Nada que celebrar
Carlos Raimundi
Nunca en la vida un acuerdo con el FMI es para celebrar.



El triple ordenamiento de la macroeconomía –maravilloso y nunca antes visto según el presidente- (orden “fiscal”, “monetario” y ahora “cambiario”) se da, en primer lugar, en un contexto de extrema debilidad:

a) incertidumbre en la economía global;

b) escasez extrema de reservas;

c) paridad cambiaria sostenida con respiradorartificial para que no dispare la inflación;

d) inflación mensual que, no obstante eso y la recesión causada por el ajuste estructural, duplica los índices anteriores.

No sólo quienes militamos en el campo nacional y popular, sino también –y fundamentalmente- los grandes actores financieros que son quienes se han venido beneficiando con el carry-trade (valorización financiera con la brecha entre la tasa de interés en pesos y el dólar planchado), saben perfectamente que cuando se necesita acudir al FMI es por debilidad, y no por fortaleza. Como en el Megacanje, como en el Blindaje, como en el Crédito de 2018. Aunque se lo encubra con el velo de que son buenas noticias.

Y, basados en la experiencia histórica, cuando perciben esa debilidad, los grandes jugadores van calculando el mejor momento para retirarse del juego, fugar sus capitales, dejar al país sin dólares, al haber menos dólares la devaluación es más abrupta aún, la burbuja estalla y volvemos otra vez a la inflación y a la crisis. El cumplimiento del ciclo –semanas más, semanas menos- es inexorable.

Nunca en la vida un acuerdo con el FMI es para celebrar. Todo lo contrario. Y máxime en momentos en que la economía de los EE.UU. asumen un carácter extremadamente endogámico, retrae recursos en lugar de externalizarlos, también se retrae y se encarece el comercio internacional y no hay liquidez financiera internacional.

Quiere decir que si a pesar de eso el FMI aprueba el crédito, es porque aprovecha la subordinación absoluta de Milei a Trump para imponer condiciones –escritas y no escritas- más graves que nunca.

¿Cómo se compromete a pagar el gobierno argentino un crédito que nos mantiene como el principal país deudor del FMI muy por encima de Ucrania que está en situación de guerra?
¿Cómo vamos a pagar al mismo tiempo que se aplica una política de contracción de la actividad, fuga de capitales y renuncia a la captura de los dólares especulativos de los grupos más concentrados?

No sólo con más ajuste social (¡más aún!). Con la privatización y la entrega de todos nuestros recursos estratégicos.

Si bien es cierto que la superposición de varios tipos de cambio contribuyó al desorden que todos, propios y extraños, reconocemos, la apertura indiscriminada sólo beneficiará –una vez más- a los grandes especuladores financieros. Jamás a los trabajadores y clases medias que están desarchivando sus ahorros en lugar de incrementarlos.

Hay alternativa. El contexto internacional de retorno al proteccionismo, con caída de precios de insumos energéticos, debería ser, más que una preocupación, una oportunidad para aplicar una política de sustitución de importaciones, a través de un plan de industrialización, crecimiento del mercado interno, formación de cadenas de suministro locales y regionales que abaraten costos, ahorren energía y democraticen la economía. Ello en el marco de una política de integración regional a la que también Milei ha renunciado, como lo demuestra el aislamiento del país en la última reunión de CELAC.

En fin, nada que celebrar.


El triple ordenamiento de la macroeconomía –maravilloso y nunca antes visto según el presidente- (orden “fiscal”, “monetario” y ahora “cambiario”) se da, en primer lugar, en un contexto de extrema debilidad:

a) incertidumbre en la economía global;

b) escasez extrema de reservas;

c) paridad cambiaria sostenida con respiradorartificial para que no dispare la inflación;

d) inflación mensual que, no obstante eso y la recesión causada por el ajuste estructural, duplica los índices anteriores.

No sólo quienes militamos en el campo nacional y popular, sino también –y fundamentalmente- los grandes actores financieros que son quienes se han venido beneficiando con el carry-trade (valorización financiera con la brecha entre la tasa de interés en pesos y el dólar planchado), saben perfectamente que cuando se necesita acudir al FMI es por debilidad, y no por fortaleza. Como en el Megacanje, como en el Blindaje, como en el Crédito de 2018. Aunque se lo encubra con el velo de que son buenas noticias.

Y, basados en la experiencia histórica, cuando perciben esa debilidad, los grandes jugadores van calculando el mejor momento para retirarse del juego, fugar sus capitales, dejar al país sin dólares, al haber menos dólares la devaluación es más abrupta aún, la burbuja estalla y volvemos otra vez a la inflación y a la crisis. El cumplimiento del ciclo –semanas más, semanas menos- es inexorable.

Nunca en la vida un acuerdo con el FMI es para celebrar. Todo lo contrario. Y máxime en momentos en que la economía de los EE.UU. asumen un carácter extremadamente endogámico, retrae recursos en lugar de externalizarlos, también se retrae y se encarece el comercio internacional y no hay liquidez financiera internacional.

Quiere decir que si a pesar de eso el FMI aprueba el crédito, es porque aprovecha la subordinación absoluta de Milei a Trump para imponer condiciones –escritas y no escritas- más graves que nunca.

¿Cómo se compromete a pagar el gobierno argentino un crédito que nos mantiene como el principal país deudor del FMI muy por encima de Ucrania que está en situación de guerra?
¿Cómo vamos a pagar al mismo tiempo que se aplica una política de contracción de la actividad, fuga de capitales y renuncia a la captura de los dólares especulativos de los grupos más concentrados?

No sólo con más ajuste social (¡más aún!). Con la privatización y la entrega de todos nuestros recursos estratégicos.

Si bien es cierto que la superposición de varios tipos de cambio contribuyó al desorden que todos, propios y extraños, reconocemos, la apertura indiscriminada sólo beneficiará –una vez más- a los grandes especuladores financieros. Jamás a los trabajadores y clases medias que están desarchivando sus ahorros en lugar de incrementarlos.

Hay alternativa. El contexto internacional de retorno al proteccionismo, con caída de precios de insumos energéticos, debería ser, más que una preocupación, una oportunidad para aplicar una política de sustitución de importaciones, a través de un plan de industrialización, crecimiento del mercado interno, formación de cadenas de suministro locales y regionales que abaraten costos, ahorren energía y democraticen la economía. Ello en el marco de una política de integración regional a la que también Milei ha renunciado, como lo demuestra el aislamiento del país en la última reunión de CELAC.

En fin, nada que celebrar.


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