del país. Cien mil ejemplares, cien mil de libros, cien mil de fascículos. Se agotaron inmediatamente. Se hicieron reimpresiones y se termina vendiendo del número 1, ciento diez mil ejemplares. Esa colección, o sea todas las colecciones semanales tienen una curva descendente a medida que van transcurriendo las semanas se estabiliza esa curva y toma una forma horizontal cerca de la semana 25-30. Toda esa bajante termina en algo de cincuenta y pico de mil de ejemplares semanales, de esa colección sola. Para tener una idea hoy estamos hablando de que cuando uno sale a imprimir un libro, imprime mil ejemplares o imprime cinco mil ejemplares y si es un éxito rotundo, imprime veinte mil ejemplares.
— ¿Cuál es la colección que más recordás?
— Recuerdo un atlas hecho, ahora me falla la memoria para acordarme del nombre de la directora que era una persona recontra re conocida del Instituto Geográfico Militar, conocía cada rinconcito de la argentina, lo conocía. Y fue la primera colección de geografía que aparecía el mapa, y cuando uno abre la página del otro lado, una foto satelital del mismo lugar cosa que no existía en aquel momento, estamos hablando de una foto sacada desde treinta mil metros de altura. O sea, se estudiaba el mapa que teníamos con el mapa logrado a través de la foto satelital. Esa colección fue impactante, a mí me impactó mucho. Después otra colección que la termina dirigiendo Beatriz Sarlo, la colección de Biblioteca Política, esa colección tenía mucho mas que ver conmigo en cuanto a mi camino político, entonces había muchos libros que me interesaban, después Historia Polémica de Argentina...
— ¿Por qué crees que el Centro terminó, cuál fue el factor fundamental del desenlace del proyecto?
— ¿En serio querés que te diga? Mira hay varios. Uno, fundamental, fundamentalísimo, Menem. Se llama Menem. La destrucción que ha hecho de la industria, de la industria editorial era pavorosa. Tan en así, que nosotros éramos la mosquita blanca que teníamos la convicción y por convicción imprimíamos acá en Argentina, pero todas las grandes editoriales imprimían en Brasil, imprimían en Chile, imprimían en otros lados, no imprimían acá. La situación era que ya se había complicado el tema de la demanda la gente ya no tenía el nivel adquisitivo de antes, y tampoco digamos, ya había pasado veinte años del Centro Editor, veintipico de año, también el público fue cambiando. El público fue cambiando de la mano del neoliberalismo implantado en el año ’76, o sea todo ese cambio lo estamos viendo hasta ahora, el cambio de público. Pero ese es otro tema. Otro motivo por el que el Centro cierra, bueno ese era el principal de que ya se fue achicando abruptamente a punto tal de que en los últimos años había mucha dificultad para pagar los sueldos. Había mucha dificultad para actualizar los sueldos. En mi caso personal, yo soy contador público, dije “bueno busco alguna otra alternativa”, no me animaba a pensar en colapso. Entonces busqué otras alternativas, puse mi propia empresa en otra actividad. A mucha gente le pasó casi lo mismo, buscaba irse a otra editorial, buscaban otros caminos. y ocurre de que Boris ya se empieza a enfermar, ya empieza a no poder ser él mismo y en los últimos dos años yo ya estaba entre mi nueva empresa y como asesor, o sea que seguía ligado, pero ya no formalmente como era antes. Éramos tres los que tomábamos las decisiones, Boris, López Viejo y yo. Y en poco tiempo, diría meses, fallecen los dos y ese fue el motivo ya para el cierre. Además, a los hijos de Boris nunca les interesó meterse en el CEAL era cosa del padre. Cuando fallecen Boris y López Viejo, el único que tenía poder sobre la empresa, era yo y una cantidad de gente de colecciones, gente de peso dentro de la editorial, me vinieron a ver para proponerme la firma, porque la necesitaban. El tema es que yo no le veía ningún resultado además les dije “para dar la firma tengo que hacerme cargo yo de todo, porque si voy a firmar no es para que me traigan un librito y lo firme”. Eso fue lo que ocurrió, y detrás de eso vino el cierre.
— ¿Qué recuerdos tenés de Boris?
— Con Boris durante veinte años o más, estábamos todos los días juntos y recuerdo algunos momentos clave, por ejemplo, momentos de ambiente financiero muy grande. Yo por ahí me quedaba revolviendo papeles en mi escritorio hasta cualquier hora de la noche, tratando de encontrar una solución que necesitaba para el día siguiente. Y me acuerdo que en una oportunidad, él se había ido inquieto a su casa, entonces me llama para encontrarse conmigo al día siguiente. Y ese día siguiente, no recuerdo, un sábado o domingo una cosa así, yo le dije “yo me voy a correr a los bosques de Palermo”, y me dice “fenómeno, te voy a ver allá”. Bueno, me encontré con él ahí en los bosques de Palermo y Boris tenía una costumbre, te agarraba como si fuéramos novios, te agarraba del brazo e íbamos caminando, charlando, él te llevaba del brazo.
Yo lo tenía como una referencia. Muchas veces hemos discutido, porque por ejemplo me llamaba a la oficina, era un tipo que vos lo veías por la calle y siempre tenía un blockcito tamaño esquela y la birome. El tipo iba trabajando con la cabeza permanentemente. Vos lo veías y él iba escribiendo por la calle, y tenía todos los papelitos, recortaba el papel y lo ponía abajo, tenía un montón de papeles y después buscaba para hablar con vos lo que había armado. Entonces, me llamaba a la oficina, “¿me querés?”, “sí, Boris, sí lo quiero” y ahí me lanzaba una broma pesada. Bueno eso era para empezar, venía y me contaba que estaba trabajando con tal y con tal, y él estaba haciendo los números y tenía todo un desarrollo de proyecciones numéricas y todo eso en una nueva colección. Entonces, ¿por qué me decía “¿me querés?” y todo eso? Porque me estaba ablandando, porque sabía que yo estaba loco con los quilombos financieros entonces él me decía “bueno, vamos a sacar tal colección, que es así, porque es así, en la proyección si gastamos tanto, esto va a dar como que la venta del número 1 va a ser tal…” yo le decía “Boris, tenemos un quilombo bárbaro. Esto requiere inversión”. Eso era Boris y eso era Denaro, que le decía al final “bueno, dale, metele Boris”. Y así salían las colecciones.
Depósito del CEAL en Sarandí, Avellaneda
— ¿Cómo te vinculaste con Boris Spivacow?
— ¿Cómo impactó ese hecho en las finanzas? — ¿Cuál es la colección que más recordás?
— ¿Qué recuerdos tenés de Boris? |
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